La fiesta.

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Después de varios largos días de incertidumbre y espera, se anunció que habría una fiesta cósmica sin igual en la que las lunas y los planetas del sistema solar se reunirían en un solo lugar para una noche de celebración. Esta noticia hizo eco en todo el sistema, generando una oleada de emoción entre los habitantes celestes. Sin embargo, Urano, conocido por su naturaleza reservada y su aversión a las multitudes, se encontraba en un dilema.

—Por favor, Urano, ¡será una experiencia inolvidable! —insistió Neptuno, su amigo cercano. Neptuno tenía un brillo en los ojos que mostraba su entusiasmo. La fiesta prometía ser grandiosa, con todos los cuerpos celestes vestidos con sus mejores galas, y Neptuno estaba decidido a que Urano no se perdiera de la diversión.

—No lo sé, Neptuno... La verdad es que no me apetece mucho ir —respondió Urano, rascandose la cabeza y mostrando su indecisión. Aunque el evento sonaba emocionante, la idea de enfrentarse a una multitud de planetas y lunas le resultaba abrumadora.

Neptuno, sin embargo, no se dio por vencido. Pensó y pensó hasta que le vino una idea brillante para convencer a su amigo

—Hey, Urano... Saturno va a asistir a la fiesta. Dicen que estará impresionante, con un atuendo elegante y completamente arreglado. Qué mal que no vayas para verlo.

—¿Saturno? —dijo Urano, levantando las cejas con sorpresa. La mención de Saturno hizo que su corazón latiera un poco más rápido. Sabía que Saturno siempre era el centro de atención y siempre se veía impresionante.

—Sí, exactamente. Me imagino que será el alma de la fiesta. Me parece una pena que te lo pierdas —añadió Neptuno con una sonrisa astuta.

Urano suspiró, su resistencia se desmoronaba.

—Dios mío, está bien. Voy a ir.

La expresión de satisfacción en el rostro de Neptuno fue evidente. Había conseguido lo que quería. La preparación para la fiesta comenzó de inmediato. Urano se esforzó en encontrar la mejor ropa en su armario, aunque la mayoría de sus atuendos eran repetidos y un tanto monótonos. Se arregló con esmero, intentando darle un toque especial a su apariencia.

—Estoy listo, ¿y tú? —dijo Urano, mirando a Neptuno que aún estaba buscando sus zapatos.

—¡Espérame! Me faltan los zapatos, menso. —contestó Neptuno, con un tono de prisa en su voz.

—Vamos a llegar tarde si no te apuras, —dijo Urano con impaciencia, mientras miraba el reloj y ajustaba su corbata.

Finalmente, los dos gigantes helados salieron hacia el lugar de la fiesta. Mientras caminaban, Neptuno intentaba distraer a Urano con charlas triviales.

—no te has puesto a pensar  que las hormigas tienen órganos que son miniaturas de los nuestros? —comentó Neptuno, con una sonrisa juguetona.

—No digas mamadas, Neptuno. —respondió Urano, intentando mantener su nerviosismo bajo control.

Cuando llegaron a la fiesta, el lugar estaba repleto de luces y música vibrante. La sala estaba decorada con una elegancia, y unas luces que parecían estrellas. Neptuno, como era su costumbre, se lanzó a saludar a todos con entusiasmo. En cuanto vio a Tritón, una de sus lunas favoritas, se acercó rápidamente.

—¡Hey! ¿Qué haces aquí? No pensaba verte. ¿Te verás con tu noviecita o algo así? —preguntó Neptuno con un tono burlón.

—Ya para, Neptuno, no tengo novia —respondió Tritón, con una cara neutra.

Mientras Neptuno conversaba con Tritón, Urano se armó de valor y se acercó a Saturno. Su corazón latía con fuerza, y su mente estaba llena de pensamientos nerviosos.

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⏰ Última actualización: Aug 25 ⏰

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