Capítulo 10

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México, Octubre de 2017

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México, Octubre de 2017.

Sergio.

Después de acordar el patrocinio con el señor Martínez, había quedado con Carola en vernos en el restaurante cerca de la sede.

Ambos habíamos pedido ya nuestra comida y estábamos esperando que nos la trajeran.

— ¿Estarás aquí solo esta semana, verdad?

— Sí, bueno, no, no realmente. —Hice cálculos mentales del día que tenía que estar en Ciudad de México.— Estaré solo dos días más. Después, tengo que viajar a la Ciudad de México para la siguiente carrera.

— Oh, vaya, debe de ser muy pesado el ir y venir constantemente y el entrenamiento previo, ¿verdad?

— Sí, es bastante pesado, pero ya llevo varios años en esto y me he acostumbrado —levanté los hombros como restándole importancia.

— Yo también estaré viajando por la ciudad por cuestiones de negocios de la sede.

Nuestra comida llegó; agradecimos a la mesera y comenzamos a degustar nuestro almuerzo.

— Deberías ir al paddock, junto a tu padre. ¿Te gustan las carreras?

— La verdad es que muy poco —respondió ella, levantando sus labios en un puchero que me pareció bastante tierno.— Prefiero la parte comercial del karting. Pero si esto es una invitación, estaré encantada de ir.

— Lo es. En cuanto estés en la ciudad, mándame un mensaje y programamos tu visita al paddock.

— Acepto, totalmente encantada. —Estábamos ya por terminar el almuerzo.— Por otra parte, quería disculparme por la insistencia en la cena de ayer. Tal vez habías llegado cansado, y nuestros padres fueron muy insistentes.

— No, para nada, no te preocupes. Disfruté mucho de la cena —sonreí—. Es bueno volver a verte, y definitivamente ahora no quiero perder tu rastro.

El rubor en su rostro hizo resaltar aún más sus ojos. — Sí, debemos seguir en contacto. Me agradas, Sergio —dejó los cubiertos a un lado y me miró fijamente—, también quiero que sepas que los patrocinios que acuerdes con mi padre son exclusivamente con él. No me involucren en sus tratos; no soy un objeto.

Me intimidó un poco su tono firme.

Entendía a lo que se refería, y comprendí por qué mi madre se había enojado ayer. Le sonreí, y su ceño fruncido se suavizó mientras me devolvía una sonrisa más cálida.

— Para nada, eso también se lo dejé claro hoy a tu padre. Quiero que, si nos seguimos frecuentando, sea porque ambos lo deseamos, no porque terceras personas quieran que estemos juntos, ¿okey?

— Me parece perfecto.

Al terminar de degustar nuestra comida, pagué la cuenta y salimos del restaurante. Cada quien iba en su coche; aunque había insistido en pasar por Carola, ella tenía más pendientes en la sede.

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