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La habitación estaba bañada por la suave luz del atardecer, creando una atmósfera cálida y tranquila. Bridget se encontraba sentada en una cómoda silla, con una manta suave cubriéndola y a su pequeño Harry en brazos. Era el momento de amamantarlo, un momento íntimo y especial entre madre e hijo que siempre lograba que Bridget se sintiera más conectada que nunca con su bebé.
Harry se alimentaba con tranquilidad, sus pequeñas manitas descansando sobre el pecho de Bridget mientras sus ojos cerrados mostraban lo relajado que estaba. Cada movimiento suyo, cada pequeño sonido que hacía, llenaba el corazón de Bridget de una alegría indescriptible.
James, que estaba observando la escena desde la cama, no podía evitar sentirse completamente fascinado. Se levantó y caminó lentamente hacia ellos, una sonrisa suave en su rostro al ver a su hijo tan concentrado en alimentarse.
—Mira lo pequeño que es... —murmuró James, sentándose en el brazo de la silla y mirando con ternura a su hijo.
Bridget sonrió sin levantar la vista, sabiendo que James estaba igual de maravillado por esos momentos que compartían como familia. Pero entonces, James no pudo resistir la tentación y extendió una mano para acariciar la mejilla de Harry con su dedo, justo mientras el bebé seguía amamantando.
Harry, que estaba totalmente concentrado en su tarea, de repente sintió la interrupción en su mejilla. Inmediatamente, su pequeño rostro se frunció en una expresión de fastidio, y dejó de alimentarse por un momento para abrir los ojos y mirar a su papá con un ceño visible. Era como si el bebé estuviera diciendo: "¿Por qué me molestas justo ahora?"
Bridget soltó una risita suave al ver la expresión de su hijo.
—Creo que a Harry no le gusta que lo interrumpan cuando está comiendo —dijo ella, divertida por la pequeña muestra de carácter de su hijo.
James, sorprendido por la reacción de Harry, se rió suavemente y retiró su mano con una expresión de disculpa fingida.
—Lo siento, pequeño —dijo, inclinándose para besar la coronilla de Harry—. Solo quería decirte que eres el bebé más increíble del mundo.
Harry frunció más el ceño, como si no estuviera nada impresionado por las palabras de su papá. Pero después de un momento, volvió a centrarse en amamantar, aparentemente decidido a ignorar cualquier otra interrupción.
Bridget observó a su hijo y luego miró a James con una sonrisa amorosa.
—Creo que va a tener tu carácter —comentó ella, mientras acariciaba suavemente la cabecita de Harry—. Determinado y un poco testarudo, ¿no crees?
James sonrió, sintiéndose lleno de orgullo.
—Eso no es nada malo —dijo, sentándose más cerca de Bridget—. Será un niño fuerte y decidido, como su mamá.
Bridget sintió un calor en su corazón al escuchar esas palabras, y mientras observaba a su pequeño Harry volver a alimentarse en paz, supo que, sin importar los desafíos que pudieran enfrentar, ellos siempre estarían juntos como una familia. Y con un padre como James, que adoraba cada pequeño detalle de su hijo, Harry estaba en las mejores manos posibles.
