01. Sus ojos negros

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La vida da muchas vueltas. Hace varios años, Bo había llegado a Los Santos sin nadie detrás, llamando el nombre de su padre sin cesar en una ciudad con problemas tan grandes que un niño perdido no causaba sorpresa a los demás. Demasiadas cosas pasaron que el niño de trece años no tardó en alcanzar un límite en el que ya no tenía las fuerzas para seguir luchando, cansado de no tener un lugar al que pudiera llamar seguro y lo dejara descansar. Pero su vida cambió, Bo se había ido de la ciudad para dejar atrás las memorias tristes que se habían impregnado en las calles marcadas por su sangre y sus lágrimas. Esta vez su motivo para regresar era diferente y además, no estaría solo.

—¡Chino! —gritó Luis, su rostro iluminado por la felicidad.

Bo soltó la maleta que llevaba, dejando que cayera al suelo en un fuerte estruendo, mientras la mirada de un tercero se centraba en ellos. Su corazón se llenó de alegría al ver a su mejor amigo después de tantos meses separados. Durante su estadía en China, no hicieron más que hablar por teléfono todas las noches, jugando videojuegos, cenando juntos a distancia, e incluso quedándose dormidos sin cortar la llamada. Pero escuchar su voz a través de la pantalla no era suficiente; nada podía compararse con tenerlo frente a él, con la posibilidad de abrazarlo mientras ambos se dejaban envolver por la sensación de estar, finalmente, en casa.

—Luisito, ¿cómo está? —preguntó Bo, apretando a Luis entre sus brazos.

—Estoy bien, pero ahora estoy mejor porque estás aquí.

Las mejillas de Bo se tiñeron de un leve tono rosado bajo su máscara ante las palabras de Luis. Una sensación extraña invadió su cuerpo, asentándose en su estómago como si estuviera lleno de gusanos revolviéndose sin control. Era una sensación que, muchas veces, lo hacía sentirse enfermo, pero ahora, con Luis tan cerca, ese sentimiento se volvía cálido, tanto como el abrazo que compartían.

—Bo —llamó Luis, separándose un poco para poder ver su rostro—. ¿Podrías quitarte la máscara?

Bo parpadeó, sorprendido. En todo el tiempo que había pasado en China, Luis no había visto su rostro completo. Bo había llevado una máscara la mayor parte del tiempo, como solía hacer de niño, y también cuando estaba cerca de extraños, temiendo que lo reconocieran o se quedaran observando su cara. Sin embargo, esa no era la razón por la cual nunca había activado la cámara durante sus llamadas con Luis. Con él y el abuelo nunca había tenido problemas, pero la inseguridad había crecido tanto dentro de él que ya no quería ni ver su propio reflejo.

Odiaba su rostro: sus imperfecciones, su nariz, sus ojos... Estar tanto tiempo solo y con tan pocas horas de sueño lo había sumido en un pozo depresivo del cual aún no había podido salir. Los innumerables carteles adornando las calles de China, anunciando productos de belleza, lo llevaron a obsesionarse con tratamientos. Durante ese tiempo, se aplicó todo tipo de productos que parecían haber funcionado; las chicas que conoció allá constantemente elogiaban su piel, su nuevo color de cabello, su corte... pero no se atrevía a mostrarse ante Luis. ¿Qué pensaría de su nueva apariencia?

Bo dudó un momento, pero finalmente se deshizo de la mascarilla negra, con sus ojos inundados de miedo y el oxígeno atascado en sus pulmones.

—Te ves muy guapo, como siempre —dijo Luis, con sus ojos negros brillando de felicidad al ver el rostro de su amigo después de tanto tiempo—. ¿Te hiciste un nuevo corte?

Luis apartó suavemente el flequillo del rostro de Bo, y este último no pudo evitar notar la dulce mirada en los ojos del pelinegro. Esa mirada que, cuando lo conoció, estaba tan opaca como el agua de lluvia estancada en los baches de la calle donde Luis lo había encontrado. Ahora, esos hermosos ojos negros brillaban tanto que, por primera vez en mucho tiempo, Bo pudo volver a ver su propio reflejo en ellos, y no pudo evitar sonreír al recordar las palabras de Luis: “...como siempre.”

Y volvió a reproducir en su cabeza el recuerdo de aquel día bajo la lluvia cuando, en peores condiciones, Luis lo había mirado como si en él hubiera algo que valiera la pena ver.

Ay Luisito, tú ahora estás incluso más bonito.

Love Me, Don't Hurt Me (Luisbo/bosito) (Sin Editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora