🪦🥀• Capítulo III •🥀🪦

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Capítulo 3.

Fue difícil, pero luego de tanta insistencia, accedió. Dorian tiene una regla y es: Todo tiene un precio. Estaba dispuesto a ayudarme si a cambio, yo le enseñaba a leer y escribir.

Me sorprendió que no supiera hacerlo, pero me quedé callada y solo asentí.

Así que después de varios días de espera decidimos que mañana sería el día indicado. Nos encontraríamos en el bosque por la mañana, bien temprano.

Hoy estaba soleado. El resplandor penetraba en mi habitación y la bañaba con su calor. Tan bravo era el Sol que tuve que apartarme de allí y recostarme en mi cama.

Entre mis dedos sostuve el papel que había encontrado en la sala de trabajo de mi padre. Por la forma en que estaba rasgado me di cuenta que se trataba de la esquina inferior derecha de un pergamino.

Las pocas palabras escritas con una caligrafía bastante aceptable no salían de mi cabeza. Leí y analicé tanto que solo surgieron más dudas.

Repasé de nuevo la vista por las letras, tratando de captar el mensaje.

víctima.
No permitas
para Caisimir.

Y listo. Eso era todo. Un mensaje confuso dirigido al que logró que su nombre fuera mencionado hasta el día de hoy por su gran labor al haber aniquilado al traidor de la nación.

Llamaron a mi puerta y casi de inmediato escondí el papel en mi cajita, que estaba sobre la mesita de noche, donde también guardaba las cartas que me había enviado mi hermano durante todos estos años. Aunque... hace tiempo no sé nada de él.

Abrí la puerta lo justo para percatarme de lo nerviosa que estaba Melissa tras ella. Tenía las manos juntas a la altura de su pecho, se tronaba los dedos y jugaba con ellos. Típico de mi amiga.

Dejé que pasara y se pusiera cómoda. Cerré tras ella, por si a caso.

De brazos cruzados me quedé esperando a que hablase.

—Yo ehm... perdóname. Los siervos habían dicho... bueno, tú sabes como es. Intenté explicártelo pero saliste corriendo y yo...

—¿Te das cuenta de que no me han castigado de milagro? ¡Quedé en ridículo, Melissa! Si vieras sus caras cuando entré de imprevisto en la sala del trono...

–¡Lo sé! Es decir... mi padre me contó. Iba a impedirlo. ¡P-pero no me dejaste! Si hubieras esperado te hubiera explicado todo con calma.

—¿Sabes qué? Ya olvídalo.

—¿Me perdonas?—Preguntó con cara de cachorro abandonado.

—Claro. Solo estaba enfadada.

—Mira yo... ojalá pudiera hacer algo para enmendarlo. De verás que no era mi intención lo que pasó. Por cierto. Mi padre me dijo que el duque se fue a tu encuentro en cuanto saliste de allí. ¿Te dijo algo? Él... ¿Te reprendió por mi culpa?

—Melissa, relájate. Me dio un pequeño sermón de los modales pero nada más. Bueno, también mencionó lo del clero. Pero tu sabes que a mí no me van esas cosas, entonces me marché. ¿Y qué pasó? Nada.

Las rosas de mi tumbaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora