Tn en la fundación scp

Cap 11 cuando los muros se cierran

La Fundación SCP, un lugar envuelto en sombras y secretos, comenzó como un santuario para tu brillantez y fuerza. Tus pasos resonaban en los corredores como el eco de una guerrera, una niña dotada de una mente afilada y una determinación sin fin. Pero a medida que los días se extendían en meses, algo dentro de ti comenzó a desgarrarse. Las paredes, antes aliadas en la contención de anomalías, empezaron a cerrarse, aplastando tu espíritu en un abrazo frío y sofocante.

Tus manos temblaban mientras repasabas informes sobre objetos que desafiaban la realidad, y tus ojos, alguna vez tan seguros y fríos, ahora evitaban los espejos. Las cicatrices que adornaban tus brazos, antes marcas de luchas pasadas, se convirtieron en rutas nuevas y dolorosas que tus manos dibujaban sin que pudieras detenerlas. Las noches eran largas, llenas de susurros que nadie más podía escuchar, y el sueño, ese alivio esquivo, se desvanecía.

La ansiedad, como una sombra oscura, se aferró a tu mente. Los latidos de tu corazón resonaban como tamboriles de guerra en tus oídos, y cada tarea, cada experimento y cada informe pesaban más que nunca. Los días pasaban en un borrón de estrés, la presión acumulándose hasta que te encontrabas respirando entrecortadamente, con las uñas marcadas en tu piel como recordatorio de un sufrimiento que no podías articular.

Fue el Dr. Bright quien primero notó las señales. Sus ojos, usualmente llenos de un cinismo despreocupado, te observaron con preocupación genuina cuando vio los rastros en tus muñecas. El Dr. Clef, siempre envuelto en su manto de misterio y peligrosidad, dejó de lado su fachada para investigar el cambio en tu comportamiento, encontrando grietas en la armadura que habías construido alrededor de ti. El Dr. Hamm, con su precisión clínica, fue el que vio lo que otros no habían visto: un alma desgarrada por las sombras que la rodeaban.

Y luego estaba el Dr. Kain Phantos Crow, cuya voz fue un faro en la oscuridad. Él fue quien finalmente entendió la magnitud de lo que ocurría dentro de ti, quien puso palabras al dolor que ocultabas.

—No estás bien,—dijo con una calma que te atravesó, y en sus palabras encontraste el eco de una verdad que habías intentado negar.— No creas que no hemos notado como tratas de cubrir todas tus heridas

Cuando sus palabras rompieron el aire, sentíste cómo se estrellaban contra la muralla invisible que había erigido dentro de ti.

—No estás bien—, dijeron, pero sus voces sonaban distantes, como un eco deformado que no terminaba de alcanzarte.

Tus ojos, rojos como brasas apagadas, se encontraron con los suyos, pero lo único que sentíste fue confusión. ¿No estaba sbien? ¿Cómo podían ellos, guardianes de anomalías y caos, decirme eso a ti, que había enfrentado horrores indescriptibles sin parpadear?

Neguaste con la cabeza, en un gesto lento y mecánico, como si la verdad que querían imponer no pudiera tocarte. No podían entender. Habías aprendido a vivir en la oscuridad, a caminar entre las sombras sin dejar que te devoraran. ¿Cómo podían atreverse a decir que algo andaba mal?

—Estoy bien—, murmuraste, las palabras cayendo pesadamente de tus labios, como si al pronunciarlas pudieras convertirlas en verdad.

Pero ellos te miraban, inmóviles, sus ojos atravesando la coraza que habías construido con tanto esfuerzo. En sus rostros no había juicio, solo una preocupación que no podían comprender. Querías gritar, sacudirte de esas miradas que intentaban desentrañar algo que tu misma no querías ver. El Dr. Bright, el Dr. Clef, el Dr. Hamm, el Dr. Kain Phantos Crow, todos parecían estar de acuerdo en esa mentira que intentaban contarte.

Tu mente, entrenada para analizar lo inexplicable, buscaba respuestas lógicas, pero lo único que encontraba era un vacío incómodo. ¿Cómo podían decir que no estabas bien, cuando habías sobrevivido a tanto, cuando habías desafiado la locura y seguido adelante? Pero en lo profundo, había algo que te hacía tambalear, una parte de tí que sabía que tal vez estaban viendo lo que tú te negabas a aceptar.