I. Prólogo

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Me dolían las muñecas y los tobillos de retorcerme una y otra vez, pero lo que realmente me dolía era el coño. Había perdido la cuenta de cuántas veces me había corrido aquella noche y lo peor de todo era que solo eran las 5 de la mañana e Ilia no despertaría al menos hasta dentro de dos horas.

Aquel cabrón me había dejado atada y completamente desnuda encima de la cama. Mis muñecas una a cada lado del cabecero, las cuerdas ya me habían dejado marcas de tanto moverme, al igual que en mis tobillos, los cuales estaban atados cada uno al lado de cada lado de la parte baja de la cama, dejándome completamente abierta. Pero no, aquel no era el castigo. El castigo consistía en aquel vibrador que Ilia había clavado hasta el fondo de mi coño y había programado para que se pusiera a máxima vibración durante dos minutos, algo fácil de soportar si no lo hubiera hecho cada veinte minutos.

Al principio había sido fácil. Había disfrutado, me había corrido unas cuantas veces, gimiendo su nombre, clavando mi mirada en él mientras me corría haciéndole ver que aquello no era ningún castigo para mí, que me encantaba correrme para él una y otra vez. Después él se había largado a su habitación, ya había disfrutado del espectáculo y yo me había quedado allí completamente frustrada. ¿Qué hora era? ¿Tan sólo la una, quizás?

Tan solo media hora después de que él se hubiera ido, comenzó mi tortura. Seguramente por eso él se había marchado, ya había disfrutado todo lo que tenía que disfrutar y ahora tendría que aguantar mi castigo en soledad. Aquel puto vibrador no dejaba de estimular mi hinchado clítoris cada veinte minutos, algo que no podía seguir soportando y que sin embargo, no me quedaba más remedio que soportar.

Cada vez que conseguir relajarme un poco, recuperarme del anterior orgasmo, una nueva oleada de vibración volvía a empezar, haciendo que me retorciese sin parar, después de un rato más de dolor que de placer. Algo que había calculado bien el luchador. Hacía horas que había dejado de gemir, no me quedaban fuerzas, estaba agotada. Las lágrimas habían inundado mis mejillas, al igual que mis múltiples corridas habían empapado el colchón... el cual bien sabía que después me tocaría limpiar.

No había pegado ojo en todo la noche. ¿Quién podría hacerlo con aquello toda la noche estimulando su coño? Por eso un suspiro escapó de mis labios al escuchar el despertador de Ilia. Ya era la hora. Por fin se iba a terminar mi castigo... aunque a aquellas alturas ni si quiera era capaz de recordar por qué se me había castigado.

Aquel cabrón se hizo de rogar. Obviamente a propósito con tal de alargar lo máximo posible aquella tortura. Mordí mis labios al verle aparecer por fin por la puerta, recostándose en el marco de ésta. —¿Qué tal has dormido?.— Preguntó el moreno con diversión. Inspiré lentamente cerrando los ojos, intentando reprimir mis ganas de mandarle a la mierda. Después abrí los ojos lentamente y justo antes de poder contestarle sentí como aquel consolador volvía a vibrar con ímpetu nuevamente, causándome tanto dolor como placer, pues de no ser así no habría vuelto a correrme una vez más. —Por favor... Por favor Ilia...— Gimoteé nuevamente con lágrimas en los ojos, algo que sabía que al moreno le había encantado, pues al fin y al cabo así lo mostraba su sonrisa.

Se acercó hacia donde yo estaba y suspiré al sentir como tiraba del vibrador y comenzaba a sacarlo lentamente. —Graci-aaah!.— Gemí desesperada al sentir como nuevamente lo enterraba del todo en mi coño y comenzaba a moverlo con ritmo, metiéndolo y sacándolo, haciendo que de nuevo me retorciera y gimotease, sin tener claro si solamente era dolor o el placer también se entremezclaba. —Pero mírate... si estás toda mojada. Seguro que hasta te has meado encima.— Mientras pronunciaba aquellas palabras pellizco mi hinchado y maltratado clítoris con fuerza, arrancándome más gritos y gemidos. Seguramente tenía razón. Llevaba horas y horas sin poder moverme, era obvio que mis corridas habían terminado entremezclándose con mi pis.

Súbitamente Ilia retiró nuevamente el consolador de mi empapado agujero, esta vez sí dejándolo a un lado. Al parecer el castigo había llegado a su fin, pero esta vez no iba a agradecérselo, ya me había torturado demasiado.

—Llama al trabajo. Diles que no irás hasta por la tarde. Ayer me quedé sin follarte porque me obligaste a castigarte. Vamos a recuperar el tiempo perdido.— Ordenó mientras empezaba a soltarme de mis agarres.

¿Iba a follarme? Llevaba horas sin dormir, probablemente tenía el coño en carne viva y él no era lo que se decía delicado en la cama. ¿Iba a protestar? ¿Iba a quejarme? Por supuesto que no. Yo solita me lo había buscado. Yo era la que le había suplicado que me tratase así. Yo era la que le había suplicado que sacase su animal interior y lo usase conmigo. Y ahora que lo había conseguido no iba a quejarme y mucho menos a renunciar a ello. Así que simplemente respondí. —Sí, AMO.— Buscando el teléfono para hacer aquella llamada.

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He decidido desarrollar dos historias a la vez... Primero porque me apetece desarrollar ambas y son muy distintas entre sí. Segundo porque a veces me apetece más sexo duro y vulgar que cosas más románticas y cuidadosas.

Esta historia tendrá sexo duro, violencia y cualquier cosa que se me pueda ocurrir. Si no es de tu agrado no la leas.

La iré desarrollando mediante flashback y escenas actuales. El próximo capítulo será un flashback de cómo se conocieron. Los flashback irán desarrollando el cómo han llegado hasta el punto actual y las escenas actuales desarrollarán ideas de mi loca cabeza.

Espero que os guste y disfrutéis

XOXO

El matador | +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora