📚Capítulo 15📚

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ALEJANDRO

Entré en su habitación y la coloqué en su cama despacio. El roce suave de las sábanas contra su piel barecía mis sentidos, y mientras la observaba, mi mente se llenó de una tormenta de pensamientos. Era un torbellino de emociones que oscilaron entre el deseo ardiente y la inquietud.

Miles de pensamientos invadieron mi mente, pero todos desaparecieron al mirar su cuerpo desnudo, expuesto ante mí como un lienzo en blanco que solo yo podía apreciar. La luz suave que entraba por la ventana resaltaba la curva de su cintura y el brillo de su piel.

—Esto no está bien —dije, mi voz temblando con la mezcla de temor y deseo. Las palabras flotaron entre nosotros como una advertencia, pero era una advertencia que sabía que en el fondo no quería escuchar.

—Lo sé, pero olvidemos eso —respondió, sus ojos fijos en los míos, desafiándome a seguir adelante. Había una chispa en su mirada, un fuego que me prometía un mundo de sensaciones, pero también un abismo de complicaciones.

La atracción que sentía era abrumadora. Sin pensarlo, la besé, buscando ese consuelo que solo ella podía ofrecerme. Su sabor, una mezcla de dulzura y vida, se desbordó sobre mis labios, llenando el vacío que me había acompañado durante tanto tiempo. Pero cuando me despegué un poco de su boca, la realidad me golpeó de nuevo.

—¿Qué pasa si te arrepientes? —pregunté, la inseguridad asomándose entre mis palabras. La duda se deslizó en mi mente, esa pequeña voz que advertía de las consecuencias, del riesgo que asumía al cruzar esa línea.

—No pasará, te lo prometo —me aseguró, su tono firme y convincente. La determinación en su voz me dio valor; sus ojos, brillantes y decididos, reflejaban una confianza que me era contagiosa.

Con un suspiro profundo, me levanté y comencé a quitarme la ropa, cada prenda que caía al suelo sumando a la intensidad del momento. Al final, quedé completamente desnudo frente a ella, una vulnerabilidad que me resultaba abrumadora, pero liberadora al mismo tiempo. Sentí el calor de su mirada recorriendo mi cuerpo, como una caricia que destellaba en mi piel.

—¿Te gusta lo que ves? —le pregunté con un guiño, tratando de romper la tensión del momento. No sabía si la broma podría aligerar la carga emocional que ambos llevábamos.

—Eres grande —respondió sin dudar, una sonrisa traviesa iluminando su rostro. Su respuesta me dejó sin palabras, y la risa que seguió fue una mezcla de nerviosismo y complicidad.

Mientras buscaba un preservativo en mis pantalones, la lucha en mi mente entre el deseo de sentirla sin barreras y la necesidad de protegernos era intensa. Había pasado mucho tiempo sin pareja; cada encuentro anterior había sido mariposas y risas, pero este era diferente. Este momento era serio, y la responsabilidad pesaba más que la lujuria.

Finalmente, rompí el envoltorio del preservativo y me lo puse, el gesto simple pero crucial. Cada movimiento me acercaba más a la realidad de lo que estaba a punto de suceder, un cruce de caminos que podía cambiarlo todo entre nosotros.

Me subí a la cama y me coloqué entre sus piernas, sintiendo el calor de su cuerpo casi como una llama que me envolvía. Me incliné hacia ella para compartir otro beso, esta vez lleno de promesas y anhelos. Me despegué un poco de su boca para perderme en sus ojos, esos hermosos ojos que me habían hipnotizado desde el primer segundo.

—¿Estás segura? —pregunté nuevamente, sintiendo la necesidad de confirmarlo. Aunque mi deseo me empujaba hacia adelante, una parte de mí quería asegurarme de que ella estaba completamente decidida.

—Sí, muy segura —respondió, su voz firme y clara, reforzando la decisión que estábamos a punto de tomar juntos. En ese instante, el mundo exterior se desvaneció, dejando solo a dos almas conectadas en un momento de vulnerabilidad y deseo.

El silencio entre nosotros se volvió palpable, cargado de expectativas y promesas inexploradas. El roce de sus piernas contra las mías me hizo estremecer. A medida que nos acercamos el uno al otro, el aire se volvió espeso y eléctrico. Su aliento cálido me envolvió, y su fragancia se mezclaba con la de las sábanas, creando una atmósfera casi onírica.

En ese instante, supe que no había vuelta atrás. Lo que iba a suceder cambiaría todo entre nosotros, pero en ese momento, todo lo que importaba era que estábamos juntos, dejando que el deseo nos guiara.

La Consentida Del ProfesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora