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La mañana en Mónaco no podía haber sido más perfecta

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La mañana en Mónaco no podía haber sido más perfecta. Los rayos del sol iluminaban la ciudad, reflejándose en el mar que se extendía tranquilo, mientras la brisa fresca llenaba el ambiente de una sensación de paz. Charles había decidido aprovechar ese día para compartir con Alessia una experiencia diferente, una que le permitiera mostrarle un lado menos conocido de su vida, alejado del lujo y el ruido del mundo de la Fórmula 1.

—¿Un mercado local? —preguntó Alessia con una sonrisa de sorpresa cuando Charles le propuso la idea—. Me encanta. Creo que a veces olvidamos que Mónaco también tiene un lado más cotidiano, más auténtico.

Se puso un vestido ligero de lino, cómodo y sencillo, que se movía suavemente con el viento, y decidió dejar de lado el maquillaje. Con sandalias y su cabello recogido en una media coleta desenfadada, Alessia irradiaba frescura y naturalidad, algo que no pasó desapercibido para Charles, quien la miraba con una sonrisa admirada mientras caminaban por las estrechas calles empedradas.

Al llegar al mercado, fueron recibidos por un ambiente vibrante, lleno de colores, olores y sonidos que llenaban cada rincón. Los puestos de frutas, verduras, quesos, pan recién horneado y flores frescas componían una escena casi sacada de una postal. Charles apretó la mano de Alessia, guiándola entre el bullicio mientras le señalaba algunos de sus puestos favoritos.

—Este mercado tiene un encanto único —dijo Charles, con una expresión de satisfacción—. Es donde me gusta venir cuando quiero desconectar y sentirme un poco más… normal.

—Me parece increíble. —Alessia miró a su alrededor con ojos brillantes—. Es tan diferente de todo lo que imaginaba. Aquí realmente puedes ser Charles, sin que nadie te vea solo como el piloto.

Caminaron entre los puestos, deteniéndose a observar los productos y a conversar con algunos vendedores, que ya conocían a Charles y lo saludaban con familiaridad. Uno de ellos, un hombre mayor con una gran sonrisa, le ofreció a Alessia una fresa madura y jugosa.

—Tienes que probarla, es la mejor de toda la costa —dijo el hombre, guiñándole un ojo.

Alessia aceptó la fruta y le dio una mordida, disfrutando el sabor dulce y fresco. Charles la miraba divertido, fascinado por cómo ella parecía disfrutar cada pequeño detalle del mercado.

—¿Ves? Te lo dije —dijo Charles con una sonrisa—. Aquí encuentras cosas que no se pueden comprar en ningún otro lugar.

Siguieron explorando. En un puesto de flores, Charles se detuvo y, sin decir una palabra, eligió un pequeño ramo de girasoles que brillaban bajo la luz del sol. Se lo entregó a Alessia con una sonrisa y un gesto de ternura.

—Para ti, porque eres como el sol en mi vida —dijo suavemente, mirándola a los ojos.

Alessia sintió que su corazón latía más rápido, emocionada y sorprendida por el gesto. Sostuvo el ramo contra su pecho, incapaz de ocultar la felicidad que sentía.

—Eres un romántico, Charles —murmuró, sus mejillas sonrojadas—. Nadie me había hecho sentir así.

Continuaron caminando, y Charles la llevó hasta un puesto de panes. Eligió uno de los más grandes y crujientes, y lo sostuvo orgulloso mientras lo mostraba.

—Esto será perfecto para nuestro almuerzo. ¿Te parece si lo combinamos con ese queso que vimos hace un momento?

Alessia rió, imaginando la escena de ellos dos cargando un pan enorme por el mercado.

—¡Por supuesto! Aunque después de esto, puede que no podamos ni movernos.

Charles se echó a reír también, y juntos siguieron recogiendo más cosas: aceitunas, mermeladas artesanales y una botella de vino local que Charles insistió en probar. Los vendedores, al verlos tan felices, los llenaban de bendiciones y buenos deseos, y Charles parecía rejuvenecer con cada risa y cada broma que compartía con Alessia.

Al rato, sus manos ya estaban llenas de bolsas, y se sentaron en un pequeño banco bajo la sombra de un árbol. Desde allí, podían ver el mercado en toda su gloria, lleno de vida y alegría, mientras el sol seguía bañando la ciudad con su luz dorada.

—Hoy ha sido maravilloso —dijo Alessia, mirándolo con una sonrisa de profunda satisfacción—. Me has mostrado un lado de Mónaco que nunca imaginé, y me encanta poder verte tan… libre, tan en paz.

Charles asintió, su mirada suave mientras entrelazaba sus dedos con los de ella.

—Quería que conocieras esta parte de mi vida —respondió en voz baja—. La que casi siempre queda oculta detrás de los reflectores y la velocidad. Contigo, siento que puedo ser yo mismo, sin máscaras.

En ese instante, el mundo alrededor de ellos pareció detenerse. Alessia sintió el calor de la mano de Charles y la sinceridad en sus palabras, y una paz indescriptible la envolvió. Se quedaron en silencio, disfrutando de la tranquilidad y de la sensación de estar juntos en ese momento tan perfecto.

Finalmente, Charles rompió el silencio, apuntando hacia un café cercano.

—¿Te parece si terminamos nuestro recorrido con un buen café? Me contaron que preparan uno increíble aquí, y además tienen unos pastelillos que son irresistibles.

Alessia asintió, y ambos se levantaron con sus bolsas en mano, caminando hacia el café con una sensación de alegría en el corazón. Se sentaron en una mesa pequeña en la terraza, y mientras esperaban sus pedidos, Charles tomó una de las manos de Alessia, acariciando suavemente sus dedos.

—Gracias por venir hoy —dijo, mirándola a los ojos con una expresión que reflejaba todo lo que sentía—. Estar contigo aquí me ha hecho recordar lo que realmente importa, lo que me hace feliz.

Alessia sonrió, sintiendo cómo su pecho se llenaba de gratitud.

—No tienes que agradecerme, Charles. Yo también me siento increíblemente afortunada de estar aquí contigo, viviendo momentos que son solo nuestros.

Cuando finalmente les trajeron el café y los pastelillos, ambos se deleitaron con el sabor mientras reían y recordaban pequeños detalles del día. Alessia sentía que cada segundo a su lado era más especial que el anterior, y Charles no podía dejar de admirarla, como si fuera la única persona en el mundo.

Mientras el sol seguía su descenso y el mercado comenzaba a despoblarse, Charles y Alessia sabían que aquel día, entre frutas frescas, panes y sonrisas, habían encontrado algo valioso y verdadero.













alessiam

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alessiam: eres como el sol en mi vida

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username: porque charles le dio like?
→username: estos dos están saliendo

username: Ella conquisto el corazon de charles con una exposición de 340 páginas, pero nunca pudo enamorar al naco del bryan del 602 de Sociales
→alana_san: pinché perro noco, animal, gato, resbaloso, corriente, nadaqueveriento

24/7 ▬▬ Charles Leclerc ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora