El peso del legado

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Las primeras luces del amanecer comenzaban a filtrarse por las ventanas de la mansión Hyuga, tiñendo de dorado las paredes y el suelo de mi habitación. Sentado en mi futón, observaba la luz con una mezcla de calma y nerviosismo. Hoy no era un día cualquiera. Ayer me había graduado de la Academia Ninja, y hoy me asignarían a un equipo. Pero en lugar de emoción, sentía una pesada responsabilidad que no me dejaba tranquilo.

Desde que tenía memoria, la presión de ser el heredero de la rama principal del clan Hyuga había pesado sobre mis hombros. Mi padre, Hiashi Hyuga, era un hombre de pocas palabras, pero sus expectativas siempre eran claras. No solo tenía que ser fuerte, tenía que ser perfecto. Tenía que demostrar que era digno del legado que me correspondía, y eso no era algo que se tomara a la ligera en nuestra familia.

Ser el heredero significaba llevar sobre mí el orgullo de generaciones enteras de Hyugas. Cada técnica que aprendía, cada jutsu que dominaba, no era solo una habilidad adquirida, sino una prueba de mi valor. Pero, ¿qué pasaría si fallaba? ¿Qué significaría para mi clan y para mí si no estaba a la altura?

Suspiré profundamente, apartando esos pensamientos de mi mente. No podía permitirme dudar ahora. Había entrenado duro, me había esforzado al máximo en la Academia, y aunque mi Byakugan aún no se había manifestado, sabía que tenía lo necesario para proteger y honrar el nombre de los Hyuga.

Con esos pensamientos en mente, me levanté y comencé a prepararme para el día. Mientras me vestía con el uniforme ninja recién adquirido, no pude evitar mirar mi reflejo en el espejo. Mi cabello oscuro y mis ojos blancos, característicos de nuestra familia, me devolvían la mirada con una expresión seria. Era difícil no ver en mí la sombra de mi padre, sus expectativas reflejadas en cada rasgo.

Bajé al comedor, donde encontré a Hinata, mi hermana gemela, sentada en la mesa. Suavemente, levantó la vista cuando entré y me sonrió tímidamente.

—Buenos días, (T/N) —saludó en voz baja, siempre tan reservada.

—Buenos días, Hinata —respondí, tomando asiento a su lado. La cercanía con mi hermana siempre había sido un consuelo en medio de las presiones familiares. Aunque éramos diferentes en muchos aspectos, compartíamos la carga de ser parte de la rama principal.

Durante el desayuno, las palabras de nuestro padre fueron breves y concisas. Nos felicitó por graduarnos, pero también nos recordó la importancia de mantener el honor del clan en alto, especialmente en nuestras futuras misiones como ninjas. No necesitaba decir más; el mensaje era claro.

Después de comer, Hinata y yo nos dirigimos juntos a la Academia para la asignación de equipos. Mientras caminábamos por las calles de Konoha, noté que ella estaba un poco más nerviosa de lo habitual.

—Hinata, ¿estás bien? —pregunté, aunque ya sabía la respuesta.

Ella asintió lentamente, pero su silencio lo decía todo. Como yo, sentía la presión de ser un Hyuga, aunque en su caso, la sombra de las expectativas de nuestro padre parecía pesar aún más. Aunque no éramos iguales, compartíamos ese sentimiento de responsabilidad, y de alguna manera, eso nos unía aún más.

Al llegar a la Academia, nos encontramos con nuestros compañeros, muchos de los cuales estaban conversando animadamente sobre la graduación del día anterior. Entre ellos, reconocí a Naruto Uzumaki, siempre enérgico y dispuesto a llamar la atención. A su lado, Sakura Haruno y Sasuke Uchiha también estaban presentes, ambos mostrando su habitual contraste de personalidades.

—¡Hinata! ¡(T/N)! —Naruto nos saludó con entusiasmo, acercándose rápidamente—. ¡¿Están emocionados por conocer a nuestros nuevos sensei?!

—Sí, algo así... —respondí, tratando de mantener la conversación ligera. Aunque apreciaba el entusiasmo de Naruto, no podía evitar sentirme un poco distante.

El legado - Sakura HarunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora