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Louis seguía en casa, inquieto, con la mente ocupada en un solo objetivo: seducir a su vecino Harry. Harry, con su sonrisa encantadora y cuerpo tentador, se había convertido en una obsesión para Louis desde el primer día que lo vio mudarse a la casa de al lado. No podía dejar pasar la oportunidad de acercarse a él. Sabía que tenía que encontrar la manera de estar a solas con Harry, aunque fuera por unos minutos.

Louis estaba perdido en estos pensamientos cuando su hermana entró abruptamente en la habitación, interrumpiendo su ensoñación. 

—Louis —dijo su hermana con una sonrisa maliciosa—, el vecino llamó. Dice que necesita que le arregles la televisión, que no funciona.

Louis se enderezó de inmediato en la cama, con el corazón palpitante. 

—¿Harry? —preguntó, tratando de sonar despreocupado, aunque una chispa de emoción brillaba en sus ojos. 

—Sí, él. —respondió ella antes de salir de la habitación, dejándolo a solas con su imaginación desbocada.

De inmediato, una sonrisa traviesa se dibujó en el rostro de Louis. Esta era su oportunidad. Sin perder tiempo, se puso un pantalón suelto, sin molestarse en usar ropa interior, porque ¿para qué? Se sentía mucho más libre así, y además, quería estar preparado para cualquier eventualidad. Se colocó una camiseta ajustada que marcaba sutilmente sus músculos y unas zapatillas cómodas, perfectas para el plan que tenía en mente.

Caminó con determinación hacia la puerta de la sala, y antes de salir, se giró hacia su hermana.

—No me esperes despierta, después de arreglar la tele de Harry iré a ver a unos amigos. —cerró la puerta detrás de él con un estruendo sordo.

Al llegar frente a la puerta de la casa de Harry, tocó suavemente con los nudillos, pero antes de que pudiera golpear dos veces, la puerta se abrió lentamente, como si hubiera estado esperándolo. Louis se asomó con cautela, sintiendo cómo la adrenalina comenzaba a recorrer su cuerpo. 

—¿Harry? —llamó con voz baja mientras entraba y cerraba la puerta tras de sí.

Avanzó un poco y lo vio sentado en el sofá, con las piernas relajadamente abiertas, mordiendo sus labios con un gesto que parecía inocente pero que para Louis estaba lleno de tentación. 

—Hola, Lou. —respondió Harry con una sonrisa ligera—. La parabólica está en el tejado. ¿Te gustaría que te acompañe?

Louis tragó saliva, sus ojos se deslizaban sin control por el cuerpo de Harry. 

—Sí, claro… eso estaría bien. —dijo, con la voz un poco más grave de lo habitual, mientras intentaba ocultar lo evidente: su creciente deseo.

Harry se levantó del sofá con elegancia y comenzó a caminar hacia una puerta lateral. Louis lo siguió, notando cómo el movimiento de las caderas de Harry captaba toda su atención. Pasaron por una habitación con una gran cama de matrimonio. Louis no pudo evitar imaginarlo allí, con Harry bajo él, ambos perdidos en el placer. Sacudió la cabeza, intentando centrarse en la tarea que tenía delante.

Harry subió al tejado primero y le señaló la antena que estaba a unos metros de distancia. 

—Esa es la que no funciona… —dijo en tono inocente, pero sus ojos destellaban con picardía. 
Louis asintió y sacó una herramienta de la caja que había llevado consigo. Pero mientras intentaba concentrarse en el trabajo, podía sentir la mirada de Harry clavada en él, recorriendo cada detalle de su cuerpo. 

—¿Pasa algo? —preguntó, sin mirarlo directamente, en voz baja para no despertar sospechas de los vecinos. 

—Se te ve… —murmuró Harry con un tono suave, y de inmediato, la excitación de Louis se disparó. Dejó caer la herramienta y bajó rápidamente para acercarse a él.

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