Al filo del deseo

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Closer - Nine Inch Nails.

Nunca me había enfrentado a algo así. La maldición que me lanzaron, por más poderosa que fuera, se sintió más como un castigo cruel que como una simple hechicería. No sólo me obligó a buscar a Klaus Mikaelson, el infame híbrido de vampiro y lobo, sino que me arrastró hacia él con una atracción que me resultaba casi insoportable. Ahora, mientras me acerco a la mansión Mikaelson, siento mi cuerpo traicionándome, cada músculo tirante con el deseo que no puedo controlar.

La primera vez que vi a Klaus, su mirada fría y calculadora me hizo sentir como si fuera un insecto bajo un microscopio. La noche en que llegué a su mansión, él estaba en el salón principal, rodeado de una opulencia que parecía decir: "Aquí mando yo". No me esperaba que él se dirigiera a mí, pero cuando lo hizo, la sensación de su voz resonando en mi pecho casi me hizo desmoronarme.

—¿Y qué tenemos aquí? —preguntó, su tono era una mezcla de burla y curiosidad.

—Vine a matarte —le respondí con firmeza, aunque sentía como si mis palabras se desmoronaran bajo el peso de mi deseo.

Klaus rió, un sonido que era a la vez hipnótico y peligroso. —¿Realmente crees que puedes hacerlo? —dijo, acercándose un paso más. —¿Qué te hace pensar que eres la excepción a todas las veces que me han subestimado?

Intenté mantenerme firme, pero cuando se acercó aún más, una oleada de deseo me sacudió con tal fuerza que me costó respirar. Apreté los dientes y luché contra la atracción que me hacía querer caer en sus brazos. Cada palabra que decía era una mezcla de amenaza y tentación, y yo era incapaz de resistir la forma en que su presencia me envolvía.

—Eres una maldición —le dije, sabiendo que mi voz temblaba ligeramente. —Una maldición para cualquier cazadora que se cruce en tu camino.

Klaus se acercó aún más, su rostro apenas a unos centímetros del mío. —¿Y qué hay de ti? ¿Sientes esa maldición, verdad? ¿Sientes cómo te consume?

Antes de que pudiera responder, la distancia entre nosotros se desvaneció y él me atrajo hacia su cuerpo con una fuerza que me hizo jadear. Me sentí atrapada, y a pesar de mi deseo de resistir, la atracción era demasiado fuerte. Podía sentir su respiración caliente en mi cuello, y la forma en que su cuerpo se movía contra el mío era una tortura deliciosa.

—No te puedo dejar ir —murmuró Klaus, sus labios rozando mi oído. —Sé que te estás resistiendo, pero también sé que en el fondo, estás deseando ceder.

Mi mente gritaba que me alejara, que debía luchar contra esta atracción que me dominaba, pero mi cuerpo era una traición constante. La maldición me obligaba a sentir una necesidad ardiente por él, y Klaus lo sabía. Él se regocijaba en mi lucha, disfrutando cada instante de mi tormento.

—Klaus, déjame en paz —logré decir, aunque mis palabras se sentían vacías y débiles.

Él soltó una risa baja y grave. —No puedes decirme lo que hacer. Te deseo demasiado para ignorar esta lucha que te consume.

De repente, sus labios encontraron los míos en un beso que era a la vez feroz y apasionado. La intensidad de su beso encendió una llama que había estado ardiendo dentro de mí. Me sentí atrapada entre el odio que tenía hacia él y el deseo incontrolable que me consumía. Mi resistencia se desmoronó y me entregué a la pasión que me estaba devorando.

Klaus me llevó a una habitación cercana con una urgencia que era palpable. En el momento en que la puerta se cerró, la habitación se llenó de un calor sofocante. Me empujó contra la pared y sus manos recorrieron mi cuerpo con una necesidad desesperada. Los besos y caricias se volvieron más intensos, y cada roce de su piel contra la mía era una tormenta de sensaciones que me hicieron perder toda capacidad de raciocinio.

Finalmente, se desnudó y me empujó hacia la cama con una fuerza que era casi brutal. Me miró con una mezcla de deseo y dominación antes de desatar una pasión que era tanto violenta como indulgente. Cada movimiento, cada toque, era una mezcla de poder y deseo que me arrastraba más profundamente en su mundo.

La noche que pasamos juntos fue una mezcla de odio y deseo tan poderosa que resultó ser un castigo y una indulgencia en uno. Al amanecer, Klaus me miró con una satisfacción cruel, sabiendo que había ganado la batalla contra mi resistencia. Mientras me vestía para irme, él se acercó y, con una última sonrisa desafiante, me dijo:

—Recuerda, querida, no puedes luchar contra lo que realmente deseas.

Salí de la mansión Mikaelson con una mezcla de rabia y deseo. Sabía que, a pesar de la maldición que me había sido impuesta, mi encuentro con Klaus había cambiado algo dentro de mí. La lucha entre el odio y el deseo continuaría, y su presencia en mi vida sería una constante batalla entre lo que debía y lo que deseaba.

Sombras de la Luna: One Shots de Klaus MikaelsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora