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Está cansado de correr.

Pero no puede parar, ya ha sido amenazado con su ejecución definitiva si lo veían otra vez merodeando aquel mercado.

Y no pudo evitarlo, si de eso se conformaba la razón de su asistencia.

Había sido un ladrón desde su corta edad, justo cuando su felicidad y comodidad le fue arrebatada, viendo como cerraban en su cara, a la edad de quince años, las grandes puertas de la casa hogar donde había crecido toda su corta vida.

El Rey supremo había adquirido la propiedad cuando la madre superiora no pudo costear más su terreno, arrebatándole todo lo que tenía y dejando a la merced de la incertidumbre a diez huérfanos. Incluido Jungkook y sus hermanos de crianza Taehyung y Yoongi.

Desde entonces los tres compañeros de vida se sumergían en aventuras ilegales que consistían en engañar a los dueños de puestos de mercados, robarles su mercancía y huir como el viento antes de ser perseguidos.

Solo que en ocasiones, todo salía mal.

Cómo ahora.

Jeon Jungkook sentía los pulmones pesados debido a la falta de aire por el maratón que llevaba desde hace muchos kilómetros, ubicando un buen escondite donde pudiera despistar a los catorce guardias que lo perseguían en caballos.

¿Por qué Jungkook no había robado un caballo? Tampoco él lo sabía.

Pero sin duda facilitaría muchas cosas.

No quería voltear atrás y verificar si sus hermanos seguían huyendo o habían sido atrapados, por miedo a que buscándolos perdiera el ritmo y la velocidad y fuera atrapado por los hombres que pisaban sus talones.

Continuó corriendo sin un rumbo en mente y entonces fue cuando lo vió.

Alzándose majestuoso ante su mirada exploradora, deseosa de un lugar donde poder esconderse y respirar profundo para recuperar el oxígeno que le hacía falta.

El castillo principal tenía sus puertas abiertas el día de hoy, y Jungkook solo pensó en lo maravilloso que esa casualidad le había caído. Cómo anillo al dedo.

***

—Su real majestad, el Rey lo ha solicitado en el salón principal. Los herederos de los reinos vecinos se encuentran llegando al castillo.

El nombrado, terminando de cepillar sus rizos rubios tenía su vista fija en el sirviente, a través del espejo. Se encontraba de pie y con la cabeza hacia abajo, tal vez había encontrado algo interesante en el mármol bajo sus pies o la mirada gélida del principe lo había hecho sentir miedo.

Después de todo, era un novato. Y se intimidaban muy fácil con su presencia.

Jimin extrañaba al antiguo personal, pero al parecer a su padre le encantaba cambiarlos todos los meses.

—Sé amable y dile que no pienso bajar a esa carnicería. —sonrió al espejo y se dió vuelta para acercarse a las puertas. —Y la próxima vez que entres a mi sagrado espacio sin tocar la puerta, me encargaré personalmente de que abandones el castillo y no vuelvas nunca más a trabajar en este recinto o en cualquier otro.

Terminó su discurso cerrando las puertas con fuerza y resoplando, harto, obstinado, de tener que hacer esto todas las semanas con un sirviente diferente.

¿Nadie podía entender que Jimin no quería desposar ni servir a ningún heredero?

Su padre intentó convencerlo de mil maneras en que así debía ser, debía gobernar junto a alguien cuando él ya no pudiera ser Rey, pero no contó con la crianza que le dió a su pequeño, enseñándole a ser terco, orgulloso, egoísta y rebelde.

Aunque eso último, se lo acredita a él mismo, porque su progenitor solo le enseñó a obedecer, que el rubio no haya querido seguir esas instrucciones, era completamente culpa de él y no del Rey.

Las puertas del castillo se abrían cada lunes para recibir a los herederos de los reinos vecinos y tener una amena comida en el salón principal. Los sirvientes vestían uniformes diferentes y el piso era pulido hasta parecer un espejo.

Jimin había sido parte de otras cuatro cenas y en la quinta oportunidad, decidió no salir más otro lunes y quedarse encerrado en su habitación.

Pero después de volverse a recostar e iniciar su lectura, escuchó un alboroto fuera de su habitación, proveniente de los pasillos del gran castillo.

Se acercó a las puertas, retirando el seguro y saliendo hacia el balcón para ver los pisos de abajo. El sirviente que había echado de su habitación hace minutos corría de un lado a otro sin saber que hacer, sin saber cómo controlar el desastre que se avecinaba.

Porque ver tantos guardias corriendo hacia el castillo solo podía significar algo muy malo.

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⏰ Última actualización: Sep 01 ⏰

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steal me. || kookmin +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora