Reflexión 💫

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Después de salir completamente devastado de la fiesta de Verosika, Blitzø se desplomó en el asiento de su van como si la gravedad se hubiera duplicado. Cerró los ojos por un instante y dejó escapar un largo y molesto "piiiiiiiiiiiiiiii" de parte de su van. El ruido persistió durante lo que parecieron diez minutos, llenando el ambiente de una incomodidad sofocante. Pronto, comenzaron a llover los gritos y las maldiciones desde afuera, pero a él no le importaba en lo más mínimo. Se encontraba atrapado en una tormenta de emociones internas que ni el caos exterior ni las palabras hirientes podían atravesar. Finalmente, con un esfuerzo desgarrador, se incorporó y decidió conducir hacia su apartamento. Las calles del infierno, como siempre, eran un desmadre absoluto. Gritos, violencia, todo lo que alguien como él debería estar acostumbrado a ignorar. Sin embargo, esa noche nada lo distraía de sus pensamientos oscuros. Subió el volumen de la radio en un intento desesperado de acallar las voces en su cabeza, tratando de imponerse una calma que no sentía.

Sabía que no quería llegar a casa y que Loona, su hija adoptiva, percibiera su mal humor. La idea de que ella lo viera vulnerable lo inquietaba profundamente. No es que fuera probable que le importara de todas formas, pensó amargamente. Loona siempre había mantenido una distancia emocional. Nunca respondía a sus muestras de cariño, nunca aceptaba sus abrazos ni se molestaba en ocultar su desdén. ¿Por qué habría de importarle lo que él sentía? Nadie lo hacía. Era algo que había aceptado a regañadientes hacía mucho tiempo, pero no podía evitar desear, muy en el fondo, que no fuera así.

Finalmente, tras lo que pareció una eternidad, llegó a su apartamento. Abrió la puerta con extremo cuidado, intentando no hacer ruido por si Loona estaba en casa. Pero al acercarse a su habitación, se dio cuenta de que no era necesario ser tan cauteloso. Encontró una nota pegada en la puerta que decía que había ido a una fiesta con Vortex y Beelzebú en el Anillo de la Gula, y que regresaría tarde. Blitzø exhaló un suspiro pesado, mezcla de alivio y resignación. Había esperado evitarla, pero al mismo tiempo, su ausencia le dejó un vacío incómodo.

Al entrar en la sala, se encontró frente a una pared cubierta de fotos. Eran imágenes de él, Loona, Millie y Moxxie, pero en cada una de ellas, su propio rostro había sido tachado con marcador. Miró aquellas fotografías con una sonrisa amarga. Siempre había sido el intruso, el que sobraba. Aquellas marcas en las fotos parecían reflejar lo que él mismo sentía sobre su lugar en el mundo. Dejó escapar un suspiro, un intento de liberar la pesada carga que llevaba en el pecho, y se dejó caer en el sofá. Desde allí, con la mirada perdida en el techo, comenzó a repasar la conversación que había tenido con Verosika.

Quería cambiar. No podía seguir siendo la misma basura de demonio que era en ese momento. No quería serlo para siempre. Por primera vez en mucho tiempo, sus palabras no habían sido una mera fachada o una broma sarcástica para ocultar su dolor. Había hablado desde el corazón, aunque apenas entendía por qué. Y entonces, después de darle vueltas durante lo que parecieron horas, se dio cuenta. No quería cambiar solo por él mismo, sino por las personas que lo rodeaban. No quería perderlas. Algunos aún estaban cerca, como Loona, Fizzarolli, Millie y Moxxie, y estaba decidido a hacer todo lo posible por no alejarse de ellos. Pero otros, como su hermana Barbie, ya se habían distanciado. Y él los quería de vuelta en su vida. Quería reparar esos lazos rotos.

Stolas. No había forma de negar que Stolas estaba en el centro de sus pensamientos. A pesar de todo lo que intentaba ocultar o disimular, era obvio que sentía algo profundo por él. Stolas, el príncipe Goetia, el mismo que había arriesgado su estatus y reputación para prestarle el grimorio. Incluso después de todas las veces que Blitzø lo había decepcionado, Stolas seguía a su lado, salvándolo cuando lo capturaron los cazadores de demonios en el reino humano, preocupado por su bienestar antes de recriminarle su descuido. Y ahora, en lugar de apreciarlo, lo había perdido. Había arruinado todo. En la última luna llena, cegado por su propio miedo al abandono, Blitzø había malinterpretado la oferta de libertad de Stolas y le dijo cosas crueles. Palabras que sabía que jamás podría retirar.

Apretó el cristal asmodiano en su mano con tanta fuerza que casi se astilla, y dejó que las lágrimas fluyeran libremente. No merecía a Stolas, eso era obvio. Stolas merecía a alguien mejor. Mucho mejor que él. Tal vez aquel íncubo que había visto besando a Stolas en la fiesta era justo lo que el príncipe necesitaba. Aunque la idea le quemaba el estómago, no podía dejar de pensar en si ese íncubo sería una buena persona. ¿Y si tenía malas intenciones? ¿Y si estaba con Stolas solo para aprovecharse de él, para hundirlo aún más en el escándalo? ¿Y si era una amenaza, alguien enviado para destruirlo, tal como Striker había intentado hacer?

La paranoia comenzó a instalarse en su mente. Aunque había decidido alejarse para que Stolas pudiera ser feliz, no podía simplemente permitir que cualquier extraño se acercara a él. No iba a permitir que nadie le hiciera daño. Primero, tenía que asegurarse de que ese íncubo no representaba un peligro. Después... después, si todo resultaba estar bien, si el tipo realmente amaba a Stolas y podía hacerlo feliz, entonces Blitzø daría un paso al costado. Le dejaría ocupar el lugar en el corazón de Stolas que él había perdido. Pero aceptarlo sería la parte más difícil. La idea de verlo feliz con otro le desgarraba por dentro. Aun así, si era por Stolas, lo haría. El príncipe se lo merecía.

Blitzø suspiró profundamente, derrotado por la carga emocional que llevaba encima. Pensó en Verosika. Quizás ella podría darle más información sobre ese íncubo, averiguar si se había ido con Stolas o si tenía alguna mala intención. Si el tipo no tenía buenas intenciones, Blitzø haría todo lo posible por mejorar, para ser suficiente para Stolas, para finalmente mostrarle el amor que nunca había tenido el valor de demostrarle. Pero si el íncubo resultaba ser alguien adecuado, alguien que pudiera darle a Stolas la felicidad que él no había podido, lo dejaría ir. A pesar de que la sola idea lo destrozaba, sabía que era lo correcto. Después de todo, en la fiesta Stolas había parecido genuinamente feliz con él.

Finalmente, con la mirada fija en el techo, Blitzø dejó escapar otro suspiro, más largo y profundo esta vez. Sabía que el camino por delante no sería fácil. Sabía que el dolor sería parte de él por mucho tiempo. Pero por primera vez en años, estaba dispuesto a enfrentarse a ello, por Stolas, por su hija Loona, por sus amigos y, tal vez, finalmente, por sí mismo.

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Bueno personas del internet, está es la primera parte de está historia, trataré de actualizar mañana o el viernes, espero les haya gustado, sin nada más que decir nos vemos en el próximo capítulo, chaoo

⚠️La imagen no es mía, créditos a su respectivo creador⚠️

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