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1 de Febrero, 2024

Era uno de febrero por la mañana, el español Carlos Sainz se estaba duchando después de una larga sesión en el gimnasio, preparándose como siempre para la próxima carrera. Le gustaba desayunar con calma, a luz del día, no con tanta prisa.

Su teléfono regularmente solía estar en silencio, porque le llegaban un sin fin de notificaciones, pero justo ese día lo revisó cuando estaba comiendo, llevándose una gran sorpresa al ver un sin fin de llamadas perdidas acumuladas de sus amigos, familia y Charles.

Extrañado le devuelve la llamada solamente a una persona, el monegasco, su compañero y fiel confidente. Uno... dos... tres... sigue el tono, sin respuesta. Cuatro... cinco... comienza a preocuparse y llenarse de incógnitas la cabeza, rezando para que el menor contestara.
Y para su suerte no tardó tanto en contestar, pasaron unos diez segundos sin hablar, quizás uno esperando que le hablara al otro.

—¿Charles?

Menciona el mayor con duda en la voz, esperando escuchar más que una simple respiración o suspiro por detrás del aparato.

—Calos.

Se escucha al fin, ese apodo que le había puesto el menor resonó por su cabeza. En momentos le hacía gracia que no pudiera pronunciarlo bien, pero este momento fue otro, no se escuchaba animado como solía estarlo cada vez que lo mencionaba.

—¿Charlie? ¿Qué ocurre?

Pregunta más que preocupado por el chico, colocando la llamada en alta voz para ver los mensajes que le había mandado, viendo que entre ellos había una captura anunciando la entrada de Lewis Hamilton a Ferrari en 2025, y él quedando fuera de la escudería. Se queda sin palabras, confundido, esperando que aquello fuera una simple broma de mal gusto, ya que él no sabía nada de aquello.

—¿Dónde estás?

Pregunta de último el español, escuchando el ruido de un coche por medio del teléfono en sus manos. Su desayuno quedó a la mitad del plato, su apetito se fue; pero no solamente por la noticia, sino por lo mal que había escuchado a su compañero.

—Estoy afuera, ábreme por favor.

Murmura Charles, apagando el auto para seguidamente bajarse y colgar la llamada sin preguntar o despedirse.
Carlos acata su petición, dejando el teléfono en la mesa del comedor para ir rápidamente hacia la puerta de su hogar.
La abre y lo mira, después de semanas sin analizar ese bello rostro que lo miraba siempre.

Sin preguntas de por medio ni palabras, lo primero que hacen es abrazarse, pero son uno de esos abrazos que te marcan en el alma, que no los quieres soltar nunca, que darías todo por vivirlos una vez más.

Sainz cierra la puerta a espaldas de su pareja, quien escondía su rostro en el cuello del mayor para oler su perfume que tanto le gustaba. Suspira, llevando sus manos hacia su nuca para acariciar con delicadeza, amor y cariño, justo como le gustaba a Carlos.
El otro acaricia su espalda y da algunas palmadas en la parte de sus omóplatos para que se calmara, porque parecía un tanto agitado.

—Amor mío.

Habla sobre sus cabellos, besando su cabeza para que el monegasco levantara la vista y lo viera a los ojos.
Besó sus dos mejillas con delicadeza, intentando borrar aquella tensión que estaba en el ambiente. Después besó su frente, el final del puente en su nariz, su mentón, y por último sus labios.
Los dos cerraron los ojos, intentando no separarse del casto beso que vivían.
Charles ordenaba los cabellos de su novio hacia atrás para verlo mejor.

Se separaron un poco para verse, pero sus narices aún se rozaban y sus labios amenazaban con volverse a tocar en un beso cálido y profundo.

—No me dejes.

Vivo En Ti || CharlosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora