Tentación de Sangre

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Animals - Maroon 5

La noche estaba oscura, y el aire de Nueva Orleans se sentía denso, cargado con promesas de peligro y antiguos rencores. Caminé por las calles empedradas, mis pasos resonando en la quietud de la madrugada. Mi corazón latía con fuerza, no por miedo, sino por la anticipación de lo que estaba por venir. Después de siglos de espera, finalmente estaba aquí, lista para enfrentar al hombre que había destruido mi vida.

Su nombre era Klaus Mikaelson, y su sola mención hacía que mi sangre hirviera. La última vez que estuve en esta ciudad, mi familia fue aniquilada por su mano, y apenas logré escapar con vida. Pero el tiempo y la distancia no habían curado mis heridas. Al contrario, el odio que sentía por Klaus solo había crecido con cada día que pasaba. Y ahora, estaba aquí para vengarme.

Me detuve frente a la mansión Mikaelson, un edificio majestuoso que parecía resplandecer en la oscuridad. Respiré hondo, sintiendo cómo la magia que había acumulado durante siglos comenzaba a burbujear en mi interior. Las runas grabadas en mi piel, símbolos de poder y protección, brillaban débilmente bajo la luz de la luna. Estaba preparada para este momento, para acabar con Klaus de una vez por todas.

Sin embargo, en el fondo de mi ser, algo más se agitaba junto al odio. Una emoción que no quería reconocer, que me avergonzaba y me asustaba al mismo tiempo. Lo había sentido desde la primera vez que vi a Klaus, desde el primer encuentro en el que nuestras miradas se cruzaron. Una atracción oscura, peligrosa, que luchaba por controlar.

Sacudí la cabeza, despejando esos pensamientos de mi mente. Esto no era sobre deseos reprimidos ni pasiones prohibidas. Era sobre justicia, sobre hacer pagar a Klaus por todo lo que me había quitado. Me acerqué a la puerta de la mansión, y antes de que pudiera tocarla, se abrió de golpe.

Allí estaba él, Klaus, tan imponente como lo recordaba. Sus ojos me recorrieron con una mirada que mezclaba sorpresa y reconocimiento, y luego, como siempre, esa sonrisa burlona que nunca lograba ocultar del todo la amenaza latente en su expresión.

—Lilith, qué inesperado verte aquí —su voz era baja, casi un susurro, pero su tono goteaba sarcasmo—. O debería decir, por fin te dignas a presentarte.

Me mordí el labio, luchando por mantener la calma. No iba a permitir que me controlara desde el primer momento. Respiré profundamente y di un paso al frente.

—Vine a terminar lo que tú empezaste, Klaus —dije con firmeza, aunque mi voz temblaba ligeramente.

Él se rió, un sonido que me erizó la piel.

—¿De verdad crees que puedes hacerlo? —preguntó, acercándose lentamente. Cada paso que daba hacía que mi corazón latiera con más fuerza.

—Voy a matarte —le aseguré, aunque no sé si estaba intentando convencerlo a él o a mí misma.

Klaus continuó acercándose hasta que estuvo tan cerca que podía sentir su aliento en mi rostro. Sus ojos me taladraban, su sonrisa desaparecida, reemplazada por una mirada intensa, peligrosa.

—Adelante, inténtalo —susurró.

Me lancé hacia él, mi mano alzándose para descargar la magia que había guardado todo este tiempo, pero antes de que pudiera hacerlo, Klaus me agarró por la muñeca y me empujó contra la pared. El impacto me dejó sin aliento, y antes de que pudiera reaccionar, su boca estaba sobre la mía.

El beso fue feroz, cargado de una mezcla de odio y deseo que me tomó por sorpresa. Sentí su lengua deslizarse dentro de mi boca, reclamando la mía en una batalla que no estaba preparada para perder. Mi cuerpo reaccionó antes que mi mente, y en lugar de empujarlo, me encontré correspondiendo, mis manos agarrándose a su camisa mientras su cuerpo se apretaba contra el mío.

Odiaba lo que estaba sintiendo, la manera en que mi cuerpo traicionaba mis intenciones. Este no era el plan. No había previsto sentir este fuego, esta necesidad tan desesperada. Klaus me tenía atrapada, no solo físicamente, sino emocionalmente. Y esa realización me asustó más que cualquier otra cosa.

Finalmente, cuando se apartó, mis labios estaban hinchados y mi respiración descontrolada. Klaus me miró con una mezcla de triunfo y algo más, algo que no podía identificar.

—Siempre supe que había más entre nosotros que solo odio, Lilith —murmuró, su voz baja y peligrosa.

Mi mente estaba nublada, y me tomó un momento recuperar la compostura. Intenté recordar por qué había venido aquí, pero era difícil concentrarme con el calor que aún sentía en mi cuerpo, con la forma en que su mirada me quemaba.

—No va a funcionar, Klaus —dije finalmente, aunque mi voz sonaba menos convincente de lo que me gustaría—. No puedes distraerme de mi objetivo.

Él sonrió de nuevo, esa sonrisa que me hacía querer golpearlo y besarlo al mismo tiempo.

—Veremos, querida —fue todo lo que dijo antes de inclinarse hacia mí otra vez.

Esta vez, cuando sus labios se encontraron con los míos, me prometí que no iba a caer. Pero mientras sus manos viajaban por mi cuerpo, explorando cada rincón, supe que estaba perdida.

   🩸🩸🩸

Klaus no era gentil. Sus movimientos eran rápidos, duros, llenos de una necesidad que reflejaba la mía. Mi vestido cayó al suelo con un suave susurro, dejando mi piel al descubierto bajo sus ojos hambrientos. Las runas que adornaban mi cuerpo brillaban con una luz débil, pero Klaus no parecía impresionado por ellas. Al contrario, sus dedos trazaron los símbolos con una delicadeza que me sorprendió, como si estuviera tratando de entender su significado.

—Siempre me han fascinado las brujas —murmuró, sus labios rozando mi clavícula mientras sus manos continuaban explorando—. Tan llenas de poder, y sin embargo, tan vulnerables a la tentación.

Quise responder, decir algo mordaz, pero las palabras se me escaparon cuando sentí sus labios descender por mi cuello, dejando un rastro de fuego en su camino. Mi cuerpo traicionaba a mi mente, respondiendo a cada toque, a cada beso, con una urgencia que no había previsto.

Lo odiaba. Odiaba lo que me hacía sentir, la manera en que me hacía olvidar todo lo que había planeado. Pero al mismo tiempo, no podía negar el placer que se estaba apoderando de mí, el deseo que crecía con cada segundo que pasaba en sus brazos.

Klaus me tomó con una fuerza que debería haberme enfurecido, pero en lugar de eso, solo aumentó el placer que sentía. Mi cuerpo se arqueó contra el suyo, buscando más, necesitando más. Cada embestida era una mezcla de dolor y placer, un recordatorio de la línea que siempre habíamos caminado entre el odio y el deseo.

Mi mente estaba nublada, y por un momento, olvidé quién era, olvidé por qué estaba aquí. Todo lo que importaba era Klaus, su cuerpo, su toque, su voz susurrando mi nombre al oído mientras me llevaba al borde.

Cuando el clímax finalmente llegó, fue como una tormenta, arrasándome con su intensidad. Grité su nombre, sintiendo cómo mi cuerpo se estremecía con el placer, y en ese momento, no había odio, no había venganza. Solo había nosotros, atrapados en una danza oscura y peligrosa que ambos sabíamos que no podíamos detener.

Cuando todo terminó, me quedé tendida en el suelo, jadeando, tratando de recuperar el aliento. Klaus me miró, su mirada llena de una satisfacción que me hizo querer golpearlo, pero también de algo más, algo que no quería admitir.

—Te lo dije, Lilith —murmuró, su voz suave pero cargada de peligro—. Siempre hay más entre nosotros.

Lo miré, sabiendo que tenía razón, pero también sabiendo que esto no cambiaba nada. Klaus Mikaelson seguiría siendo mi enemigo, sin importar lo que acababa de suceder.

Pero mientras me levantaba, ajustando mi ropa, supe que las cosas no serían tan simples. Había algo entre nosotros, algo que iba más allá del odio o el deseo. Algo que me aterrorizaba, porque sabía que si no tenía cuidado, terminaría destruyéndome.

Me giré para mirarlo una última vez antes de salir de la mansión, y aunque no dije nada, sabía que este no sería el final. Nuestra historia, nuestra oscura danza, apenas estaba comenzando.

Sombras de la Luna: One Shots de Klaus MikaelsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora