El eco de la tristeza (Sin Corregir)

Capitulo unico

Me inspire en la canción: fourth of July, the nigth we meet, freaks, cry de cigarettes after sex y creep de radiohead.

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"Mamá se había ido."

Eso fue lo que dijo mi hermano mayor mientras me tomaba de la mano. Me llevó a mi habitación, sacó una maleta y comenzó a empacar mis cosas. Yo quería ver qué estaba pasando en la cocina, donde mamá yacía en el frío suelo, pero él negó con la cabeza y, con un tono serio, casi molesto, me dijo que no hacía falta, que no debía preocuparme. Dijo que las tonterías siempre estarían ahí.

Poco después, cuando estábamos a punto de irnos, llegó una tía, hermana de mi madre. Estaba llorando, y aunque yo no entendía por qué, sentía que algo terrible estaba ocurriendo. Entonces, mi hermano dejó de contenerse y rompió en llanto, desesperado, gritando y sollozando.

¿Por qué no podía entender? Tal vez era porque solo tenía 4 años y aún miraba el mundo con los ojos de un niño inocente. No lo sé.

Mi tía me miró y, con una sonrisa triste, murmuró algo que apenas logré escuchar:

—Suban al carro —dijo mientras avanzaba hacia la cocina. Mi hermano, Henry, me tomó de la mano y me llevó corriendo al auto, como si estuviéramos huyendo de algo.

—¿Qué pasa? —fue lo único que pude preguntar. No sentía nada concreto, pero las lágrimas caían de mis ojos, como si se desbordara un río. Mis pequeños dedos se aferraban al asiento del auto, buscando algo en qué sostenerme.

—Todo estará bien —me susurró, apretando mi mano y esbozando una sonrisa rota por la tristeza que escondían sus ojos.

Llegó una ambulancia y algunos policías. Vi a mi tía llorando mientras una camilla cubierta por una tela negra era sacada de la casa. Luego, uno de los policías le entregó una pequeña bolsa con pastillas. No sabía qué tipo de pastillas eran ni entendía qué estaba pasando. Cada sonido y cada imagen se mezclaban en mi mente confusa, creando un torbellino de incomprensión y miedo.

Mi tía señaló el auto donde estábamos mi hermano y yo, y uno de los policías se acercó, tocó el vidrio y le pidió a mi hermano que bajara. También me pidieron que saliera.

Cuando estuvimos los dos frente al policía, él nos miró con una mezcla de tristeza y compasión. Mi hermano solo tenía 10 años.

—Vengan, se irán conmigo. Su tía los alcanzará luego, pero no puedo dejarlos con ella ahora —dijo, forzando una sonrisa que no podía ocultar la pena. Mi hermano me apretó la mano y caminamos hacia la patrulla. Al mirar por la ventana, vi a mi tía llorando, rodeada de policías que intentaban consolarla. Algunos vecinos habían salido de sus casas, pero solo estaban allí para observar, murmurando entre ellos.

Cinco minutos después, la patrulla arrancó. Sentí que pasaron horas, aunque tal vez solo fue media hora, hasta que llegamos a un lugar lleno de niños, algunos de mi edad. Nos bajamos del carro y caminamos en silencio.

Entramos al lugar y parecía acogedor pero un poco perturbador.

—El mayor tendrá que irse a otro lado —dijo alguien. No entendía, pero me negué, abrazando el brazo de mi hermano con fuerza. Él me sostuvo con la misma desesperación, llorando y suplicando que no nos separaran, que él cuidaría de mí hasta el último día. Mi corazón se rompía al ver cómo él también estaba deshecho.

No sirvió de nada. Nos separaron. A mí me llevaron a un lugar con niños pequeños, algunos apenas tenían un año. Me sentaron en una mesa pequeña. Me sobé el brazo, que estaba marcado por el agarre de mi hermano. Suspiré, escondí mi rostro entre las manos y comencé a llorar. No entendía, solo quería a mi mamá. Quería que me abrazara, que me diera un beso de buenas noches, que volviéramos a jugar juntos... Quería todo eso de vuelta.