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Pov Harry

A las 7:00 a.m., el despertador comenzó a sonar en la habitación de Harry. Con una mueca de fastidio, se levantó de la cama, aunque su mente seguía atrapada en los recuerdos de la noche anterior, en ese mismo lugar.

Tras escuchar las voces graves y el halagador piropo de su vecino, Louis, decidió tomar una ducha para relajar sus músculos tensos. Luego, se preparó una cena ligera: una ensalada de verduras a la plancha. Sin embargo, por la noche, la tentación fue demasiado fuerte. No pudo resistirse a la necesidad de tocarse, evocando la imagen de esos músculos definidos, de las manos fuertes de Louis recorriendo su cuerpo, y esos labios llenos que se posaban con deseo en su cuello. Recordó también la sensación de ser llenado por la imponente virilidad de su vecino, que lo hacía gemir de placer.

Cada vez que pensaba en ello, la excitación crecía dentro de él, pero sabía que lo mejor sería hacer realidad esos sueños. Tenía que idear un plan para esa noche, la última que pasaría solo, antes de que sus padres regresaran a casa, donde la privacidad sería un lujo.

Con esas ideas en mente, Harry se sentó en el sofá después de preparar un batido de frutas y encendió la televisión. Un programa sobre una familia que sufría un apagón de luz llamó su atención. Minutos después, un electricista aparecía en escena para solucionar el problema. La chispa de una idea se encendió en su mente: podría fingir un problema con la antena de su televisor y pedirle a Louis que la arregle.

Terminó su batido y decidió seguir con su rutina de ejercicios. Optó por trabajar el pecho y utilizó las cintas elásticas que su padre había colocado en la sala. Colocó una cinta en el lado derecho y luego en el izquierdo. Con una botella de agua fría a su lado, comenzó su entrenamiento. Sin embargo, al tirar con fuerza de una de las cintas, esta se soltó y voló directamente al jardín de su vecino.

Con una sonrisa pícara, se secó el sudor con una toalla, tomó las llaves de su casa y decidió dar un paseo hasta la casa de Louis. Al llegar, tocó el timbre y escuchó pasos firmes sobre la tarima de madera. La puerta se abrió, y los ojos de Harry no pudieron evitar bajar hasta la entrepierna de Louis, que estaba claramente bien dotado y, para su sorpresa, excitado.

-Hola, Louis -lo saludó Harry, con una sonrisa seductora.

-Hola, Harry. ¿Quieres pasar? -Louis se hizo a un lado, invitándolo a entrar, y Harry no tardó en responder.

-Vine a buscar mi cinta elástica. Cayó en tu jardín -dijo Harry con un tono sensual, casi en un susurro.

-Ah, claro. Pasa mientras la busco -respondió Louis con una mirada cómplice.

Harry siguió a Louis hasta el jardín, donde este encontró la cinta.

-¿Es esta? -preguntó Louis, sosteniéndola con su mano.

Después de recuperar la cinta, Harry regresó a su casa, pero la idea que había tenido más temprano seguía rondando en su mente. Decidió llevarla a cabo. Fue al armario de su padre y sacó la caja de herramientas. Subió al techo sin que Louis lo viera y aflojó la tuerca de la antena parabólica, asegurándose de que la señal de la televisión quedara inutilizable.

Luego, volvió a entrar en la casa, guardó la caja de herramientas y se dirigió a su cuarto.

Abrió su armario y eligió un babydoll transparente que revelaba un tanga rojo cereza. Se puso unas zapatillas y, con el corazón latiendo rápido, tomó el teléfono fijo de la casa y marcó el número de los Tomlinson.

-¿Hola? -contestó una voz femenina al otro lado de la línea.

-Hola, ¿está Louis? Necesito que venga a revisar mi televisor, parece que no funciona –respondió Harry, esforzándose por sonar casual.

—Sí, está en casa, pero está en su habitación.
¿De parte de quién? —preguntó, seguramente, unas de las hermanas de Louis.

-Soy su vecino, Harry. Fui a su casa esta mañana.

—Le diré que se pase en un momento.

-Gracias, será recompensado –dijo Harry, con un tono que dejaba entrever sus intenciones.

-No hay de qué, adiós.

-Adiós -se despidió Harry, colgando el teléfono.

Dejó el teléfono en su lugar y se acomodó, esperando con ansias la llegada de Louis.

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