Jass Lerner.
La mañana del chequeo llegó con un cielo despejado y una brisa fresca que traía el aroma de las hojas secas. Mis padres, como siempre, me acompañaron a la clínica. Desde que me enteré de mi embarazo, habían estado a mi lado en cada visita, apoyándome y asegurándose de que no me faltara nada. La relación con ellos se había vuelto más cercana, especialmente con mi madre, quien ya empezaba a hacer planes para el bebé, tejiendo pequeños suéteres y sugiriendo nombres.
Mientras nos dirigíamos a la clínica, observé mi reflejo en el espejo del coche. Mi vientre estaba claramente redondeado, y aunque aún podía ocultarlo con ropa holgada, no pasaría mucho tiempo antes de que fuera evidente para todos. Sentí una mezcla de emoción y miedo al pensar en el futuro, en lo que significaría ser madre, en cómo cambiaría mi vida.
La clínica estaba tranquila esa mañana. Saludé a la enfermera de recepción y me senté en la sala de espera, con mis padres a cada lado. Cuando me llamaron, seguí al doctor hasta la sala de ecografías, donde me preparé para el procedimiento.
El gel frío sobre mi piel me hizo estremecer, pero la imagen del bebé en la pantalla borró cualquier incomodidad. El sonido rítmico del corazón llenó la habitación, y sonreí, sintiendo una oleada de amor incondicional.
—Todo se ve muy bien, Jass —dijo el doctor con una sonrisa profesional—. El bebé está creciendo perfectamente.
Suspiré de alivio, sosteniendo la mano de mi madre. Sabía que estaba emocionada, aunque trataba de ocultar su nerviosismo con una sonrisa tranquila. Después del chequeo, regresamos a casa. Mi madre ya había comenzado a planear nuestra próxima cita y a hablar sobre los preparativos para la llegada del bebé.
—Podríamos empezar a pintar la habitación la próxima semana —sugirió papa mientras preparábamos el almuerzo—. Tal vez un color neutro, algo que sea relajante.
—Sí, eso suena bien —respondí, aunque mi mente estaba en otro lugar.
Un par de días después, recibí un mensaje de Josh, el chico con el que había estado hablando por mensajes de texto. Había estado fuera del país por trabajo, pero ahora estaba de regreso y quería verme.
"¡Hola, Jass! Estoy de vuelta en la ciudad. ¿Te gustaría cenar conmigo? Me encantaría ponernos al día."
Leí el mensaje varias veces antes de responder. Josh había sido amable y atento, siempre mostrando interés en mi bienestar, incluso después de nuestra desastrosa primera cita. Habíamos mantenido una amistad a distancia, pero ahora sentía que era el momento de ser sincera con él sobre mi situación.
"Claro, Josh. Sería genial verte. ¿Qué te parece este viernes?"
No pasó mucho tiempo antes de que recibiera su respuesta.
"Perfecto. Te paso la dirección del restaurante. Nos vemos allí a las 7. Tengo mucho que contarte."
El viernes llegó rápidamente. Mientras me preparaba para la cena, mi madre me llamó para recordarme que no fuera sola.
—Jass, ya sabes cómo están las cosas. Deberías pedirle a alguien que te acompañe. Nunca se sabe... —su voz sonaba preocupada, como siempre.
—Mamá, estaré bien. Es Josh. Lo conozco. —Traté de tranquilizarla, aunque sabía que nada podría borrar por completo sus preocupaciones.
—Solo prométeme que tendrás cuidado —insistió ella.
—Lo prometo. —Suspiré, sabiendo que no había nada más que pudiera decir para calmar sus temores.
ESTÁS LEYENDO
Oración Equivocada
RomanceUna oración equivocada, un arcángel inesperado, y una maestra que aprende que no siempre se puede huir de los errores... o de la tentación. Jass vive en Haashville, es maestra de preescolar, soltera y, para colmo, aún virgen. Todo cambia cuando, dur...