1: Tardanza

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Justo hoy tenían que cancelar el tren de las 7:30 de la mañana, ¿no? En todos los años que Reigen ha viajado en este tren de Yokohama a Machida, nunca se ha cancelado ninguno de sus trenes. Ha caminado sin esfuerzo cinco minutos desde su apartamento hasta la estación de tren todas las mañanas entre semana para ir a trabajar, seguidos de una espera de dos o tres minutos hasta que llegara el tren. Pero no- hoy ha sido el día en que el universo ha decidido cancelar el tren Yokohama-Tokio. Porque está nevando.

¡Hurra! ¡Nieve! Qué alegría.

De pie en el andén, justo detrás de la línea de nieve que cubre el suelo, Reigen mira el tablero de horarios. Parece que otros tres millones de personas hacen lo mismo. Como es típico, nadie dice una palabra ni se queja. Se limitan a apretarse la bufanda, ajustarse los guantes y mirar fijamente el tablón.

"Tenía que ser hoy", Reigen murmura para sí mismo, el vapor de su aliento calentando la punta de su nariz.

Es verdad: este podría ser uno de los peores días en los que el ultra-confiable sistema de transporte público japonés lo falle. Porque, aunque la mayoría de los jefes entenderían si un empleado llega tarde debido al mal clima, el jefe de Reigen ciertamente no lo hará. De todas formas, un maestro no debería llegar tarde a la escuela. Da un mal ejemplo. Y el director Suzuki lo estará observando en la primera hora. Si es que llega a tiempo, claro.

Pasan otros quince minutos en el frío, con más viajeros entre la creciente multitud, hasta que finalmente llega el próximo tren. Con unos quince minutos de retraso. No es el fin del mundo, pero significa que Reigen tendrá que correr sobre la nieve para llegar a tiempo al patio de recreo y cumplir con su deber matutino. Eso, y que tiene que pasar los próximos cuarenta y cinco minutos aplastado en una lata de sardinas en movimiento. De pie en un charco de condensación y nieve derretida. Con algún sobaco en la cara. Sobrecalentado en su abrigo y bufanda y capas de compañeros de cercanías.

Así que, después de un dolorosamente lento trayecto de cuarenta y cinco minutos en tren, con el tiempo haciendo ese truco extraño de ralentizarse cuando tienes prisa, Reigen sale tambaleándose del vagón; atraviesa el torniquete, empujando a varios otros hombres de negocios; desliza por el suelo mojado por la nieve de la estación, pasando por las cafeterías y tiendas; patina hasta la calle nevada y comienza su peligrosa carrera hacia la escuela. ¿Una caminata de diez minutos puede convertirse en una carrera de cinco, no?

Exacto. Dobla las esquinas con movimientos exagerados de brazos, como en una caricatura, pero puede llegar justo a tiempo. Puede lograrlo. Puede hacerlo sin caer de cara en el lodo.

"¡Reigen-sensei!"

"Eso es muy peligroso, sensei."

El problema de caminar a la escuela tan tarde en la mañana es que Reigen inevitablemente se cruza con varios estudiantes. Estos chicos en particular forman parte de uno de los grupos más populares, educados con los profesores pero un poco demasiado confianzudos, haciendo bromas y chistes cuando a Reigen realmente no le interesa.

Corre arrastrando los pies junto a ellos, con la mochila golpeándole cada vez que da un paso. "Buenos días, chicos".

"Ten cuidado, sensei, correr con esto es un accidente a punto de ocurrir", dice uno con una sonrisa de mierda.

Reigen agita una mano desdeñosa sobre su hombro, haciendo una mueca.

Y, bueno, ¡mira esto! Reigen ha llegado de una pieza a las puertas de la escuela, zigzagueando entre la escasa multitud de estudiantes. Mira el reloj que hay sobre la entrada principal: las 8:30. No pasa nada. Si llega uno o dos minutos tarde, que así sea. Sólo tiene que llegar a la sala de profesores. Sube los escalones. Entra en el vestíbulo principal, tirando incómodamente de su bufanda. Intenta no resbalar por el suelo...

Ritmo Cardíaco Acelerado - SerireiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora