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Alessia no podía creer su suerte

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Alessia no podía creer su suerte. Todavía estaba en una nube después de haber ganado los boletos para la carrera de Fórmula 1, un sueño que había tenido desde que era niña. Desde que vio su primera carrera junto a su padre, había imaginado mil veces cómo sería estar allí, en las gradas, sintiendo el rugir de los motores y viendo a los pilotos pasar a toda velocidad. La noticia corrió como pólvora entre sus amigos y familiares, y todos estaban emocionados por ella. Las llamadas y mensajes de felicitación no dejaban de llegar, cada uno agregando más emoción al momento. Sin embargo, cuando el sobre con los boletos finalmente llegó, la sorpresa fue mayor de lo que habían imaginado.

La noche en que llegaron los boletos, Alessia organizó una pequeña reunión en su casa para compartir el momento con sus amigos más cercanos. Habían decorado el lugar con banderas de diferentes escuderías, y hasta pusieron en la tele una repetición de la última carrera para ambientar el momento. La energía en la sala era palpable.

—¡Aquí están! —gritó Alessia, entrando en la sala con el sobre en la mano, sus dedos temblaban de la emoción mientras todos sus amigos se reunían a su alrededor, esperando con ansiedad.

—¡Ábrelos, ábrelos! —insistió Agustín, quien no podía contener sus saltos de emoción.

El corazón de Alessia latía a mil por hora mientras rasgaba con cuidado el sobre. Sacó los boletos, sintiendo el papel entre sus dedos como si estuviera sosteniendo oro puro. Pero cuando sus ojos se posaron en ellos, su sonrisa poco a poco se desvaneció. La confusión se apoderó de su rostro, y por un instante, la sala se llenó de una extraña tensión.

—¿Qué pasa, Alessia? —preguntó Alana, inclinándose hacia ella con el ceño fruncido.

Alessia tardó en responder, y cuando lo hizo, su voz fue apenas un susurro.

—Esto no puede ser... —murmuró, acercándose los boletos a la cara como si pudiera haber leído mal. —¡Estos boletos son para la carrera en Mónaco, no en México!

Por un momento, el silencio fue absoluto. Las miradas de todos iban y venían entre Alessia y los boletos. Nadie sabía cómo reaccionar. Luego, de repente, como si alguien hubiera presionado un botón, Agustín rompió el hielo con una risa explosiva.

—¡No manches, Alessia! ¡Te ganaste la lotería, nos vamos a Mónaco! —gritó, sin poder contenerse.

—¡A Mónaco! —repitió Alana, con los ojos brillando de emoción.

Ricardo, quien hasta ese momento había estado en silencio, sonrió ampliamente. —Siempre quise conocer Europa —dijo, como si ya estuviera viendo su pasaporte lleno de sellos.

24/7 ▬▬ Charles Leclerc ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora