Parte 7 El Despertar De La Desconfianza

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A la mañana siguiente, el sol apenas había comenzado a filtrarse a través de las gruesas cortinas de la mansión. La puerta de la oficina estaba ligeramente entreabierta, lo suficiente como para ver los ojos de uno de los asociados del mago pudieran asomarse discretamente.

"¿Por qué nos has traído aquí tan temprano? No me has dejado ni tiempo para cambiarme..." se quejaba el sastre, bostezando con cansancio y desperezándose.

"No deberíamos estar espiando, sabes de sobra que Lord Veigar odia que lo espiemos" Dijo número cuatro, el único que tenía su mirada apartada de la puerta, con sus brazos cruzados.

"A ti nadie te ha invitado. Si tanto te molesta, vuelve a tu cuarto a sellar runas o lo que quiera que hagas" respondió Trixie, aun con su mirada reflejando ira y humillación.

"Estoy aquí solo para controlaros, especialmente a ti. Llevas muy rara desde que esa chica apareció."

"¡Porque se que esa intrusa está tramando algo!"

Cuando dijo eso, el resto miró el interior de la habitación. Dentro, observaron al mago; con su cabeza colocada encima de la mesa. En su regazo, dormía la encapuchada en una posición que parecía bastante incómoda, con una expresión de lo más tranquila. Una imagen peculiar y enternecedora, para tres de los cuatro cotillas.

"¿El qué... exactamente? Según he oído, no puede hacer nada con el colgante puesto"

"Tal vez lo está manipulando. Él no se da cuenta, pero ella podría estar usándolo para que se confíe y lo encierren"

"¿Acaso estás subestimando su inteligencia? Eso es muy bajo hasta para ti" Lo regañó tres.

"¡No...! No lo sé... Me parece raro. ¿Qué tiene esa mocosa que no tenga yo?" Murmuró para sus adentros la ilusionista, rechinando sus dientes.

Mientras tanto, dentro del despacho, la yordle empezaba a levantarse lentamente, parpadeando para que sus ojos se ajustaran a la suave luz de la oficina.

Al principio, no recordaba exactamente dónde se había dormido o porque. Pero cuando su visión se aclaró, vio al brujo tumbado encima de su escritorio, y todo volvió a su mente.

Todavía en su regazo, la peliverde notó la calidez que emanaba del cuerpo del brujo, algo que no esperaba encontrar tan reconfortante y familiar. Una mezcla peculiar que causaba que el mal humor, las penas y todo lo que sentía desaparecieran al instante.

Observó lo plácido y tranquilo que se encontraba, con el sombrero aun cubriendo el rostro de aquel peculiar ser. Incluso a esa corta distancia, no podía ver con claridad su cara.

Sin embargo, no podía evitar sentir una curiosa combinación de emociones, mientras intentaba ver a través de esa profunda oscuridad. Con movimientos precavidos, extendía lentamente su brazo para remover el gorro del mago con fin de ver de quién se trataba.

Entonces, numerosos golpes estruendosos sonaron en la puerta de entrada a la oficina, provocando que Veigar se despertara bruscamente y Vex apartara rápidamente su mano, tirándose al suelo para esconder un ligero sonrojo que se había formado en sus mejillas.

"¿Qué... qué ha sido eso?" Decía todavía un poco dormido, ajustándose el sombrero el cual se había descolocado por el susto.

Giró su cabeza para encontrarse a la lúgubre tumbada, con la cabeza pegada al suelo.

"¿Qué haces ahí?"

"No es de tu incumbencia, cotilla" respondió de forma seca, intentando parecer normal en lo que se calmaba.

El mago iba a responderle de la misma forma, pero los golpes en la puerta encajada volvieron a llamar la atención de este, murmurando un insulto ahogado.

El Pecado Del OrgulloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora