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Despertó con el sonido del despertador, ese inconfundible pitido que parecía burlarse de su deseo de quedarse un poco más en la calidez de las sábanas. Se estiró, sintiendo la familiar pesadez de la rutina diaria que le esperaba. Al levantarse, miró por la ventana: el mismo cielo gris de la mañana anterior. Sin más ánimo que el habitual, se prepara y salió de su casa, sintiendo el frío del aire matutino en el rostro.

El autobús que lo recogía estaba más lleno de lo normal, sin embargo, dejó pasarlo de lado y seguir con lo suyo. Dejó su mochila en el asiento de al lado en que se sentó y vuelve su vista a su cuaderno de dibujo.

Jimin era buen dibujante, no había duda. Dibujaba cuando se sentía aburrido o simplemente le apetecía hacerlo. Como ahora. Su estilo y técnica de hacerlo era digno de admirar. Los trazos, los detalles, las sombras del lápiz... Eran impresionantes. La suavidad y la precisión de las figuras eran evidentes. Colores suaves y armoniosos, lo que da un aire de calma y serenidad del dibujo.

Ahora, estaba indeciso por elegir quién sería su modelo ésta vez. Busca con su mirada de determinación y, al no ver nada que le llamase la atención, decide dibujar sus pies. Sus zapatos, para ser claros.

Tal vez, eso era una señal de que su vida siempre sería igual de aburrida y solitaria. Siempre dibujaba algo simple, como un bote de basura, una piedra, su habitación, la lluvia desde su balcón... Jimin creía que si algo por fin le llamase la atención, su vida cambiaría, para bien o para mal, pero lo haría.

Su escuela, por otro lado, seguía igual de monótona de siempre. Las mismas caras estúpidas de los matones o las personas que ignoraban su presencia, hasta algunas que simplemente decidían no cruzarse en su camino porque no soportaban su persona. Los pasillos silenciosos y las lecciones que parecían arrastrase como un caracol. Cada día se sentía una repetición del anterior, un ciclo interminable de tareas y exámenes que no hacía nada más que exprimirle la creatividad. Sin embargo, él había aprendido a aceptar esa monotonía; era su refugio, su zona de confort.

–Quítate.

Jimin fue empujado bruscamente de su hombro desde atrás hasta casi hacerlo caer. La risa de satisfacción y de burla hizo que le diera ganas de vomitar.

El chico y su grupo lo miraron sin dejar de reír hasta desaparecer por los pasillos. Jimin solo se quedó unos segundos de pie, fulminándolos con la mirada, bastante molesto.

Se giró para llegar a su casillero, guardando algunas cosas que no necesitaría hasta después del recreo. A su vez, guardaría su libro favorito allí mismo... Pero, cuando abrió su bolso, no lo encontró donde se suponía que debería estar. Rebuscó nuevamente, con la esperanza de que estaría ocultándose intencionalmente. Pero no estaba.

Había olvidado meterlo en su mochila.

Con molestia, termina de guardar sus cosas y se dirige a su salón.

...

El timbre anunció la hora del almuerzo, donde algunos de sus compañeros se pusieron de pie abruptamente, esperando el momento de salir de la aburrida clase de Biología. Las risas y conversaciones invadió sus oídos. Sus compañeros se buscaron entre ellos y se reunieron con sus grupos de amigos para comer juntos. Jimin, por otro lado, no almorzaría, no tenía ganas de hacerlo.

Guardó sus útiles con calma, sin preocuparse porque nadie lo esperaría para comer. Quizá se quedaría en el salón para entretenerse en su teléfono y esperar nuevamente el inicio de clases, pero las ganas de ir al baño jodió su calma. Sin embargo, no alcanzó siquiera alzar el culo para levantarse cuando, una voz a sus espaldas se escuchó, casi sobresaltándolo.

𝑳𝒐𝒏𝒆𝒍𝒚 𝑴𝒐𝒐𝒏Donde viven las historias. Descúbrelo ahora