La anciana

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En una ciudad pintoresca en Londres de esas que arrullaban en las paredes las casas de ladrillos y balcones, existió por mucho tiempo un extraño rumor de que en las calles empedradas de un pueblito llamado Suri, al filo de la noche oscura, una anciana caminaba sin rumbo y sin destino, sin brillo en los ojos y en sus pasos. Los que la habían visto podían describir a la anciana que vestía con una larga falda negra de flores azules, una camisa negra de mangas y un velo negro de encaje, la anciana caminaba torpemente aludiendo al hecho de que caminaba así por su vejez, también llevaba consigo un rosario y murmuba algunas oraciones, entre ellas el padre nuestro y el ave María. Llevaba la cabeza baja como si no quisiera que nadie la viese sumergida entre sus ya extrañas facciones.

La anciana parecía sacada de la Iglesia, pero nadie la reconocía, la veían aparecer en la esquina de donde venden el periódico, caminaba unas cuadras y desaparecía lentamente, era un espectro aterrador que estaba causando miedo y confusión en los habitantes del pueblo.

Nicole tenía la mañia de escaparse de la casa, era una adolescente rebelde y su mamá no la dejaba hacer nada, esa vez no la dejo ir a una fiesta y terminó escapando como siempre, su madre no sabía que más hacer ante la actitud de su única hija, toda una adolescente que esta conociendo lo que los adultos llamamos "El primer paso" el primer paso de muchos fracasos y errores que nos transforman en los adultos del mañana.

Esa noche ya cuando no se ve "Ni un alma" venía Nicole medio tomada de la fiesta, le había tocado caminar ya que ninguno de sus amigos quiso traerla a casa, conocían a la mamá de Nicole y lo que menos querían era encontrarse con la amargada señora, Nicole pensaba en la excusa que pondría a su madre.

El viento era oscuro como la noche, el viento era frio y hacía que las hojas matinales se movieran de sitio y las empujaba por los aires, las casas mostraban algunas luces encendidas en las que a través de la ventana alguna familia aún platicaba del día a día. Las piedras tocaban las suelas de los zapatos de Nicole, se encontró con una a la que pateo desde la cafetería Mamá Clara, hasta el puesto de verduras de la señora Thompson. Nicole disfrutaba la noche y la soledad olvidando cualquier rumor antes escuchado.

Al llegar casi a dos calles de su casa, una corriente fría le hizo mover su cabello y querer desear un abrigo, a lo lejos diviso una silueta que caminaba tan lenta y tan torpe hacía ella, Nicole desconocía quién podría ser a estas horas de las noche, la silueta caminaba hacía ella en las calles empedradas.

Al acercarse un poco a aquella figura, pudo ver que se trataba de una anciana, lo supo por su ropa y por el velo de encaje que hacía que la luz de la luna atravesara los agujeros del mismo, también supo que era una anciana al ver su tambaleante caminar y al ver la respectiva joroba que se forma en la espalda de los que han cargado por años incontables historias.

Los labios de Nicole estaban frios, podía ver su aliento salir como una pequeña neblina que se desvanecia, ella no tenía ganas de decir buenas noches, como cortésmente se hacía, quería ignorar a aquella anciana y pasar de largo ya que se encontraba cerca de casa.

Al acercarce más a la anciana escuchó unos suaves balbuceos, como si la anciana viniera hablando consigo misma, vio colgar de sus manos un largo rosario del que cada cuenca contaba una oración imaginaria que la anciana hacía realidad en sus balbuceantes labios. Ya cerca de ella sintió que aquel frio no era el de la noche, era un frio invernal que hacía congelarle la cordura, pasó cerca de la anciana y esta estaba tan distraída que apenas miró a Nicole y pasó de largo, ella aliviada de no tener que saludarla siguió su paso ignorando el destino de la ancina.

Escuchaba los murmullos cada vez más lejos, pero Nicole cometió el error de mirar atrás, error que cometen los incrédulos al no creer en si mismos, miró a sus espaldas y la anciana estaba parada a mitad de la calle mirándola de frente con la cabeza en alto, Nicole sintió el miedo tan cerca de su corazón que le hizo palpitar tan fuerte como el artista que golpea con el cincel al marmol, su corazón era golpeado por el miedo y aquella anciana ahora parecía una amenaza.

Instintivamente como cualquier persona lo haría, Nicole se echó a correr, la anciana corría tras ella también, al mirar de nuevo hacía atrás miró que la anciana caminaba boca arriba con las piernas hacía delante impulsandose con los brazos y las manos, tal visión aterro más a la pobre Nicole quien ahora dejó escapar los gritos que sus fríos labios estaban reteniendo, aquello parecía sacado del mismo infierno y ningún alma estuvo dispuesta a encender la luz y ayudar a la damisela en peligro...

Los gritos de Nicole se silenciaron, los que la habían escuchado siguieron durmiendo tranquilamente en sus almohadas blancas de sueños y cansancio, ahora el arrullo de los grillos y el viento empujando las hojas eran los protagonistas de aquella noche fría.

Nicole no volvió a ser vista, lo único que quedó de ella fue su ropa a mitad de la calle, su cartera y su teléfono celular, la madre desconsolada sabía que la anciana se había llevado a su pobre hija.

Los testigos se miraron unos a otros... Una oveja descarriada había sido puesta en su lugar...

Más espíritus rebeldes seguirán colmando la paciencia los ancianos, más personas jóvenes serán castigadas por la voz de la sabiduría...

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