siebzehn

197 42 32
                                    


Castigo y cariño

Danielle intentaba que Haerin le dirigiera la palabra tras escuchar el castigo impuesto por la directora. Kang, por su parte, parecía un pequeño gatito enfadado. Ignorando cualquier palabra que saliera de la boca de la australiana.

— Haerin-ah, háblame... — sollozó, rogando por atención.

Haerin seguía con la mirada fija en el suelo, el rostro endurecido por el enojo. El silencio entre ellas se volvía cada vez más pesado.

— Por favor, Haerin, no me ignores — insistió Danielle, tomando los hombros de la menor, batiendola.

Kang se da la vuelta, rendida ante la gentil voz de Marsh.

─ ¿Que? ─ pregunta, arrugando su nariz.

— Perdón, Kitty —murmuró, su voz temblando con arrepentimiento.

Haerin, a pesar del abrazo, se mantuvo rígida, sus brazos cruzados sobre el pecho. Miró a Danielle y tuvo que admitir que se veía sumamente tierna.

— Tu perdón no va a hacer que nos quiten el castigo, Danielle. Tendremos las rodillas realmente adoloridas después de pasar tanto tiempo de hincadas... —dijo Haerin, su voz cargada de frustración, aunque sus palabras se suavizaban con el abrazo.

Danielle hace un pequeño mohín y se separa del abrazo, mirando fijamente a la menor. Toma su mano y la entrelaza con la suya, tomando por sorpresa a la coreana.

─ Cada vez que volvamos al cuarto luego del castigo, me asegurare de cuidar muy bien tus rodillitas. ─ promete, con una sonrisa cálida tallada en su cara.

— Pfft... — dijo Haerin, tapando su cara sonrojada con las manos —. ¿Cómo piensas cuidar mis rodillas, Dani unnie?

Danielle estaba a punto de responder, pero luego negó con la cabeza y se levantó, dejando a Haerin con la duda.

— No te preocupes por eso ahora —dijo Danielle con una sonrisa, tirandose a la cama. 






Lunes había llegado finalmente, y con él, los nervios y el temor que acechaban a todas las chicas del instituto. Al terminar las clases, tendrían que salir al patio y arrodillarse durante dos horas como castigo. Solo pensarlo hacía que un pequeño escalofrío recorriera la espalda de Haerin, quien mordía sus uñas en señal de preocupación. Cada minuto que pasaba antes del castigo parecía una eternidad, y la inquietud se mezclaba con el deseo de encontrar una forma de evitar el castigo que se avecinaba.

La directora se encargó de tocar cada puerta de las castigadas, llevándolas en una fila, obligandolas a estar cabizbajas. Al momento que Haerin escucho las tocadas sobre la puerta, mordió su mejilla interior. Danielle tomo la mano de la menor y con una voz llena de dulzura le dijo:

─ Todo va estar bien. 

Haerin, con la mano de Danielle en la suya, sintió un pequeño alivio ante las palabras reconfortantes. A pesar de su nerviosismo, se esforzó por levantar un poco la cabeza y mirar a Danielle con ojos llenos de gratitud, tal como un pequeño gatito.

El calor era insoportable, y el sol, implacable, parecía casi burlarse de la situación. La directora, con su postura rígida y mirada cruel, se mantenía en la sombra, observando el castigo que ella misma había ordenado.

Las chicas, sudorosas y agobiadas, se mantenían en la misma posición, con las manos firmemente sujetas tras la espalda y la cabeza gacha, intentando soportar el sufrimiento sin quejarse. La orden de mantener el silencio absoluto hacía que el calor se sintiera aún más opresivo, y las dos horas parecían ser una eternidad.

Finalmente, después de lo que pareció un siglo, la directora hizo un gesto imperceptible. Las chicas, aliviadas pero exhaustas, pudieron levantarse lentamente.

Las chicas se reunieron en un grupo pequeño, sus rostros aún enrojecidos por el calor y esfuerzo, y gotas de sudor recorriendo por sus caras. Con voz suave y preocupada, cada una empezó a preguntar cómo se sentían. La respuesta de cada una, aunque variaba en palabras, era la misma: cansadas, sofocadas y deseando que todo hubiera terminado ya.

Haerin observaba sus rodillas, rojas como un tomate.

Mientras cada una se dirigía hacia su dormitorio, el murmullo del resto del alumnado se intensificó. Susurros inentendibles se mezclaban en el aire, pero estaba claro de qué estaban hablando: estaban hablando del grupo castigado. 

Haerin, al llegar a su habitación, se desplomó en la cama con un suspiro de alivio mezclado con agotamiento. Su cuerpo estaba drenado, y la sensación de la cama bajo su peso era un alivio . Sin embargo, su mirada, estaba opaca y oscura, una consecuencia de la exposición prolongada al sol.

Marsh se dirigió al baño con pasos lentos, al llegar al lavabo, tomó un pedazo de toalla de papel y lo mojó ligeramente bajo el chorro de agua fría. La sensación del agua fresca contrastaba con el ardor del sol que había soportado durante tanto tiempo. Exprimió el agua de más y se arrodillo en frente de la menor.

─ Siéntate. ─ a pesar de haber pasado un arduo castigo, la dulzura de la voz de Danielle no cambio. 

Haerin, confusa, se sentó en la cama. La australiana con movimientos suaves y delicados paso  el trapo húmedo por las rojas rodillas de Kang, quitando cualquier sucio que se encontrara en su piel.

─ Yo te prometí que iba cuidar tus rodillas, y yo siempre cumplire mis promesas. ─ colocó su pelo tras la oreja, lentamente se acercó a las rodillas de la coreana, cerró los ojos y dejo un delicado beso sobre cada una.

El contacto de los labios de Marsh, aunque suave, provocó una reacción intensa en Haerin. El rubor de su rostro, ya rojisimo por la exposición al sol, se intensificó aún más. Sus orejas estaban tan ardientes que sentía como si se fueran a desprender de su cabeza. La combinación de la vergüenza y el alivio de la caricia provocó una oleada de emociones que la llevó a patear a Danielle.

Danielle se retorció de dolor en el suelo, tapando su nariz. Haerin abrió sus ojos que por un momento su nacionalidad cambio.

─ ¡Unnie!, perdon perdon, yo- yo no sabia como reaccionar y ahh pues pum... ─ hablaba con torpeza, intentando ayudar a la mayor.

Marsh por fin dirigió su mirada hacia Haerin, aun con sus palmas sobre su nariz.

─ No me quiero ni imaginar qué le pasa a los doctores que te examinan las rodillas, Kitty.

Aquel comentario hizo que la coreana enrojeciera más.

─ Lo siento... ─ jugó nerviosamente con sus dedos, cabizbaja.

─ Esta bien. Solo dame un besito, para que se me cure mas rapido, ¿no? ─ sonrió malvadamente acercándose a Kang.

Después de una breve discusión, Haerin finalmente cedió. Se acercó con una sonrisa tímida, y, con un gesto tierno, plantó un delicado beso en la nariz de Marsh. La caricia fue tan ligera y sincera que Danielle sintió que toco el cielo.

Pecado 🍙 daerinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora