Frankie comprobó la fecha en su iPhone por tercera vez para cerciorarse de que no estaba alucinando. Seguía diciendo: "1 de junio". Las yemas de sus dedos soltaban chispas amarillas que caían como gotas de lluvia sobre las abarrotadas gradas del gimnasio del instituto. Se posaron junto a sus zapatos a rayas blancas y negras con pulsera en el tobillo, y luego se apagaron como luciérnagas. Al terminar la jornada, ¡quedarían veintitrés días de clase! ¡Veinticuatro para el primer día de vacaciones de verano! ¡Veinticuatro días para veinticuatro horas ELECTRIZANTES, siete días a la semana!
En medio de los crecientes sonidos de alumnos parlanchines que maniobran para conseguir un asiento, el chico normi al lado de Frankie le colocó una cálida mano en el hombro. "¿Estás bien?", parecían preguntar sus ojos del color de la mezclilla.
Frankie asintió con una sonrisa y, acto seguido, regresó a la pantalla. Después de seis meses de EPA (Exhibiciones Públicas de Ansiedad), Brett Redding todavía notaba el mínimo parpadeo proveniente de Frankie. Si soltaba chispas durante el examen, levantaba la mirada y le hacía un guiño alentador. Si soltaba chispas cuando un profesor la nombraba, le colocaba una mano en la espalda. Sin embargo, cuando lanzaba chispas al ver una película de terror, Brett se reía. ¿Y el resto de los alumnos de Merston High? Habían dejado de maravillarse ante las rarezas de Frankie meses atrás. La conmoción al ver a la nieta de Frankenstein era taaaan del noviembre pasado.
Incapaz de quedarse quieta, Frankie hizo rebotar su rodilla color verde menta. ¡Zas! Otra chispa chamuscó un pequeño orificio en la capa de poliuretano de la grada. Frankie arrugó la nariz e intentó despejar el olor a plástico quemado con un movimiento de la mano antes de que alguien lo notara.
- ¿A qué viene el espectáculo de luces? – preguntó Brett, examinando el gimnasio en busca de una posible causa.
- Estoy bien – le aseguró Frankie mientras deslizaba el pulgar por su teclado numérico-. Acabo de tener otra idea para mi lista de cosas que hacer-o-morir para el verano, y me emocioné.
- Se dice "lista de cosas que hacer", a secas – Brett esbozó una sonrisa-. Ya lo sabes, ¿verdad?
- La mía, no – a toda prisa, tecleó: EXPERIMENTO: BRONCEARME SÓLO LAS PIERNAS, PARA QUE PAREZCA QUE LLEVO MEDIAS VERDE OSCURO-. Las de cosas que debo hacer son de flojera. Todo lo de mi lista es para morirse – insistió Frankie, defendiendo sus dieciséis ideas. Porque, en realidad, eran más que simples ideas. Eran aventuras para celebrar el buen clima. Al menos, para ella. La mayoría de sus amigos ya habían pasado descalzos un día entero; habían atrapado en un bote una auténtica luciérnaga, o experimentado una limpieza de energía solar de tres días de duración. Pero Frankie no. Aunque le hubieran implantado quince años de conocimiento, éste iba a ser su primer verano de vida real. Y estaba dispuesta a aferrarse a la estación con cada puntada de su cuerpo. Sólo tenía que superar aquella última asamblea semanal de educación para la diversidad sin provocar un cortocircuito y le quedaría una hora menos.
Blue se apretujó en la grada junto a Frankie. Una vez instalada, enroscó sus rizos rubios en un nudo y los sujetó con un palillo lacado de color turquesa. Abanicándose la nuca, la criatura marina procedente de Australia soltó un suspiro.
- No veo el momento de plantarme el traje de baño y poner mis escamas a remojar.
- ¿A qué hora te haces el pedicure? – preguntó Frankie, pensando que ella misma se beneficiaría de un poco de esmalte de uñas Piggy Polish.
- Nada de eso, Sheila – repuso Blue con su habitual risa en plan delfín-. Es la forma australiana de decir "necesito un chapuzón". Estoy más seca que un mosquito en el desierto – los rayos del sol atravesaban la claraboya del gimnasio y caían sobre sus escamas deshidratadas, arrojando trémulas luces iridiscentes, con forma de medialuna, sobre la pared a espaldas de ambas.
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Monster High 4: Más Muertos Que Nunca - LISI HARRISON
Random¡MONSTRUOS AL PODER! ¿Eres lo bastante RAD para MONSTER HIGH?