Parte 2: La obsesión

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Día tras día, me fui hundiendo en un abismo de oscuridad. No podía apartar la muñeca de mí. La llevaba a todas partes, como si fuera una extensión de mi ser. En la escuela, la escondía en mi mochila, pero sabía que ella estaba allí, observando, susurrando en mi mente. Nadie notaba mi cambio. ¿O tal vez lo hacían, pero simplemente no les importaba?

Comencé a aislarme de todos. Mis amigos, si es que alguna vez los tuve, se alejaron. Mi familia parecía distante, como si una barrera invisible se hubiera levantado entre nosotros. Y todo lo que sentía era odio... un odio profundo hacia el mundo, hacia mí misma.

Una noche, mientras intentaba dormir, la escuché. Su voz, suave y fría, me llamó. "Karla...", susurró. Me levanté, sabiendo que no podría resistir. Bajé al desván, sintiendo cómo mis pies se movían por voluntad propia. Allí estaba, en la penumbra, la muñeca, con sus ojos vacíos fijos en mí.

"Juega conmigo", dijo. No pude evitarlo. Me acerqué, y al tocarla, un torrente de imágenes inundó mi mente. Violencia, sangre, muerte. Personas siendo descuartizadas, gritos ahogados en la oscuridad. Y luego, el silencio... un silencio ensordecedor.

 un silencio ensordecedor

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La Muñeca PerfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora