Había una vez un niño con un talento imposible. Desde su mostró habilidades que desafiaban toda comprensión, como si dentro de él latiera un poder más allá de lo humano. Sin embargo, su don era un arma de doble filo.
Fue arrojado a un mundo que, en su ordinariez, no podía ni siquiera comenzar a entender la magnitud de lo que él era. Desde que tuvo uso de razón, nunca conoció a sus padres biológicos, solo el eco de su ausencia. Creció en el frío institucional de una organización destinada a cuidar a aquellos que no tenían a nadie más. El edificio era gris y desprovisto de amor, con paredes que parecían devorar cualquier esperanza.
Eventualmente, fue adoptado por una familia que intentó darle lo que los demás niños recibían: un hogar. Pero cuidar de un niño con su talento resultaba una tarea imposible. Era diferente, incomprensible, y eso despertaba miedo en quienes lo rodeaban. Lo intentaban, sí, pero siempre fallaban. A veces duraban dos semanas, otras solo un día, antes de que el terror se apoderara de ellos.
"Este niño no es normal", susurraban, mirándolo con recelo. Para ellos, era más que un prodigio; era un monstruo. Algo en su mirada, en su forma de moverse, los hacía sentir pequeños, impotentes. Y con cada familia que lo recibía, la historia se repetía. Lo miraban con temor creciente hasta que finalmente no podían más. Una y otra vez, era devuelto a la organización como si fuera un objeto defectuoso. Como un balón de fútbol, lo pasaban de un hogar a otro, siempre abandonado, siempre solo.
El niño, consciente de todo, observaba. Sabía que no encajaba en ese mundo y que, por más que intentara, su talento siempre sería motivo de rechazo. Pero con el paso del tiempo, algo dentro de él cambió. Un día, mientras miraba por la ventana de aquel orfanato gris, decidió que ya había soportado suficiente. "Esto es una estupidez", pensó, sintiendo una determinación nueva y feroz encenderse en su interior.
Esa noche. Dejó atrás las organizaciones, los hogares que nunca lo quisieron, y las miradas llenas de miedo. Se lanzó al mundo en busca de algo... algo que le ofreciera la emoción que tanto anhelaba, algo digno de su extraordinario talento.
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―Esto es una estupidez.
Izayoi Sakamaki, un niño de 12 años, estaba de pie en el barandal a las afueras de la terminal de trenes. El viento de la tarde agitaba ligeramente su cabello mientras observaba a la gente que iba y venía, demasiado ocupada para notar su presencia. Llevaba pantaloncillos cortos de color gris y una camiseta blanca, sobre la cual había una camisa azul marino que ya comenzaba a arrugarse por el día agitado que había tenido.
Había decidido hacer un pequeño juego, lo que lo había llevado hasta esta bulliciosa ciudad. Su objetivo inicial era sencillo: comprar una cámara fotográfica. Sin embargo, como siempre, su curiosidad lo había empujado a explorar un poco más. Y ahí estaba, en esa situación, observando el horizonte como si el mundo a sus pies no fuera lo suficientemente interesante.
En su espalda llevaba una mochila de tamaño mediano, pero abultada, llena de billetes. El dinero, aunque obtenido de formas poco convencionales y no del todo legales, no le preocupaba. A fin de cuentas, el mundo seguía girando mientras él jugaba con sus propias reglas. Además, en su lista de compras, aparte de la cámara, también figuraban un saco de dormir, algo de comida, e incluso una muda de ropa.
Era sorprendente cómo Izayoi, a pesar de su corta edad, había aprendido a valerse por sí mismo. Conseguir dinero no era complicado para él, siempre que fuera lo suficientemente rápido y nadie lo atrapara.
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Izayoi Sakamaki en Go Toubun no Hanayome
FanfictionDescarado, Aburrido y sin futuro, ese es Izayoi, pero por sobre todo odia perder una apuesta.