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el recital y los cánticos siempre fueron lo que ichigo más odiaba, pues se sentía expuesto y asustado con cada melodía tétrica que el clan gojō entonaba.
no había nada tan tétrico cómo las melodías que en su horrible cuerpo resonaban.
sin embargo, para él, lo peor definitivamente fueron los funerales.
había participado en varios funerales desde que tiene memoria, pues el clan gojō estaba plagado de ancianos que fallecían comúnmente; sin embargo, este funeral le estaba afectando mucho más que cualquier otro al que alguna vez fue.
se trataba de J. Daisuke, su padre.
fallecido en condiciones extravagantes y sumamente extrañas, el padre del niño le dejó una última visita hace apenas unos cuántos días, para posteriormente morir.
—desde este momento, tienes dos minutos exactos para hablar con la tumba. —la voz de su cuidadora, lo sobresaltó, y sus palabras apenas fueron captadas por encima del ruido de la lluvia torrencial que caía en los gigantes paraguas de todos los presentes—, no tenemos todo el día, tus entrenamientos están por comenzar. ve.
el pequeño niño reaccionó, corriendo a la tumba de una forma poco digna, porque pudo escuchar los susurros de los demás, hablar sobre enseñarle modales nuevamente. sus ojitos estaban rojos e hinchados por el tiempo que pasó llorando, y ni se diga de su cuerpo, pues se encontraba tembloroso.
—papá... —susurró, con tristeza. el mundo jujutsu le había hecho un funeral apenas ejecutado y rápido, sin mucha ceremonia o énfasis. Ichigo apenas veía a su padre, jugando y sintiéndose cómo un niño normal cuándo lo venía a visitar, distrayendo a su pequeño ser de los horribles entrenamientos y tratos que el clan que lo compró, le daba. ahora, eso también se había acabado.
