PROLOGO

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Esteban se encontraba cansado y somnoliento, solo lo mantenía despierto el agudo dolor en su espalda a causa de su mala postura. Llevaba horas sentado en su auto y la luz ya no iluminaba lo poco que se podía ver del cielo. (-Esta ciudad esta llena de delincuencia porque hay demasiada oscuridad. –Le había dicho su padre cuando apenas tenia el sueño de ser policía. –Las sabandijas y ratas aman la oscuridad, pueden esconderse y hacer de las suyas en todo momento, pero cuando enciendes la luz corren a ocultarse.) Y eso es lo que era la ciudad; un gran agujero donde las sabandijas y ratas corren y juegan sin parar, solo hasta que la luz del sol se atreve a asomarse un par de horas, solo para recordarles que Dios aun no se olvidaba de ellos.

Esa mañana, Esteban había recibido una llamada de su informante en cubierto, le había dicho que la banda de Monty había recibido un cargamento de drogas desde el exterior. Su padre era un completo moralista que le había enseñado el valor de la verdad y justicia. Como policía de la ciudad de Cáliz tenia mucho que enseñarle a su hijo sobre el oficio y la vida. (-La gente poderosa solo nace para aprovecharse de los débiles, y nosotros somos los débiles, lo único que nos queda es defendernos lo mas que podamos. –Palabras que no había tomado tan literal cuando era niño.) El compartía mucho con su padre a parte de la mollera de piedra, su altura no lo favorecía mucho y su rostro era tan tosco como una roca. También comenzaba a perder el cabello, tanto que a su edad de veintiséis años ya tenia que utilizar un pequeño sombrero negro para ocultar su amplia frente.

El informante lo había llevado a un complejo residencial cerca de los muelles. El típico lugar donde los ancianos adinerados disfrutan de sus últimos días. La vegetación crecía frondosa gracias a la luz artificial y a la humedad de las cascadas que salían de las paredes de piedra, las cuales creaban un lago cristalino de donde nacía el río Saltoro, el cual atravesaba toda la ciudad. El se había estacionado en la avenida principal, la cual tenia menos movimiento que de costumbre, solo una pareja de ancianos que caminaban con un diminuto perro que notaron la actitud sospechosa de Esteban y enseguida cambiaron de acera para evitarlo.

-¿Aún nada? –Talía le habló por la radio.

-Aún nada, sigo en la espera.

En el departamento, Talía era la única que lo apoyaba. Los demás oficiales le obligaban a desistir en su investigación en contra de Jason Montgomery, un acaudalado empresario conectado con el crimen organizado. Su padre también le seguía la pista muy de cerca, pero optaron en continuar la investigación por su propia cuenta. El departamento estaba casi tan corrupto como las calles y cuando se está entre criminales es mejor pretender ser uno.

La espera se prolongo durante mas o menos una hora, hasta que una camioneta se estacionó frente a una enorme casa que daba la espalda al lago y bajaron dos hombres. Uno de ellos era alto y vestido con un traje elegante color plata, no pudo ver su rostro por la distancia, pero lo que estaba fuera de lugar era el segundo sujeto: un chico delgado de pelo castaño claro, casi rubio, que vestía con una playera sin mangas color rojo y unos ajustados pantalones color azul. El delgado llevaba un enorme maletín negro el cual cargaba con esfuerzo. Ambos entraron en la casa y el auto que los llevaba partió enseguida.

-Talía, Talía. –Dijo por la radio.

-Adelante. –Esta le respondió.

-Creo que tenemos algo. –Continuó. –Dos sujetos con actitud sospechosa entraron a una casa con un maletín negro. Procedo a una inspección mas cercana.

-Enterada, solo evita comprometerte demasiado y mantén una distancia segura.

Esteban bajó del auto y se quitó el sombrero para evitar levantar sospechas. Caminó hasta la casa con naturalidad. La casa era bastante grande a comparación de las otras, enormes ventanales y un bonito jardín la hacían pasar desapercibida. Desde un ventanal pudo ver la imagen de una menuda anciana parecía estar conversando con alguien, pero desde ese ángulo no pudo ver bien. Una absurda idea llego a su cabeza: (-El lugar es demasiado normal como para no levantar sospechas, y seguro usan a la anciana como una distracción. –Pensó. –Si me acerco sin intenciones sospechosas podría entrar a la casa.) Tan imprudente como su idea, lo hizo. Subió por el pórtico y toco el timbre, para lo cual se asomó la menuda anciana con una sonrisa desdentada. La puerta siempre la mantenía entreabierta.

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