Unique

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Llegaba muy tarde de trabajar, mi pareja cada que volvía de trabajar nos distraiamos con cualquier cosa. Abrí la puerta de mi departamento donde a veces él se quedaba.

   —Hola.

Esta vez sonaba muy distinto. Muy seco.

Deje mis cosas en la mesita que había cerca de la puerta de la entrada. Me dirigí hacia él, deje un beso en sus labios y otro en su mejilla derecha.

   —¿Estás bien?

   —Si, ¿Por que preguntas?

   —No se, te noto distinto.

   —Solo estoy cansado. ¿Prefieres ver algo o nos vamos a dormir?

   —Vamos a dormir.

No pude dormir. Presentía un peso en mi pecho, mi mente solo repetia la tipica frase; “Algo está mal. Algo va a pasar” me gire a un lado, levantándome de esa cama.

   —¿A dónde vas?

   —Oh, al baño.

Trate de ocultar mi rostro empapado de lágrimas. Presentía que pasaba algo terrible. Un sentimiento que hizo que mi corazón se rompiera en mil.

   —¿Ocurre algo, Sam?

   —No, no… no ocurre nada. Tuve una pesadilla.

¿Una pesadilla? Ni siquiera había dormido. 

   —Voy al baño.

Me alejé de sus brazos y, mi corazón dio un vuelco al imaginar que lo perdía; cada vez me alejaba de él.

Llegue al baño, lave mi rostro con agua fría. Traté de olvidar mis pensamientos, pero un nudo se me formó en la garganta. Mil pensamientos negativos pasaron por mi cabeza. Otra vez mil odiosas lágrimas. Me volví a lavar la cara, esta vez se sentía más helada el agua. Salí de ese baño y me acurruque a su lado.

   —Felix,—recibí un gruñido haciéndome entender que me escuchaba—abrazame.

Al fin pude dormir entre sus brazos.

Me desperté más temprano de lo habitual, Felix no estaba a mi lado. Me asuste hasta que vi la puerta de la habitación abrirse.

   —Pensé que estabas dormida.

   —Recién y abrí los ojos—. se acercó—Te estaba buscando—bese sus labios.

   —Ya prepare tu desayuno. ¿Te levantas o te lo traigo?

   —Que romántico. Ahora voy, deja me cambio y estaré ahí—esta vez fue él quien unió nuestros labios.

Cuando ya estuve fui para desayunar. Me sorprendí al ver todo muy arreglado. Él se encontraba en la cocina, me senté para desayunar. El apetito se me fue al ver unas pastillas sobre una mesita. Las identifique al segundo, tampoco era niña de 13.

   —Félix, ¿Qué es esto?

Su semblante cambió de inmediato, poniéndose muy pálido.

   —Felix.

   —Yo… no quería…

   —¿Por qué me lo ocultaste?

   —No quería hacerte sentir mal.

Me derrumbé en el suelo, no pude contener mis lágrimas. 

   —¿De que?

   —Cáncer de pulmón.

Me iba a desmayar, ya no sentía el aire pasar por mi boca ni mi nariz. No es cierto, solo es una broma de mal gusto, lo sé. No es cierto, joder.

   —Felix, no es cierto, ¿Verdad? Felix. ¡Habla, joder!

   —Me gustaría, pero no lo es, mi amor.

A este punto ya ambos llorábamos. Mi mundo se derrumbó, sabiendo que capaz no sobreviviría. Mis manos temblaban al igual que las suyas, sus dedos se apoyaron en mis mejillas, yo hice igual con las suyas.

   —Vas a estar bien, lo sé. No deberíamos preocuparnos, lo sé. ¿Vas a estar bien, cierto?

   —Solo hay un 2% de que sobreviva. Me trate tarde. Tu vas a estar bien, no te preocupes. Te amare en esta y en la otra vida.

   —¡No, no y no! ¡Vas a estar bien, prometelo!

   —No puedo prometerte nada, no hagas esto más difícil, porfavor…

A lo largo de dos meses, él cada vez se encontraba peor. Había adelgazado demasiado, ya no era el mismo que había conocido hace 6 años… Yo también había perdido peso, mi preocupación por cuidarlo creció mucho más cuando el doctor dijo que ahora solo quedaba 1% para que sobreviva.

Pasaron 2 meses más, y la noticia de que había fallecido me hizo perder la cordura. Ya no sabía quién era. 

   —Samy, tienes que comer.

   —¡Que no, joder! ¿No entienden ustedes? ¡Solo quiero estar sola y no me dejan! ¿Qué tan difícil es entenderlo? ¡Para ustedes es fácil, para mí no! ¡Ustedes se tienen el uno al otro! ¿Y yo? ¡Se murió! ¡Trato de asimilarlo pero ustedes no ayudan. Que si como, que si esto otro! ¡Solo dejenme sola! Antes de que digan algo, no son berrinches, los conozco. Simplemente perdí una parte de mi, y ustedes no ayudan viniendo todos los días.

   —Samy…

   —Abril, vete con Juan y déjame sola, por favor.

   —¿Estarás bien sola?

   —Lo necesito, Ari. 

   —No hagas ninguna locura.

Renegue con la cabeza. ¿Locura? Eso no seria para mi una locura, sino una necesidad.

RiverduccionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora