—Chiara Oliver, usted va a ir a la cárcel y se va a pudrir allí —decía la fiscal del distrito mientras se sentaba en su asiento, a la espera del veredicto.
—No me importa —contestó Chiara cruzándose de piernas.
—¿No le importa ir a la cárcel? —preguntó atónito el juez, impactado por su elección de palabras.
—No.
Esa fue la última palabra que pronunció Chiara Oliver Williams antes de ser declarada como culpable de homicidio en grado de tentativa y sentenciada a cinco años de cárcel.
Chiara era una menorquina morena de ojos verdes, tenía 19 años y se había mudado a Barcelona para cumplir su sueño de dedicarse a la música. Era muy simpática, y todos los que la conocían quedaban prendados de ella gracias a su encanto natural. Su personalidad y belleza hacían que fuera la persona más querida del vecindario. Pero..., como todo el mundo, ella también tenía defectos.
Su paciencia brillaba por su ausencia, y eso se trasladaba sobre todo a la madrugada. Todas y cada una de las noches que llevaba viviendo en aquel barrio ocurría algo que perturbaba su descanso; el llanto del hijo de su vecino de al lado, el gato de la vecina de en frente que maullaba cada noche, las fiestas que montaban en alguna otra casa pero que se escuchaban como si estuvieran en la suya... Era un no parar.
Chiara no podía conciliar el sueño nunca por culpa de los residentes del vecindario, y eso estaba afectando a su carácter. Su humor empeoraba cada día, al igual que aumentaba el odio hacia todas y cada una de las personas que hacían ruido, imposibilitando no sólo su descanso, sino la posibilidad de concentrarse a la hora de estudiar y componer, que era para lo que se había mudado allí.
El fatídico día llegó cuando Álvaro, un chico que se había mudado recientemente, dejó a su perro cagar en el rellano de la puerta de su casa y cantó una serenata allí mismo durante su horario de sueño.
Esa misma noche, misteriosamente el vecindario salió ardiendo y, casualmente, todos los extintores de los vecinos habían desaparecido de sus casas, provocando la hospitalización de varios de ellos, algunos con quemaduras leves, otros por inhalación de humo.
Al final nadie murió, pero eso no evitaría la detención de Chiara días después del suceso, después de que la policía encontrara 30 extintores robados en su cobertizo, por lo que se llegó a la conclusión de que ella había iniciado el incendio.
Ahora se encontraba esposada en un furgón policial que viajaba por una carretera desierta hacia el que sería su próximo destino: la cárcel.
Estaba nerviosa, no lo podía ocultar, y la presencia de los dos policías que le acompañaban no ayudaba a mejorar la situación. Uno de ellos, el más serio e imponente de los dos, conducía el vehículo, y el otro la custodiaba a ella desde la parte de atrás, vigilando que no hiciera nada sospechoso para intentar escapar.
—Me gusta tu bigote, te queda muy bien —dijo a su acompañante.
Ninguno de los hombres la miró siquiera. Quizá hacer piropos a los policías no era la estrategia más adecuada para entablar conversación y así tranquilizarse, así que optó por preguntar las dudas que llevaban asaltando su mente desde que el juez había establecido su condena:
—¿Cómo es la cárcel? —hizo una pausa para pensar lo que quería decir exactamente—. ¿Es como en las películas?
Esta vez tampoco recibió respuesta, provocando más incomodidad en el ambiente de la que había previamente. No quería malgastar sus últimos momentos de "libertad" en silencio y cohibida, por lo que decidió hablar sola, como si ellos no estuvieran allí.

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La cárcel || Kivi
Fanfiction*Comedia A veces la vida nos sorprende con giros inesperados que hacen tambalear todo nuestro mundo. Este es el caso de Chiara Oliver que, tras haber sido declarada culpable por tentativa de homicidio, ingresa en prisión. Su vida dará un giro de 1...