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Tokio, Japón
Octubre 2009



        Satoru Gojo mantenía las manos en sus bolsillos y la espalda recargada en el auto negro que le había llevado hasta ese lugar. Sus lentes oscuros reflejaban el sol que se colaba por detrás del gran edificio que recién habían terminado de construir siendo el más lujoso de la zona. Miraba a su alrededor tratando de distraerse en lo que esperaba a su compañero de misión.


El director Yaga fue el encargado de organizar dicha tarea siendo su primera al haber tomado el cargo de director. Algo entre las líneas de "encargarse del nido de maldiciones" y "compañero traído de América" era lo único que recordaba, no se molestó en memorizar lo demás ¿para qué hacerlo?


Pateó una pequeña piedra antes de que terminara totalmente paralizado ante la presencia de un poder maldito mucho mayor a cualquier otro con que se haya topado. Sus ojos se abrieron de par en par y aunque no lo aceptaría, sus manos temblaban. Giró la cabeza a la izquierda solo para encontrarse con otro auto de color negro acercándose. Una vez aparcado, el chofer se bajó de prisa para abrir la puerta trasera.


No lo entendía. El núcleo de dicha energía tan abrumadora no encajaba para nada con lo que se imaginaba.


Una joven no mayor a él puso pie en la tierra. Su cabello amarrado en una coleta era de un castaño tan oscuro que si no fuese por el sol juraría que era negro al igual que sus ojos, enmarcados por pesadas ojeras y un fleco cortado de manera desordenada cayendo por encima de sus cejas. Usaba un conjunto algo parecido a su uniforme: saco color negro encima de una camisa blanca con corbata verde oscuro, falda hasta las rodillas, medias y botas de agujetas. La chica apenas llegaba al 1.60 y olía a vainilla.


El chofer no tardó en abandonar el lugar dejándola allí bajo la seguridad del velo. Se acercó a ella tras tragar saliva y respirar hondo. Gracias a sus Seis Ojos veía su aura como un estallido de colores neones por ningún lado. Como un garabato dibujado por un niño al que le dejaron un paquete nuevo de crayones.


—Hey—saludó ocultando la inquietud que sentía. La mirada cansada y profunda se posó en él—supongo que tú eres mi compañera. Mi nombre es Satoru Gojo.


Ella sacó del bolsillo de su blazer una tarjeta que le entregó. Se trataba de una especie de credencial recién hecha parecida a la suya de la escuela de hechicería a excepción de que carecía del sello, siendo uno con un jaguar que no había creído ver jamás.


Bedelia Duarte
17 años
Técnica maldita: destello negro


—¿Destello negro? ¿Lanzas chispitas o algo así?—preguntó devolviéndosela. La chica lo miró sin expresión alguna guardándola de donde la sacó—no te hizo gracia, entiendo.


Y sin más comenzó a caminar directo al velo que cubría ya el centro comercial con relucientes pisos. Satoru le siguió tras suspirar. Aceleró el paso para abrirle la puerta con una pequeña reverencia. Ella le miró por dos segundos antes de entrar.


—De nada...—frunció el ceño decepcionado ante su silencio—oye, agradecería que por lo menos me explicaras tu técnica. Digo, te emparejaron con el poseedor de los Seis Ojos y no tienes qué preocuparte de nada pero...


Ella se llevó un dedo a los labios haciéndole guardar silencio en cuanto llegaron al centro del edificio. Arriba de ellos tres pisos y un cristal con patrón de triángulos. Satoru ladeó la cabeza sin entender hasta que lo escucho también. Era un arrastre de cadenas.


Ni tres segundos pasaron cuando lo que parecía una gran bola de masa viscosa cayó enfrente suyo. Tenía varios ojos y una boca inmensa en el centro con cadenas como tentáculos. Bedelia extendió su mano como si fuese un reflejo ante la maldición. Más colores salieron por todos lados opacando la vista de Satoru hasta que no hubo nada más que una marca negra en el suelo. Su respiración era agitada cuando él le miró con sorpresa, misma que creció al notar que sus ojos oscuros ya no eran del mismo tono si no que de un rojo escarlata.


La americana al notar su atención se dio la vuelta y sacó con prisa una delgada venda negra para cubrirse. La amarró por debajo de su coleta y ajustó asegurándose que sus ojos estuvieran cubiertos perfectamente pese a que sus manos temblaban. Más ruidos de cadenas se hicieron presentes entre los pasillos a sus costados. No dijo nada y se dirigió a su derecha.


—Tú por allá y yo por acá. Entendido—dijo el japonés casi en un murmuro aún sin comprender lo que estaba pasando.



Fueron exactamente tres minutos los que duraron exterminando las maldiciones menores y volvieron a encontrarse en el centro. Satoru sacudía su ropa ante el polvo de la estructura en construcción antes de levantar la mirada para verle enfrente suyo.


—Me siento como exterminador de plagas con tanta maldición de ocho patas, ugh—se quejó con una mueca.



Y entonces Bedelia cayó de rodillas ante el uso de energía. Él se apresuró a ayudarle pero su mano extendida rechazó el mínimo contacto físico haciéndole retroceder para levantarse sola. Igual de callada inició su camino a las puertas del edificio a un paso tranquilo sintiendo que todo le daba vueltas. Satoru le siguió con el ceño fruncido, "que chica tan rara", pensó saliendo detrás suyo.


El auto ya los esperaba y tras levantar el velo subieron, listos para regresar a la escuela de brujería. Sin embargo, su atención de la ventana fue robada por ella sacando una cadena de plata de su bolsillo; era delgada y poseía un dije que no podía apreciar al estar en el lado contrario del auto igual de brillante. Por arte de magia —o brujería— los colores distorsionados desaparecieron en cuanto fue asegurada a su cuello. Giró la cabeza en dirección a Satoru al sentir su mirada, acción que causó la misma reacción en él pero hacia la ventana como si nada hubiese pasado. Podría estar usando la venda pero había algo en ella que le intimidaba.



El camino fue silencioso y aburrido hasta la sala donde se les había citado tras la misión para reportar lo ocurrido. Dentro estaban sentados en el suelo el director Yaga y una mujer con cierto parentesco a Bedelia por lo que dedujo era su madre. No obstante su cabello era castaño claro y su piel no era tan bronceada como la suya además de que usaba lentes y un vestido largo elegante.


—Tardaron menos de lo que esperábamos—habló el director señalando el lugar vació para que tomasen asiento.


—Si, creo que somos un buen dúo ¿no?—miró a la joven sentándose a su lado quien no tuvo reacción alguna.


—Satoru, te presento a la señora Duarte. Vino aquí con Bedelia.


Entonces eso confirmó su teoría. Con un gesto de cabeza tuvo presente dicha introducción y procedió a explicar los hechos.


—El reporte levantado estaba mal. Se trataba de una maldición de primer grado y un enjambre de bichos de tercera.


El director Yaga comenzó a escribir en las hojas sobre su regazo mientras que la respiración de Bedelia se volvía cada vez más inconsistente hasta que en un abrir y cerrar de ojos se levantó de golpe con la mano en la boca saliendo de la habitación. Satoru hizo lo mismo con preocupación e intención de seguirla pero fue detenido por la mujer.


—Ni te molestes—le detuvo la señora Duarte con un marcado acento extranjero—solo exagera. Como siempre.


—Pero...


—Satoru—fue reprendido por el director.


El chico miró la puerta y se sentó lentamente en su lugar sin apartar la vista de allí, como esperando a que volviese.

wiped out!  ⛧  gojo satoruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora