Bajé las extensas escaleras.
Abrí la heladera, estaba sedienta. Tenía la boca sumamente seca y rasposa mi garganta, recogí una botella de agua; Mientras desenroscaba la tapa, notaba una presencia a mi derecha.
Apenas miré de reojo, noté que el "ente" se encontraba al lado de la silla mecedora. Podía sentir que tenía forma de humano, sentía sus penetrantes ojos clavados en mí. Por alguna extraña razón no podía mirarlo directamente.
Clavé el pico de la botella en mis labios y lentamente comencé a inclinarla para beber, esta vez mirando hacia el frente.
Sentía esa presencia aún más que antes, como si se hubiera movido bruscamente, pero no podía girar mi cuello y observarla. Algo me lo impedía.
Guardé la botella, cerré la puerta de la heladera. Luego de esto, se oyó el ruido de la silla, como si alguien estuviese meciéndose furiosamente en ella, en ese mismo momento comencé a agitarme. Tomé aire y giré el cuello lo más lento posible, sin parpadear.
El movimiento de la silla y el tétrico ruido que ésta provocaba desaparecían lentamente. Me calmé cuando comprobé que no había nada extraño, el ente que apenas creí ver no estaba por ningún lado. La silla mecedora se movía ligeramente, lo cual me mantenía alarmada.
Ahora solo quedaba caminar por allí para ir a mi habitación, no era tarea difícil.
Corrí. Algo me hizo correr, no tuve tiempo para pensar en lo que estaba haciendo. Subí las extensas escaleras como si estuviera huyendo. Al llegar, cerré la puerta, me recosté en mi cama boca arriba, apreciando el techo. Observé el ventilador, las telarañas, las manchas de humedad. No dejaba de estar nerviosa; De pronto, la misma presencia de antes volvió a aparecer, podía sentirla a mi derecha, sólo que ahora estaba a centímetros de mí. Me giré violentamente hacia la izquierda, me tapé con mis frazadas y cerré mis ojos con todas mis fuerzas.
Y, al oír con cuidado, el silencio se convertía cada vez más en el ruido interminable de una mecedora.