—Señor Midoriya, tenemos otro cadáver.
Izuku levantó la mirada del archivo que llevaba horas revisando. Sus ojos esmeralda, cargados de un cansancio profundo y la preocupación latente que lo había seguido durante semanas, se encontraron con el oficial que irrumpió en la sala de interrogatorios vacía. El eco de esas palabras resonó en las paredes, impregnando el ambiente con una tensión opresiva, casi asfixiante.
Respiró hondo, sintiendo el peso de la noticia anclarse en su pecho. Se levantó lentamente, estirando los músculos rígidos por la falta de sueño, y ajustó su chaqueta de cuero negro, gastada por las largas noches en vela. Sus dedos, temblorosos por la mezcla de café y ansiedad, tocaron brevemente las gafas sobre el escritorio antes de colocárselas. Aun así, su mirada permanecía afilada.
—¿Dónde? —Su voz, aunque baja, cargaba una autoridad inquebrantable, resultado de años enfrentando el lado más oscuro de la ciudad.
—Cerca del muelle, señor. Mismo patrón que los anteriores. —El oficial vaciló. Había algo más, algo que hizo que su postura rígida se relajara en incomodidad. —La víctima... tenía una carta. Está dirigida a usted.
Un escalofrío helado recorrió la columna de Izuku. El aire en la sala se volvió pesado, sofocante. No era la primera vez que recibía un mensaje del asesino, pero el hecho de que cada carta parecía acercarlo más al epicentro de esta macabra relación lo inquietaba profundamente. Cada muerte era un paso más hacia un abismo que aún no alcanzaba a ver del todo.
—Prepárate. Dame los detalles en el camino —ordenó, abrochándose el abrigo con una precisión mecánica. El peso en sus hombros era palpable, una mezcla de frustración y determinación. Salió de la oficina con el oficial siguiéndolo de cerca.
El viaje hacia el muelle transcurrió en un silencio tenso, roto únicamente por el crujido de las ruedas sobre el asfalto mojado. La niebla envolvía la ciudad como un sudario, un reflejo de la bruma que nublaba su mente. El coche policial cortaba a través de la oscuridad, y las luces intermitentes destellaban en la distancia, marcando el lugar del nuevo asesinato. Izuku apretó los labios. Cada paso lo llevaba más cerca de su objetivo, pero la identidad del asesino seguía siendo un misterio esquivo.
Al llegar, la escena lo recibió con una frialdad familiar. La humedad del muelle impregnaba el aire, y la luz tenue de los postes creaba sombras alargadas que se movían como fantasmas sobre el cuerpo inmóvil. La víctima, como las anteriores, estaba dispuesta cuidadosamente, con una carta descansando sobre su pecho. Un macabro sello personal.
Izuku se agachó y recogió la carta con delicadeza. El sobre era simple, pero la caligrafía firme y calculada hacía que su corazón latiera con fuerza. Con dedos firmes, rompió el sello y sacó la hoja de papel. El mensaje era breve, pero cargado de un significado ominoso:
"Nos vemos pronto, detective."
Un nudo se formó en su estómago mientras sus ojos recorrían las palabras una y otra vez. El asesino estaba jugando con él, deleitándose en la caza. Izuku sabía que esto era más que una serie de asesinatos al azar; era un retorcido juego de ajedrez, y él estaba en el centro. Cada muerte lo acercaba más a la verdad, pero con esa verdad también venía el riesgo de perderse a sí mismo en el proceso.
Cerró los ojos por un segundo, intentando controlar la oleada de emociones que amenazaba con desbordarse. El cansancio lo azotaba, pero no podía permitirse flaquear. No ahora.
—¿Qué más tenemos? —preguntó, levantándose mientras guardaba la carta en una bolsa de evidencia. Los ojos del oficial se llenaron de incertidumbre, pero no se atrevió a comentar sobre la tensión palpable en la voz de Izuku.
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Gato y Ratón |BKDK| Comisión
ФанфикHan habido una gran cantidad de cadaveres encontrados al azar, el detective Midoriya ya no sabe que pista seguir, hasta que un simple número lo lleva a las garras del culpable.