Prólogo

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Aquel niño no sabía dónde estaba ni lo qué estaba haciendo. La habitación era oscura, y solo se escuchaban los fuertes latidos de su corazón. Todo era extraño, como si hubiera despertado de un largo sueño, su respiración se agitaba cada vez más, y sus hombros subían y bajaban una y otra vez.

Frente a él, una figura alta, sonriente y sombria se erguía, pero su rostro era imposible de reconocer. Sin embargo, los cadáveres que rodeaban a ambos eran alarmantemente claros. Las manos del niño estaban manchadas de sangre y, peor aún, tenía una sonrisa perversa dibujada en su rostro.

—Solo te lo preguntaré una vez. ¿Qué elegirás? Vivir para tí o vivir para otros. Solo tienes esas opciones, y bien. Dímelo... ¿Cuál es tu elección? —preguntó, aquella persona con una voz fría y calmada.

Pero entonces, antes de que el niño pudiera responder, todo se tornó oscuro. Todo desapareció.

La última cosa que escuchó antes de que su memoria se esfumara fue una voz distante y serena, llena de alivio y tristeza, la cuál le dijo:

—Corre, sube a la nave y escapa. Escapa todas las veces que haga falta... y solo vive, sigue viviendo por favor.

Cuando abrió los ojos, se encontró en una nave gigantesca que flotaba en el espacio. Acercándose lentamente a una ventana, contempló la inmensidad del vacío y se dio cuenta de que estaba solo, completamente solo. En camino a algún lugar, o tal vez a ninguno.

«¿Quién soy yo?» se preguntó, con una sensación de desorientación y miedo.

Aquel que lo ha olvidado todo, ¿será capaz de recordar?

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