Prólogo

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Corría.

Hasta casi no poder respirar. Él venía detrás de mí, con un arma apuntando a mi cabeza. Mis pies temblaban, y las gotas de sudor recorrían cada rincón de mi cuerpo.

—Morena, no huyas de mí.

No respondí, seguí corriendo, sintiendo cómo la sangre salía de mis labios por el esfuerzo de apretarlos. Él avanzaba con calma, como si supiera que iba a atraparme.

Nos encontrábamos en una calle sin salida; sabía que sería mi fin. Sus brillantes ojos azules observaban mi figura con ansia. Por alguna razón, esa ansia me aterraba.

Él me aterraba.

Sus pasos se hicieron más rápidos y precisos, mientras yo ya no tenía fuerzas para seguir adelante.

Giré la cabeza y comencé a correr de nuevo. Al final de la calle estaba la ceiba donde solíamos tocar la guitarra.

Choqué contra el árbol y apoyé mi espalda en él, mirando esos ojos azul eléctrico que tanto me gustaba observar.

Los tatuajes en su cuello resaltaban más de lo normal, a pesar de la oscuridad de la noche. El silencio era sepulcral, como si estuviera sola; pero no lo estaba, yo era su presa.

—Syan, hazlo.

Sus enormes manos sujetaban una pistola que apuntaba hacia mi cabeza, la cual apoyé en su pecho.

—Au revoir, brune.

Disparó.

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Au revoir bruneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora