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Tuviste los oídos sordos, aceptaste mi decisión, tomaste en cuenta mis razones, por doce horas, me lo pediste al fin.

Pero ya para que, pero, aun así, frustrada, desesperada, sin ganas, acepte.

Idiota.

Eso solo fue el comienzo del principio del fin, esa acción hizo que todo se fuera al carajo y solo trajo el amargo sabor del arrepentimiento.



C.V.

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