Prólogo

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Arpino. Escondida entre la frondosidad de las montañas de la provincia de Frosione, hogar de SeokJin desde hace unos seis años, llegaron luego de que fueran removidos y protegidos por ser familia de quien manda en la religión más importante del mundo.

Fue todo un cambio cuando les tocó irse a vivir allí, pero rápidamente Jin se acostumbró a las montañas y colinas. Ir y venir como quiere en la naturaleza, aunque no sabe mucho de ella, la primera vez tocó hiedra venenosa que ocasionó una comezón insoportable. Por lo que fue la burla en su nueva escuela, ver al nuevo compañero cubierto de manchas rojas no fue un buen comienzo.

Su mochila se desliza por su hombro mientras la vuelve a poner en su lugar, tenía aproximadamente una hora para tomar un par de flores del parque, no es que quiera robarlas, solo que son muy bonitas como para dejarlas allí. Deberá pedir disculpas luego por su pequeña travesura.

Arrancó solo tres blancas y dos violetas, sus manos blancas se llenan de tierra pero se las sacude con una pequeña sonrisa, mientras más rápido que salga de allí, más evita que sea visto por el cuidador del parque. Que si bien le agrada, siempre le exige que deje de robar las flores, pero se las termina regalando y Jin llevando una botella de jugo que compra en la tienda de enfrente para el hombre.

Las campanas de la iglesia lo hacen mirar hacía ella. Sale corriendo de donde está, sosteniendo la correa de su mochila para que no se le caiga, y apura sus pasos lo más que puede. El calor en esa época del año era pasable, pero no quiere que su camiseta escolar quede con manchas de sudor, no se vería presentable.

Sale del sendero para meterse entre la pequeña cantidad de árboles y de allí saltar unas rocas en medio del arroyo para toparse con Deborah. Su cabello desarreglado en una coleta alta y su uniforme con algunos toques de césped, mientras intenta ordenar sus libros en el piso.

—Creí que ya no vendrías a buscarme... —comenta sonriendo sin mirarle. Sus ojos café brillando a causa de la luz de sol que hace un contraste bonito con su piel canela.

—Le prometí a Taehyung que ya no volveríamos a llegar tarde —su amigo se lo hizo jurar.

—¿Y cómo nos está yendo con eso? —ella alza su mano y Jin en lugar de darle la suya le entrega las flores.

Azaleas. Las favoritas de Deborah.

—Me debes la tarea de matemáticas —aunque realmente no piensa pedirle nada a cambio.

Deborah trata de no mirar los ojos esmeralda de SeokJin, pero no le queda de otra para darle las gracias, casi evitando sonrojarse. Jin le extiende su mano y ella la toma para ponerse de pie, el bonito contraste de pieles hace que observe por simples segundos cómo la mano de SeokJin sujeta la suya.

Fue mágico por pocos segundos hasta que las campanas de la iglesia volvieron a sonar.

Ambos se miran con una sonrisa—. ¡Carrera! —gritan al unísono.

La pollera de Deborah volaba mientras intentaba ganarle a SeokJin en medio de las rocas, mojando ambos sus medias y zapatos ordenados, la sombra de los árboles calmaba un poco el calor, aún ni sudando se detuvieron. Corriendo a toda velocidad cruzando la plaza.

Las palomas salieron huyendo al verlos pasar con toda la euforia.

—¡Cuidado niños! —oyó Jin por ahí.

A lo que alzó su mano y saludó a la persona, pero sin detenerse, Deborah iba quedándose atrás, hasta que él tomó su mano para correr a la par. Atravesaron la plaza hasta el camino que iba en subida, llegando a un portón enorme con le letra C y seis señoras con vestidos blancos con unas túnicas transparentes en su rostro.

El Papa Oscuro |KOOKJIN+18 (1LIBRO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora