Seis meses antes de encontrarse con Arue, Seigen llegó a casa, exhausto tras una larga jornada. Al abrir la puerta, fue recibido por la risa alegre de su pequeña hija de seis años.
—¡Papá! —exclamó ella, extendiendo los brazos en una petición silenciosa de ser levantada.
—Sí, sí, ya estoy de regreso —respondió Seigen, alzándola con cuidado. Al mirarla, con su rostro radiante de emoción, él sonrió y añadió—: A pesar de lo agotador que ha sido el día, verte a ti hace que todo valga la pena.
Seigen la dejo suavemente en el suelo.
—Por cierto, ¿dónde está tu madre? —preguntó mientras miraba alrededor, buscando a su esposa.
—Oh, mamá está preparando la comida, pero ahora está en la habitación —dijo la niña, señalando hacia la puerta.
Seigen acarició el cabello de su hija antes de dirigirse a la habitación en busca de su esposa. Al entrar, sus miradas se encontraron con una mezcla de alivio y reproche.
—Así que ya volviste —dijo Kotoha, con un tono ligeramente molesto.
Percibiendo la tensión en su voz, Seigen suspiró y respondió:
—¿Qué pasa, Kotoha? Últimamente te he notado molesta, y no entiendo por qué.
—Es fácil de entender —replicó Kotoha, frunciendo el ceño—. Te pasas todo el día en el trabajo y apenas tienes tiempo para nosotras. Ni siquiera pasas tiempo con nuestra hija. Eso es lo que me preocupa. ¿Vas a hacer algo al respecto o simplemente seguiremos así?
—¿Hacer algo al respecto? Sabes bien que sin mi trabajo no tendríamos ni siquiera un techo sobre nuestras cabezas. Es gracias a ese empleo que puedo pagar la renta —respondió Seigen, visiblemente irritado.
—Sí, lo sé, pero ya te he dicho que puedo trabajar y ayudar con los gastos del hogar —replicó Kotoha, su voz sonando resignada.
—No es que nuestra relación con la familia sea buena. Tus padres me detestan y creen que soy un fracaso, y mis padres desgraciadamente ya no están —dijo Seigen con tono de desánimo.
—¿Y eso qué tiene que ver con la discusión? —preguntó Kotoha, confundida.
—Nuestra hija está enferma. Solo tú puedes cuidarla; no podemos contar con ningún familiar, y dejarla en una guardería solo empeoraría su salud. Eso es lo que intento decirte. Así que, por favor, cuida de nuestra hija. Yo me encargaré de todo lo demás: la medicina, la comida, la renta, etcétera —afirmó Seigen, levantándose para salir de la habitación.
—Eso lo sé a la perfección. Contigo nunca nos faltará nada, pero mi reproche es principalmente por ti —dijo Kotoha, haciendo que Seigen se detuviera en la entrada de la habitación.
—¿Por mí? —preguntó Seigen, sorprendido.
Kotoha desvió la mirada al suelo, su tristeza notoria.
—Sí, por ti. Te ves demasiado agotado, duermes muy poco y trabajas en exceso. Eso no es bueno para nadie —dijo Kotoha, su voz cargada de preocupación.
Seigen comprendió la preocupación de Kotoha y se dio la vuelta, acercándose a ella. Al estar frente a frente, tomó su mano y la besó con ternura.
—Sí, ahora lo veo. Esta es la razón por la que me enamoré de ti —declaró Seigen, separando sus labios de los de Kotoha.
—Bueno, ahora vamos a cenar —dijo Kotoha, mostrando una sonrisa de alegría.
Al día siguiente, Seigen se despertó temprano, se levantó y se dirigió al baño para lavarse la cara. Después, se vistió rápidamente para ir al trabajo. Al salir de casa, comenzó su caminata diaria.
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Bondad y Maldad
MaceraArue, un joven misterioso llegado desde un planeta desconocido, se embarca en una emocionante aventura para descubrir sus orígenes y su verdadero propósito en la Tierra. En su búsqueda, forjará lazos inquebrantables con amigos leales y enfrentará de...