Day 1

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El sol de la mañana se filtraba a través de las persianas mal cerradas, lanzando rayos de luz que cortaban la oscuridad en la habitación. El aire estaba cargado con el olor a alcohol derramado y el sudor frío de la noche anterior. 

Ya había pasado una semana desde que anunciaron la muerte de Sanji, la verdad es que no recordaba nada mas allá de eso.

Zoro estaba tirado en el suelo, boca abajo, con un brazo extendido sobre una botella vacía de whisky. Su cabeza palpitaba con un dolor insoportable, un recordatorio de la cantidad de alcohol que había consumido en su intento de ahogar el dolor.

Gruñó mientras intentaba moverse, cada músculo de su cuerpo protestando con un dolor agudo. La noche anterior era un borrón en su memoria, una mezcla de imágenes difusas, ruido ensordecedor, y el sabor amargo del alcohol barato. Lentamente, apoyó las manos en el suelo y se obligó a levantarse, tambaleándose hasta quedar sentado. Su visión estaba borrosa y el mundo giraba a su alrededor, pero algo lo hizo detenerse en seco.

Frente a él, sentado en la mesa de la pequeña sala, estaba Sanji.

Zoro parpadeó varias veces, convencido de que aún estaba borracho, que su mente le estaba jugando una broma cruel. ¿Cómo podía estar Sanji ahí, frente a él, con una expresión serena en el rostro, como si nada hubiera pasado?

El Sanji que estaba viendo llevaba la misma ropa de siempre: una camisa abotonada con los puños perfectamente doblados y un pantalón bien planchado. Sus cabellos rubios caían sobre su frente de la misma manera, y la curva de su cigarrillo en los labios era tan natural como siempre. Pero había algo más en él, algo que Zoro no podía identificar del todo.

—Maldición... —Zoro murmuró, llevándose una mano a la frente, intentando aclarar su visión—. No puede ser...

Sanji, al escuchar la voz de Zoro, levantó la vista de la taza de café que sostenía. Una sonrisa leve, casi burlona, se dibujó en su rostro.

—Finalmente te despiertas, marimo —dijo con ese tono suave pero provocador que Zoro conocía tan bien—. Te ves como una mierda.

Zoro sintió un escalofrío recorrerle la espalda. ¿Era esto un sueño? ¿Una alucinación? ¿El producto de la borrachera? Se frotó los ojos con fuerza, esperando que la visión desapareciera, pero Sanji seguía ahí, tan real como siempre.

—¿Qué... qué demonios...? —logró articular Zoro, sus palabras arrastradas por la confusión y la resaca—. ¿Estás...? No puedes estar aquí...

Sanji exhaló una bocanada de humo antes de responder, con la misma calma desconcertante.

—¿Qué? ¿No estás contento de verme, espadachín? —respondió, levantando una ceja con su típica actitud desafiante—. Te ves como si hubieras visto un fantasma.

Zoro sintió que su corazón se aceleraba. Se puso de pie con torpeza, tambaleándose un poco antes de estabilizarse. Dio un paso hacia Sanji, como si necesitara acercarse para confirmar que no estaba viendo una ilusión.

—Sanji... tú...  —dijo, las palabras saliendo con dificultad, y aun así no pudo terminar la frase.

Sanji lo miró con una mezcla de compasión y algo más, algo que Zoro no pudo identificar. Apagó el cigarrillo en el cenicero, su mirada fija en Zoro mientras lo hacía.

—Ya levántate marimo, el desayuno esta servido. —dijo Sanji con un tono ligero ignorando la tensión que se empezaba a acumular en la habitación.

Zoro estaba completamente desconcertado. Todo lo que había sentido, toda la ira, el dolor, la desesperación de los últimos días, chocaba contra la realidad imposible que tenía frente a él. Dio otro paso hacia Sanji, esta vez extendiendo una mano temblorosa como si temiera que al tocarlo, la imagen se desvanecería.

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⏰ Last updated: Oct 27 ⏰

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