Los perros ladraban acompañando los gritos de Nuna. Los vecinos escucharon, pero lo ignoraron y cubrieron sus oídos. En la habitación, el padre Rubén rezaba con biblia y rosario en manos. Era inexperto, pero se mantuvo en pie mientras la abuela intentaba recibir lo que salía de su nieta. La madre también ayudaba sujetando las manos de Nuna, porque el parto era demasiado doloroso.
Algunas oraciones y frases en latín calmaron el movimiento del bebé que aún seguía en el vientre. Nuna empujó con todas sus fuerzas y dejó ver lo que parecía el cabello de su primogénito. El padre Rubén calmó su angustia y salió dejando que la abuela terminara el trabajo. Fue por un poco de agua en dirección al pozo ubicado cerca del corral de las vacas. Recogió lo que necesitaba y quiso volver, pero los lamentos del Negro lo detuvieron.
Levantó su lámpara en dirección a las vacas, se acercó sin soltar su biblia, orando la palabra de Dios en todo momento. De repente, el viento apagó el mechero y llegó una fugaz oscuridad que el nervioso servidor del Todopoderoso se encargó de iluminar. Le dio la espalda al pozo, de regreso al interior de la casa y sintió el chapoteo del agua. Su cuerpo se detuvo, pero no quiso voltear a descubrir lo que salió de la profundidad.
«El señor es mi pastor y siempre me protege. La sangre de Cristo tiene poder», repitió en vano porque el maligno espíritu se apoderó de él ingresando por su boca. Nuna lo vio aproximarse y lo reconoció como la criatura que vio en la pesadilla que tuvo debajo del árbol de Guayaba. Quiso advertir, pero sus dolores regresaron para dejar salir parte del bebé; el mismo que hizo retroceder a la partera. La madre de Nuna también se aproximó y vio con terror las patas de un animal saliendo de la vagina de su hija. Entonces, sintió culpa y remordimiento por el maltrato que cometió.
Sin dejar un respiro, el poseído padre Rubén tomó un cuchillo y apuñaló a la madre. Primero en el estómago, en un corte horizontal que dejó que las entrañas se desparramen sobre la tierra. Luego le cortó la garganta y sin piedad siguió introduciendo el cuchillo por todas partes. La anciana huyó dejando a su nieta que aún seguía empujando la parte trasera de un animal que asemejaba el cuerpo de un ternero.
Marcó las 3 am y el padre Rubén comenzó a jalar las piernas del animal desgarrando el cuerpo de Nuna. La pobre niña no soportó tanta tortura y se desmayó dejando de empujar a la criatura y enojando al Diablo. Se abalanzó sobre la niña mostrando el rostro de un horrible toro y respiró vapor sobre ella. Le apretó el cuello reflejando su ira, pero pronto, sintió un dolor en su pecho y empezó a sangrar. Cayó de la cama con una fractura en su rodilla, expulsando un mugido escalofriante que resonó hasta en las minas.
«Estoy vieja, pero aún puedo llevarte al infierno», dijo la anciana introduciendo alfileres en un muñeco que conectó al Diablo.
«No, por favor. No quiero morir», respondió el Diablo, usando la voz del padre Rubén.
Todo empezó a temblar en la casa y en el exterior los perros dejaron de hacer ruido. Se escuchó el rechinar de la puerta abriéndose y unas cadenas arrastrándose cada vez más cerca. Un par de seres infernales sin rostro, largas extremidades y filosas uñas, aparecieron en escena. El Diablo intentó huir, pero las cadenas lo atraparon dentro del padre y lo arrastraron hasta los caballos de fuego.
Los jinetes se lo llevaron en dirección a los cerros; allí esperaba la puerta del infierno. Carne, huesos y entrañas se regaron por el sendero hacia las minas, pero la noche no había terminado. La abuela tomó el cuchillo de plata y con sangre cayendo de su boca, se acercó a Nuna. Sus lágrimas se derramaron sobre la niña, la acarició pidiendo perdón y rogándole a Dios reciba su alma. Supo cuál sería el final y le cortó la garganta antes de que la bestia naciera. Nuna calmó su dolor y murió en silencio, por el contrario, las piernas de su hijo se movieron bruscamente tratando de liberarse, pero no pudo.
La abuela se apoyó en la pared de adobe y vio al Muqui ingresar dichoso, pero no se opuso. Su último ritual de brujería demandó su estómago a cambio de traer a los jinetes y estaba muriendo de forma dolorosa. El Muqui sujetó los brazos de la pastorcita y la bajó de la cama para luego arrastrarla hacia el exterior. Estaba amaneciendo, pero el lugar seguía en silencio, el Muqui iba despacio y las patas del animal seguían moviéndose. Hizo un buen tramo hasta que se encontró a un niño frente a él.
«Tienes suerte de que esté ocupado, pero recuérdame y búscame dentro de las minas», dijo y siguió su camino hasta llegar a su destino. Amaneció y el Muqui sumergió el cuerpo de Nuna en la laguna, acto seguido, se marchó a su hogar. Esa fue su venganza por el daño que le hizo el Diablo cuando apareció comiéndose a la Cuta.
Aquel día, persiguió al brujo, pero estaba débil. El ritual debió encerrarlo entre los cerros, pero la Cuta se llevó parte del ritual y lo liberó. Estaba herido, por eso se comió a la perra y el Muqui también fue atacado mientras bebía de la laguna. Después de eso, el Diablo usó al ternero para engañar a Nuna y así, abusó de ella. La pastorcita fue elegida por los pecados de su padre, pero el Diablo no consiguió reencarnar en el mundo terrenal. El único que consiguió vengarse fue el Muqui. Él los atrapó en la laguna y dio origen a la leyenda de Nuna.
Algunos pastores, viajeros y trabajadores que cruzaban cerca de allí decían escuchar las risas de una niña y el mugido de un ternero. Algunos lograban verla, con su cabello suelto, su ropa ensangrentada y el ternero en brazos. Ella les pide ayuda, llevándolos a la laguna y luego, el ternero se trasforma en el Diablo y los devora.
Nadie se acerca de noche, sin importar cuantos años pasen y nadie olvidó lo que escucharon aquella madrugada donde desapareció una familia completa. Culparon al Muqui, otros al Pishtaco, pero la costumbre siguió existiendo: Ningún niño sale de casa después de que se oculte el Sol.
El niño que lo vio todo se convirtió en guía de turistas que visitaban el caserío por la leyenda que pasaría de generación en generación. Los llevaba hasta las minas y los regresaba antes del ocaso. Exploró el lugar muchas veces, pero nunca se atrevió a comprobar si lo que vio esa noche era verdad. Él jamás ingresó a las minas.
En su inocencia, Nuna pisó un terreno peligroso para los humanos y pagó los pecados de la magia negra. Sufrió todo tipo de abuso y su alma deambuló en aquella laguna de Cajamarca, con la esperanza de ser liberada algún día o quizá no. Quizá solo espera que la visites para mostrarte la puerta al infierno.
No sé qué tal me quedó el cuento, pero espero haber causado alguna emoción...
Cuéntamelo comentando aquí.
Gracias por leerme <3
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NUNA © ( Cuento completo)
Kinh dịEste mundo es misterioso. No conocemos lo que ocurre en lugares donde abundan las historias de miedo. Las historias de pesadilla sobre seres que, sin dudarlo, ya hemos cruzado más de una vez. Nuna es un caso especial. Se acercó a un terreno prohibi...