†· •Victoria no esperaba que su estratégico plan tuviera tantos traspiés, ni mucho menos que su oponente tenga una cuartada precisa que haría de su venganza, una derrota.
†· •Isabella Swan no era la compañera de eternidad de Edward Cullen y...
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EL ANDAR acelerado de Chloe Collins impedía a los demás seguirla de cerca. Resultaba pasmoso para todos observar la ira con que cargaba aquella dulce elfina, quién siempre se mostraba inocente y con una personalidad suave.
Aquella faceta había caído como una costra, dejando ver la oscuridad más prominente dentro de ella. Su tan cegado enojo generaba que todo con quién se cruzara en medio de aquellos pasillos se apartara ante la fuerte postura con que daba cada paso aquella bella chica, haciéndose a un lado frente a la impotencia mostrada.
— Más te vale hablar. Cuando cruces ese umbral será imposible para tí dar vuelta atrás — espetó ella, volteando y observando fríamente a aquel elfo.
Morrigan se había quedado un segundo en silencio, contemplando su existencia como si dudara de sus acciones del pasado. Él sabía perfectamente que estaba llevando todo aquel plan a la basura, pero también sabía que pese a arruinar todo lo que su amigo hizo en algún momento, tendría un futuro asegurado lejos de las rejas ya que, Chloe Collins era conocida por cumplir con su palabra.
Sin esperar mucho más, Astrid sujeto bruscamente al hombre por el hombro, empujándolo hasta que éste cruzó la puerta. Una vez allí adentro, Morrigan volvió a replantearse sus decisiones al ver a aquellos dos clanes de seres completamente distintos a él, con habilidades superiores que podrían hacer que tranquilamente el elfo deje de contar sus días.
— Hablaré. Pero para eso quiero que tomen su distancia, no acotaré palabra alguna si veo la intención de alguno de ustedes de atentar contra mi integridad — dijo Morrigan con ímpetu.
Los vampiros se miraron unos a otros por unos breves segundos, intercambiando sentimientos de rechazo por aquel ser mágico. Edward, impaciente y casi al borde de la completa ira, dió un paso al frente. Su mirada estaba enfrascada en el profundo dolor que sentía en aquellos momentos. Su desconfianza por aquella humana había crecido estratosfericamente en pocos minutos y sumado a aquello las palabras de su hermana adoptiva, las cuales anticipaban una muerte segura para su compañera, hicieron que su cabeza volará a otro mundo, uno en el cuál solo podía observarse el rostro de Charlotte Evans, sus delicados rasgos faciales y su larga cabellera blanca jamás antes vista en otra persona.
— Habla.— espetó él con voz ronca.
Morrigan se tomó su tiempo, aclarando su garganta y mirando sus botas como si estuviera atento a que éstas no se hubieran manchado con la sangre de los elfos encarcelados. Edward se removió molesto y sumamente alterado debido a la impaciencia que aquel silencio por parte del hombre le generaba.