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—¿Qué querés? —preguntó con cierta dificultad al estár contra la maldita pared.

Escuchó un par de risas y luego como era costumbre sintió un golpe en la boca del estomago, casi sacándole el aire, otro más, otro más, fue suerte que no se hubiera desmayado en ese momento.

Apretó la mandíbula adolorido, lo empujó contra el piso cayendo contra la misma pared pero ahora de espalda, no pudo evitar soltar otro quejido más y el sabor a metal se mezcló en su boca.

Él mismo rubio que llevaba molestandolo desde que llegó se inclinó hacía su rostro hablando.

—No sé cuantas veces tenemos que repetirtelo, Maurito —habló en ese tono burlón —. Vos no tenés que estár aquí, no deberías estár aquí. Es una pena que seas tan iluso, ¿te pensás que alguien de acá quiere juntarse con vos? —preguntó agachado a la altura de su rostro.

No respondió, lo miraba con uan molestía notable y sintió un tirón de pelo trayendolo a la maldita realidad.

—¡Contestá, estúpido! —gritó tan cerca de su oído tomándolo por sorpresa.

Negó repetidas veces, sabiendo la respuesta que quería escuchar.

—¿Entonces?, ¿tanto te cuesta entender eso? —le preguntó ahora acariciando su cabello burlesco —. Recordálo, Mauro, recordálo siempre. Vos no merecés menos de lo que te hacemos, sabés que sería todo mejor si te morís, le hacés un favor a todos.

Aunque no lo dejó ver, sintió una punzada en el pecho al pensarlo, quizás no estaba tan equivocado.

—Entonces a la próxima, será mejor que no volvás, si no querés terminar muerto, ¿me escucháste? —advirtió ahora siendo tan frío erizando un poco su piel.

Él solo asintió y los dos se alejaron de él, dejándolo nuevamente solo y adolorido. Trató de levantarse pero de nuevo el dolor lo recorrió, soltando un suspiro se levantó con algo de esfuerzo y sostuvo su estomago, sabiendo que habría una marca después.

Caminó un par de minutos antes de llegar a una florería cercana, esperaba que pudiera alcanzarle para alguna torta de cumpleaños, si no sería fracaso total.

Ingresó en el local observando la decoración, habían arreglos de flores, globos, entre otras cosas que no distinguió bien ya que alguien entró, suponía que debía ser el que atendía.

—¡Buenas tardes!, ¿buscás algún arreglo en específico? —preguntó al verlo algo indeciso.

Mauro lo observó, sabía que lo conocía de algún lado pero no parecía recordarlo, hasta que recordó: era de la facultad.

No pudo evitar sentirse raro, nadie en ese lugar había sido amable con él más que algunos profesores, otros ni siquiera lo notaban.

—Ah, si —respondió algo inseguro, pensó en algún arreglo para después pedir por el más económico.

No pudo evitar sentirse mal por esto, era como una presión que lo hacía sentir avergonzado por no tener el dinero suficiente y comprar lo que dd verdad merecía su madre.

Sin embargo el morocho buscó lo que había pedido, sin burlarse o insinuarle algo sobre su estado económico, en cambio sonrió y en caunto volvió siguió siendo el mismo chico amable que lo había recibido.

—¿Te parece este? —preguntó mostrando el pequeño ramo de flores que aún no envolvía, intentando asegurarse de que estuviera de acuerdo.

—Si, está bien —aseguró con una leve sonrisa. Aún sentía el dolor punzante pero había algo en la vibra del chico que le hizo sentit algo de consuelo.

Luego de haberle cobrado se atrevió a preguntarle si él también iba en la facultad donde asisitía el mismo.

—Oh, si, creo que te he visto un par de veces —recordó asintiendo —. Por cierto, soy Tiago.

Llegó a casa a tiempo, el dolor en su estomago aún persistía pero olvidó por conpleto esto cuando llegó a casa, dispuesto a celebrar el cumpleaños de su mamá querida, o más bien lo que quedaba de el

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Llegó a casa a tiempo, el dolor en su estomago aún persistía pero olvidó por conpleto esto cuando llegó a casa, dispuesto a celebrar el cumpleaños de su mamá querida, o más bien lo que quedaba de el.

La sorprendió con un ramo de rosas y una torta de cumpleaños, ésta no era la más costosa.

Ella lo recibió con una sonrisa, siempre agradeciendo los gestos lindos dd parte de su hijo, sabía lo mucho que se esforzaba por sorprenderla y amaba eso.

Celebraron su cumpleaños las horas que quedaban, para después irse a dormir. Mauro felicitó por última vez a su madre dejando un beso en su mejilla y yendo a dormir.

Tomó una ducha, fué la peor que pudo haber tomado en su vida.

No había visto los moretones que habían dejado los golpes y algunas cicatrices de hace tiempo, ardiendo debajo del agua, recordándole que no todo era justo en esta vida.

Tuvo que limpiar las heridas ahogando sus gritos para no alertar a su mamá, tal vez estaba exagerando pero dolía como el infierno.

Antes de acostarse apagó las luces y se acercó a la ventana observando la luna, como todas la noches. Deseando por una vez en su vida tener un buen día, sin golpes, sin pasar vergüenzas por su estaod económico, sin poder preocuparse por su madre. Sin todos esos problemas que apenas siendo un adolescente de dieciocho años pasaba día a día.

Sin tener mucha fé en la petición se recostó en su cama, dejando escapar un par de lágrimas, asegurándose a sí mismo que todo iba a estár bien, aunque sabia que era una total mentira.

Se quedó dormido luego de llorar lo suficiente, cayendo en un profundo sueño, donde solo ahí tenía paz.

Se quedó dormido luego de llorar lo suficiente, cayendo en un profundo sueño, donde solo ahí tenía paz

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𝗺𝗲𝘃𝗮𝗸.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora