You will be fine

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A veces, la vida es injusta, ¿no?

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A veces, la vida es injusta, ¿no?

En sus 28 años, nunca había experimentado algo tan devastador. Descubrió de la peor manera lo profundo que puede ser el dolor.

Había vivido una vida tranquila, felizmente casado con la única persona que había amado, y esos pequeños revoltosos que junto a su esposo se convirtieron en su razón de vivir.

Sin embargo, la llamada que recibió aquel fatídico día destrozó algo dentro de él, algo que tal vez nunca recupere. Una parte de sí mismo se había quebrado, llevándose consigo su determinación.

El tiempo comenzó a correr de manera extraña, cada segundo parecía eterno, y las palabras apenas encontraban su camino a través de sus labios. Durante los últimos dos días, había sentido la mirada preocupada de Izuku clavada en él, pero no encontraba fuerzas ni para corresponderle.

Sintió la mano de su esposo sobre la suya, con una de esas hermosas sonrisas que siempre le dedicaba. Se lamentó en silencio no poder inclinarse y besar sus labios, paralizado por el dolor. Con una delicadeza que casi le rompió más el corazón, Izuku lo guió hacia el interior del edificio donde se encontraba la causa de su tormento.

Poco a poco, los pensamientos dispersos de los últimos días comenzaron a acomodarse, y sus sentidos volvieron a él. El mundo dejó de ser borroso, y por fin escuchó las suaves voces que lo rodeaban, casi en susurros. Sintió su cuerpo temblar como una hoja al viento, pero pronto todo quedó en blanco nuevamente cuando sus ojos captaron las imágenes rodeadas de flores en honor a los fallecidos.

Eran sus padres.

El altar estaba dispuesto con la solemnidad que solo un funeral japonés puede tener. En el centro, una plataforma elevada sostenía las fotografías enmarcadas de sus padres, Mitsuki y Masaru. Las imágenes, rodeadas de flores blancas y amarillas, irradiaban una serenidad que contrastaba con el caos emocional que sentía en su interior.

Delante de las fotografías, un conjunto de ofrendas se encontraba cuidadosamente colocado: un pequeño cuenco de arroz, una copa de sake, y frutas dispuestas en un plato de porcelana. El incienso quemaba en un delicado portaincienso de bronce, llenando la habitación con un aroma suave y terroso que mezclaba el presente con recuerdos del pasado.

A los lados del altar, dos velas blancas ardían con una llama tenue, su luz parpadeante proyectando sombras danzantes en las paredes. Un conjunto de lámparas tradicionales, chōchin, colgaban sobre el altar, sus suaves destellos contribuyendo a la atmósfera de introspección y respeto.

Cada detalle del altar parecía diseñado para honrar la memoria de los fallecidos, desde la colocación cuidadosa de las flores hasta los símbolos de longevidad y paz que adornaban las ofrendas. El shōji, las puertas corredizas de papel, estaban abiertas, permitiendo que la luz del día entrara tímidamente en la habitación, mezclándose con la luz de las velas.

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⏰ Última actualización: Sep 01 ⏰

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