Bajo la luz de la luna.

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In the Middle of the Night - Elley Duhé.

El eco de los pasos resonaba en la cripta abandonada, rebotando en las paredes de piedra húmedas y mohosas. El aire estaba impregnado con un olor a tierra y muerte que me envolvía, haciendo que mi piel se erizara. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que me atrapó, pero cada segundo bajo su mirada era una eternidad. La humedad del invierno se colaba entre las grietas de la vieja mansión, pero ni siquiera el frío podía competir con la intensidad de sus ojos. Klaus Mikaelson, el vampiro al que había jurado destruir, estaba frente a mí, observándome con una mezcla de diversión y desprecio.

Mis muñecas ardían bajo la presión de las cadenas que me ataban a una silla de madera. Intenté no mostrar debilidad, aunque cada parte de mi cuerpo me gritaba que cediera, que dejara de luchar. Pero no podía. No se lo permitiría. Sabía lo que él era capaz de hacer, lo que ya había hecho, y no me daría por vencida tan fácilmente.

—Sabes que no saldrás viva de aquí, ¿verdad? —su voz era suave, casi amable, pero sus palabras tenían el filo de una daga.

Lo miré con furia, deseando que mis ojos pudieran traspasarlo como una estaca. —Vete al infierno.

Una sonrisa torcida se formó en sus labios, y en su risa baja había un oscuro placer que me hizo estremecer. No era una risa alegre; era una risa que emanaba poder, que disfrutaba de la situación en la que me encontraba. Lo observé mientras se acercaba lentamente, cada paso suyo estaba cargado de un magnetismo peligroso.

—Tan feroz... —susurró, inclinándose hacia mí—. Pero no te servirá de nada.

El odio que sentía por él era palpable, pero mi cuerpo comenzó a traicionarme. Pude sentir mi corazón latiendo más rápido, la sangre corriendo por mis venas, y sabía que él también lo notaba. Klaus alargó una mano y acarició mi mejilla con un dedo, la suavidad de su toque era un contraste inquietante con la dureza de sus palabras.

—¿Por qué tanto odio, cariño? —murmuró, con una voz que parecía hecha de seda oscura—. ¿Qué te he hecho para merecer tu desprecio?

—Destruiste mi vida. Mi familia. Mis amigos. —Mi voz sonó firme, pero incluso yo podía sentir la vulnerabilidad detrás de mis palabras.

—Ah, entonces esto es personal. —Sus ojos brillaron con malicia, y me di cuenta de que le encantaba—. Me gusta eso.

Sus palabras me hicieron arder de rabia. Lo odiaba con cada fibra de mi ser, pero lo peor era saber que, a pesar de todo, había algo en él que me atraía de una forma que no podía controlar. Mis manos temblaban ligeramente, y sabía que él lo notaba, disfrutando de mi lucha interna. Se inclinó más cerca, tan cerca que pude sentir el calor de su aliento en mi piel. Mi cuerpo se tensó involuntariamente, luchando contra el impulso de inclinarme hacia él.

—Podría hacerte sentir cosas que jamás has imaginado. —El tono de su voz era oscuro, prometedor, como si me ofreciera un placer prohibido.

—No tienes poder sobre mí —susurré, pero mi voz temblaba.

—Vamos a ver si eso es cierto.

No tuve tiempo de reaccionar antes de que sus labios se estrellaran contra los míos. Fue un beso furioso, sin compasión, cargado de todo el odio y deseo que había entre nosotros. Luché al principio, intentando mantenerme firme en mi rechazo, pero la intensidad de su atracción, la química innegable que nos envolvía, era demasiado poderosa. Abrí los labios para él, y en ese momento supe que estaba condenada.

Sus manos encontraron las mías, y con un movimiento brusco, me liberó de las cadenas que me sujetaban. Mi instinto me decía que aprovechara la oportunidad para huir, pero mis piernas no respondieron. En lugar de eso, mis manos se enredaron en su cabello mientras él me empujaba contra la fría pared de piedra. La luz de la luna se filtraba por una pequeña abertura en la cripta, iluminando nuestros cuerpos entrelazados en una danza de odio y deseo. Todo en él me desarmaba; la fuerza con la que me sostenía, el calor de su piel contra la mía, la forma en que sus manos recorrían mi cuerpo con una familiaridad inquietante.

—¿Es esto lo que querías? —murmuró contra mi cuello, mientras sus labios se movían por mi piel, marcándome como suya.

No respondí, porque no podía. Mi mente estaba atrapada en una maraña de confusión, entre la necesidad de odiarlo y la necesidad de él. Mi cuerpo lo traicionaba, respondiendo a cada uno de sus toques con una urgencia que me aterrorizaba. No había espacio para pensar, solo para sentir, y eso me enfurecía aún más.

—Odio cómo me haces sentir, Klaus —dije entre dientes, con la voz ahogada por la intensidad de lo que estaba ocurriendo.

Él sonrió contra mi piel, satisfecho, como si mi confesión fuera todo lo que necesitaba escuchar. —Y yo amo cómo luchas contra eso.

Sus movimientos eran bruscos, desesperados, y podía sentir la lucha interna que se libraba dentro de mí. Sabía que era un monstruo, pero en ese momento, con mi piel ardiendo bajo su toque, no podía pensar en nada más que en él. El odio que sentía se desvanecía, sustituido por un deseo crudo que me consumía por completo.

—No te pertenezco —logré decir, aunque mi voz estaba cargada de un anhelo que no podía ocultar.

—Eso es lo que me encanta de ti —dijo, con una sonrisa oscura—. Eres indomable... y eso te hace aún más mía.

Me llevó al borde del placer, empujándome una y otra vez, disfrutando de cada momento en que mi resistencia se derrumbaba. Mi mente se nubló, atrapada entre la necesidad de odiarlo y la necesidad de él. Cuando finalmente me soltó, susurró en mi oído:

—Eres mía ahora, cariño. No importa cuánto lo niegues, siempre regresarás a mí.

Mi cuerpo temblaba mientras trataba de procesar lo que acababa de suceder. Sabía que tenía razón. Pero mientras la noche continuaba, bajo la luz de la luna, solo quedaba un rastro de lágrimas y el amargo sabor de la derrota, mezclado con el placer de la rendición.

Él se alejó, seguro de que había ganado. Yo no lo miré mientras se marchaba, sabiendo que el verdadero desafío apenas comenzaba. Porque, en algún rincón oscuro de mi corazón, ahora había un espacio que solo Klaus podía llenar.

Sombras de la Luna: One Shots de Klaus MikaelsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora