+21 | MAFIA RUSA
Ella vive un infierno... sin saber que es la legítima heredera de la mafia Alemana, Rusa e Italiana, capaz de hacer el mundo arder si así lo desea.
Arisha Von Nacht es la heredera de una dinastía marcada por el poder y el peligro.
El auto se detuvo frente a un edificio que parecía sacado de otro tiempo. Arisha no esperó a que Drystan la ayudara a bajar. Desde la acera, levantó la mirada para contemplar lo que tenía enfrente. El restaurante se asemejaba más a un palacio que a un lugar para cenar. La fachada era imponente, con un mármol blanco que reflejaba las luces de la ciudad, sostenida por altas columnas. Los grandes ventanales dejaban entrever a los comensales en su interior.
Un reflejo cruzó frente a ella y, al desviar la mirada, notó que Drystan le ofrecía la mano. Con una pequeña sonrisa, la aceptó. Mientras subían los escalones, las enormes puertas se abrieron sin hacer ruido, dando paso a un vestíbulo que la dejó sin aliento. Los techos eran tan altos que parecían inalcanzables, y todo estaba bañado en tonos dorados y brillos suaves. Candelabros de cristal colgaban, lanzando reflejos por las paredes de mármol. Las columnas, de un blanco impoluto, se mezclaban con la decoración barroca, impregnando lujo en cada detalle.
Los pasos de Arisha resonaban levemente mientras avanzaban por el vestíbulo. Un hombre impecablemente vestido de negro se acercó a ellos. Pronunció lo que parecía un saludo, ella se limitó a sonreír, aunque notó que parecía tener familiaridad con Drystan. El hombre señaló a Arisha con tono educado, y Drystan respondió con una mirada antes de colocar sus manos sobre los hombros de ella, ayudándola a quitarse la gabardina con cuidado. Ella murmuró un "gracias" mientras él entregaba la prenda al hombre.
Arisha se aferró al brazo de Drystan para avanzar.
—Este lugar es increíble —susurró ella para él.
Los ojos verdes de Drystan la miraron, y una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios cerrados. La mirada de Ari parecía fascinada debido al brillo que había en ella; podría decir que su tono café lucía más claro de lo habitual. Su cabello lacio le daba un aspecto diferente y atractivo, y aunque no le quedaba mal, él prefería sus rizos largos y desordenados que caían hasta su cintura.
Drystan desvió la mirada, pero Ari lo observó por un instante más. El olor de él llegó a su olfato, Drystan olía muy bien, varonil. Vestía pantalones de vestir y una camisa púrpura en tono oscuro que le sentaba de maravilla, resaltando sus ojos. Su cabello castaño estaba perfectamente estilizado.
Con un suspiro silencioso, Arisha volvió a centrarse en su entorno. Las mesas estaban dispuestas bajo un inmenso techo pintado con escenas de cielos abiertos y querubines dorados. Los asientos, de terciopelo rojo, parecían tronos. El aire era agradable, perfumado, y a sus oídos llegaban murmullos y el suave tintineo de copas de cristal. Todo en el ambiente irradiaba clase.