Entre Sombras y Luz

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Marina nunca había temido a la oscuridad. Desde niña, las sombras eran sus compañeras, susurrando secretos en el silencio de la noche. Otros niños se tapaban la cabeza con las sábanas, temerosos de los monstruos que podrían acechar en la penumbra, pero para ella, las sombras siempre fueron como viejas amigas, misteriosas y protectoras.

Esa noche, sin embargo, algo era diferente.

Acostada en su cama, con la suave luz de la luna filtrándose a través de las cortinas, Marina sintió una inquietud que no lograba explicar. Las sombras que solían bailar suavemente en las esquinas de su habitación ahora se agitaban con nerviosismo, como si intentaran advertirle de algo. Sus susurros, usualmente calmantes, sonaban ahora como ecos lejanos de una tormenta que se aproximaba.

Marina se sentó lentamente, intentando concentrarse en esos murmullos, pero la ansiedad en su pecho solo creció. Cerró los ojos, buscando la familiaridad en las voces de las sombras, pero lo único que encontró fue una palabra repetida una y otra vez.

"Él..."

Marina sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Esa palabra no significaba nada para ella, pero la forma en que las sombras la pronunciaban, con una mezcla de urgencia y temor, hizo que su corazón latiera con fuerza.

De repente, un sonido sordo la hizo abrir los ojos de golpe. Venía del pasillo, justo fuera de su habitación. Los susurros se intensificaron, envolviéndola en una cacofonía de voces ansiosas.

Se levantó de la cama con cautela, los pies descalzos tocando el frío suelo de madera. La puerta de su habitación crujió al abrirla, y Marina asomó la cabeza al oscuro pasillo, tratando de identificar la fuente del ruido. A medida que avanzaba, las sombras se arremolinaban a su alrededor, inquietas.

Un destello de movimiento al final del pasillo hizo que su respiración se detuviera. Ahí, entre la penumbra, pudo distinguir la figura de un chico. No lo había visto antes, pero algo en él le resultaba extrañamente familiar, como un eco de un sueño olvidado.

Marina sintió que las sombras a su alrededor se tensaban, como si la urgieran a acercarse. Sin pensarlo dos veces, dio un paso hacia él, su voz apenas un susurro en la oscuridad.

"¿Quién eres?" preguntó, pero en el fondo, sabía que la respuesta no sería simple.

El chico se giró lentamente, sus ojos oscuros reflejando la luz tenue que provenía de la luna. Marina sintió un nudo en la garganta cuando sus miradas se cruzaron; había algo en él, una tristeza profunda mezclada con una determinación inquebrantable.

"¿Quién eres?" repitió Marina, su voz temblando ligeramente. Pero esta vez, el chico sí respondió, aunque su respuesta no era lo que ella esperaba.

"No deberías estar aquí", dijo él en un tono bajo, casi como si hablara consigo mismo. "No es seguro."

El corazón de Marina latió más rápido. "¿De qué estás hablando? Este es mi hogar. ¿Cómo entraste? ¿Qué estás haciendo aquí?"

El chico dio un paso hacia adelante, y Marina pudo ver con más claridad sus facciones: era joven, tal vez de su edad, con el cabello oscuro desordenado y una expresión cargada de preocupación. Sin embargo, lo que más le llamó la atención fue la sombra que parecía seguirlo como una segunda piel, más densa y oscura que cualquier otra sombra que hubiera visto antes.

"No lo entiendes", dijo él, la urgencia clara en su voz. "Ellas me siguieron... Ellas... no quieren que lo sepas, pero ahora que me has visto, no hay marcha atrás."

Marina sintió un escalofrío recorrer su espalda. Las sombras a su alrededor se arremolinaron con fuerza, como si intentaran advertirle de un peligro inminente. Su instinto le decía que debía retroceder, que este chico no era alguien común. Pero, al mismo tiempo, una parte de ella sabía que estaba destinada a este momento.

"¿De qué hablas? ¿Qué es lo que no quieren que sepa?" insistió, avanzando otro paso hacia él.

El chico apretó los dientes, como si luchara contra algo invisible. "Hay cosas que no deberías ver... cosas que te pondrán en peligro. Pero ya es demasiado tarde. Ahora están aquí."

Marina iba a responder, cuando de repente, el aire a su alrededor pareció enfriarse de golpe. Las sombras en la habitación se alargaron, deformándose hasta convertirse en figuras humanoides que comenzaron a moverse por el pasillo, rodeando a Marina y al chico. Sus formas eran difusas, pero sus ojos brillaban con una luz antinatural, y en susurros apenas audibles, repetían una y otra vez la misma palabra:

"Él... Él..."

El chico retrocedió, sus ojos llenos de miedo genuino. "No dejes que te toquen", dijo con urgencia, extendiendo la mano hacia Marina. "¡Corre!"

Pero antes de que ella pudiera reaccionar, una de las sombras se abalanzó sobre ella, y todo se volvió negro.




Marina despertó de golpe, su cuerpo cubierto de sudor frío. Miró a su alrededor, encontrándose de nuevo en su habitación, con las primeras luces del amanecer filtrándose por la ventana. Las sombras habían vuelto a su lugar, quietas y silenciosas, como si nada hubiera ocurrido.

"¿Un sueño?" pensó, llevándose una mano a la frente. Todo había sido tan vívido, tan real... pero algo no cuadraba.

Entonces lo vio. Sobre su escritorio, un pequeño objeto brillaba a la luz del sol naciente. Se levantó lentamente y se acercó. Era un anillo, sencillo pero antiguo, con un símbolo tallado en él que nunca antes había visto. Y en su interior, una palabra grabada:

"Él."

El corazón de Marina se detuvo por un instante. Sabía que aquello no era un sueño, y que lo que había comenzado esa noche estaba lejos de terminar.

Entre Sombras y LuzWhere stories live. Discover now