laberinto

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Las metáforas no son lo mío, nada lo es realmente. No prometo la gran explicación del año, pero algo es algo.

Digamos que buscaba un juguete desde hace tiempo, un rompecabezas. Tuve que ahorrar muchos meses (años realmente). Tenía varias opciones (y tal vez me quisieron imponer una en específico) pero me encapriché con este rompecabezas, aunque nunca pensé si realmente lo necesitaba, o si no lo dejaría empolvarse como los otros.

Cuando me faltaba poco para poder comprarlo vi otro , uno más fácil a vista de la mayoría de personas, el dinero que tenía hasta aquel momento era suficiente para este segundo rompecabezas, me encontré en un debate.

Puede que le haya mencionado esta duda a alguien cercano, me ayudó a verlo de esta forma: Podía seguir ahorrando para el primer rompecabezas y comprarlo, y si no era lo que esperaba podía venderlo, y con el dinero recuperado comprar el segundo rompecabezas, o podía comprar el segundo rompecabezas de una vez, con el riesgo de decepcionarme y sin posibilidad de recuperar el dinero para comprar el primero.

Seguí ahorrando y compré el primer rompecabezas, pero al momento de la compra, el precio no me pareció justo, no eran solo ahorros, fueron noches de insomnio, hambre, sed y miedo. Revenderlo no me devolvería todo lo que realmente me costó. 

El segundo rompecabezas brillaba en mi mente como una obsesión, querer algo que nunca se me permitió ni siquiera considerar. 

Pero claro, no puede ser tan simple. El primer rompecabezas (al ser más difícil) me daba orgullo. Por otro lado, el segundo me daba satisfacción, pero nadie valoraría eso. 

La razón de mi repentina aversión al primero nació en el momento de la compra, fue una vista a todo lo que había costado, más allá del dinero, del hambre o cualquier dolor físico, veía una factura mental y un boleto de soledad. En el proceso de recaudar dinero para la compra me había negado a recibir ayuda, pues entonces pensaba que si lo hacía, el mérito no sería solo mío. Había evitado cualquier cosa semejante a una distracción, cualquier gasto, por mínimo que fuera.

Recibí aplausos y reconocimiento, pero nunca me di cuenta de que siempre los tuve. 

             __"¿Por qué no estoy gritando de felicidad?"

            __"Tienes el éxito normalizado"

Fue seco, molesto. Fue cierto. 

En ese momento lo fue, en ese momento tuvo sentido. Tuvo sentido hasta esa noche.

Pero no tuvo sentido seguir así toda la semana, todo el mes, los últimos dos meses. Era absurdo, ridículamente tonto y vacío de sentido. No había consejos que dar, ni a quién dárselos. Siempre supe que lo conseguiría, e incluso cuando yo misma lo dudé el mundo se encargó de darme seguridad.

El silencio que sigue a una explosión, el vacío que me persigue desde la celebración. Nunca había experimentado el entumecimiento en tal magnitud. Sueños sin sentido.

Los días previos a la compra llegué a tener pesadillas en las que todo salía mal, yo arruinaba todo y perdía el dinero, despertaba entre sudor y temblores. Odio sudar.

Ahora mismo sigo entre el orgullo y la satisfacción, dudo mucho llegar a una conclusión en los días venideros. Todavía tengo unos meses, solo eso. Espero haber acabado este dilema para diciembre.

-D

why¿Where stories live. Discover now