Querido destinatario,
En el santuario de mi corazón, solo tu nombre resuena, un eco eterno que me recuerda a quién pertenezco. Desde el día en que nuestras miradas se cruzaron en persona, aquel día en que conocí tu aroma, a apesar de ya conocer tu mirada, supe que todo mi ser te rendiría devoción, algo en mi ser supo que te pertenecería. Todo mi amor, cada latido de mi corazón, cada pensamiento fugaz, son tuyos. He sido tuyo durante años, y en la fe ciega de este amor encuentro mi paz más pura. No sé cuándo ni si algún día dejaré de serlo, pero lo que sí sé es que mi amor es un altar consagrado en tu honor, y cada latido de mi corazón es un rezo que te invoca. Mi devoción por ti es absoluta, es un fuego que arde sin cesar, iluminando cada rincón de mi alma. Soy tuyo, y en ese sentido de pertenencia encuentro mi mayor paz.
Quiero ser tuyo de la manera más completa, quiero que tomes todo lo que soy y lo hagas tuyo, deseo ser tuyo en cuerpo y alma, que mi entrega se convierta en una ofrenda que aceptes con benevolencia. Mi cuerpo, mi mente, mi alma, están a tus pies, esperando el momento en que decidas reclamarlos. Cada día, mi amor por ti se asemeja más a una plegaria, una súplica silenciosa para que me hagas tuyo por completo, para poder ser llamado tuyo. Quiero que tomes todo lo que soy y lo reclames como tuyo. Que mis pensamientos, mis suspiros, mi piel, todo lo que me compone, sea tu posesión sagrada. Por favor.
Quiero sentir el calor de tus besos una vez más, recordar cómo tu boca sobre la mía era el único lugar donde quería estar. La memoria de esos besos todavía me estremece, y el deseo de volver a probarlos me consume. No puedo evitar pensar en la suavidad de tus besos, en cómo, con cada uno, sentía que me acercaba más al cielo. La memoria de tus labios sobre los míos es un sacramento que guardo con fervor. Y aunque trato de hablar con mesura, temo que descubras la intensidad con la que imagino lo que haríamos si volvieras a besarme. El deseo de volver a sentirte, de probar de nuevo ese néctar, me consume como un fuego santo.
Ansío tenerte cerca, respirar tu aroma, que es tan único y tan tuyo, un perfume que para mí es la esencia misma de lo divino. Quiero que me envuelvas con tu fragancia, que se impregne en mi piel, para llevarte conmigo en cada paso que doy. Quiero que tu esencia sea parte de mí, quiero sentir que, al menos en ese pequeño gesto, soy tuyo de la manera que siempre he deseado ser. Deseo que me llames tuyo, que en esa palabra encuentre la redención que busco en este amor. En ese instante, todo lo que soy se llenará de la certeza de que mi devoción no ha sido en vano.
No sé cuándo ni cómo mi devoción por ti se transformó en este deseo tan profundo de pertenecer a ti por completo. Pero lo sé, lo siento en cada fibra de mi ser, soy tuyo, destinatario, y quiero que me hagas tuyo, ahora y siempre.
Con amor eterno y fe inquebrantable,
El autor
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Las cartas de un cobarde.
RandomCada una de estas misivas, teñidas de fervor y desesperación, es un suspiro escrito con la tinta de mi devoción por ti. Con cada palabra, revelo mi lucha interna, mi deseo insaciable y, en momentos de desolación, mi coraje transformado en amargas co...